miércoles, abril 27, 2011

Pastor ¿yo?

El lunes comencé mis estudios sistemáticos de teología en el Seminario Teológico Presbiteriano. Y de verdad que para mí fue un logro, ya que vencí una porfía de unos 17 años. El primer ramo en módulos que me correspondió tomar es Introducción a la Biblia. Tal como dijo el pastor Amós Calvacanti, nada que una buena escuela dominical no te haya enseñado, aunque hay que reconocer que el pastor Amós me ha ido enseñando cosas que no conocía y hemos discutido y reflexionado sobre el tema del origen de la Palabra de Dios.

Pero hubo una pregunta que caló profundamente mi pensamiento. Fue como una daga al corazón y ha dejado mi mente dando vueltas. Amós preguntó “Supongo que todos los que están acá se están preparando ministerialmente, o sea para ser pastores y/o misioneros… ¿o no?”

Esas dos palabras “¿o no?” fueron las que me dejaron absolutamente inmóvil. Y lo extraño es que desde niño he estado en medio de personas que me decían “pero si es como un pastor chiquitito”… bueno, chico sigo siendo, pero “pastor” era una palabra que me aterraba. Por otra parte, cada vez que voy a un seminario o a dar algún taller, muchas personas me dicen “pastor” y rápidamente comienzo a explicar que no soy pastor y que me digan solamente Jano, como todo el mundo me conoce. Pero esa palabra “pastor” la he evitado durante los 17 años que he evitado realizar estudios de teología. Finalmente, si estudias teología dentro de un seminario bíblico, una cosa que es clara es que Dios, tarde o temprano, te hará la invitación al pastorado.

Cuando conté por Facebook que había sido aceptado en el Seminario, muchas personas se alegraron y me respaldaron con diversas palabras de aliento. Agradezco cada una de ellas. Pero el primer día de clases comenzaron mis cuestionamientos sobre ser “pastor”. Algunos me han bromeado aún más allá y me dicen “Y más encima pastor presbiteriano”, sabiendo de mis problemas con las cosas tan estructuradas y tanto dogma y religiosismo. Pero Dios me quiere ahí y de ahí saldré como pastor, si es que así Él lo quiere.

Pero el tema de fondo es si estoy dispuesto a ser pastor o no. Si estoy dispuesto a renunciar a mi mismo por los demás. Si acaso podré ser, como dice la Escritura, un pastor “conforme al corazón de Dios” para pastorear personas. Eso a veces me aterra.

Como primera cosa, tal vez, me descompone la idea del pastor reverenciado. O sea, esos títulos nobiliarios que suelen ponerse (o ponerle a) algunos pastores me hacen querer vomitar. Incluso esos que por el sólo el hecho de ser pastores se creen que tuvieran todo el derecho de meterse donde nadie les ha pedido. Jamás vi a Jesús hacer eso y no entiendo por qué algunos lo hacen.

Como segunda cosa, me descompone la congregación. Esa congregación que cree una serie de cosas erradas sobre los pastores y que poco o nada de tiempo entregan para trabajar juntos por el desarrollo de la misma y mucho menos se preocupa de orar, dar tiempo, apoyar, invitar a distraerse al pastor. Por el contrario, piensan que el pastor es una especie de padre sustituto, conserje de la iglesia, experto en la resolución de conflictos, que tiene una conexión inalámbrica especial con el Espíritu Santo para resolver problemas, o que piensan que es el pastor el único responsable del pecado de los miembros de la comunidad. Por si no se han dado cuenta, un pastor no fue preparado para recibir golpes anímicos sin resentirse. No es requisito del pastor recibir críticas injustas, de forma repetida y muchas veces infundadas. No es súperman. Al igual que yo tiene una familia con problemas reales. No es posible que la congregación esté siempre esperando que el pastor esté siempre dispuesto o que sea incansable. El Pastor también termina agotado, estresado y hasta aburrido… sobre todo de gente como yo. Sería bueno preguntar eso al guatón Arias, a Sandoka al Toño Roa y a Jonathan… les rogaría a ellos comunicarse por interno, para salvaguardar mi imagen XD!!

Pero no todo es un espanto en mi imagen del pastor. De hecho, si llego a ser pastor, quiero antes de todo, ser un buen siervo de Dios, capaz de enseñar, liderar e inspirar a las personas. Quiero ser un pastor que pase más tiempo orando y estudiando la Biblia que en mega eventos, congresos y parafernalias de todo tipo. Quiero ser un pastor que se fatigue y que se canse. Que sea humano, que me renueve constantemente, que sea capaz de sufrir y de llorar. Y lo más importante, quiero ser un pastor que pase tiempo con su familia. Quiero seguir pololeando con mi esposa, reír con mi hija, y con el otro (u otra) que buscaremos más adelante.

Amigos… esta reflexión la hice para mí y quise compartirla con ustedes. Quisiera que la atesoren en sus corazones como yo lo hice, para recordármela en el futuro.
Pero también quise compartirla para que se den cuenta de que el pastor es un hombre como tú y como yo, con defectos y virtudes y que nos necesita para trabajar. Nuestro trabajo es para Dios, pero trabajemos junto al pastor codo a codo.

Recuerda la historia de Moisés:

Moisés le dice a Josué que organice el ejército para ir a pelear contra Amalec. Ahí dijo claramente que subiría con Aarón y Hur a la cumbre del monte con la vara de Dios en la mano. Todos debemos de recordar que cuando comenzó la batalla, Moisés levantaba sus manos y mientras él tenía levantada sus manos, el pueblo de Israel ganaba. Pero Moisés se cansaba y bajaba sus manos y ganaban los amalecitas. Así sucedió muchas veces. Entonces Moisés entendió algo: si pudiese ser posible mantener las manos en alto todo el tiempo, la batalla sería ganada. Y esta parte me encanta, porque Moisés necesitó de personas de confianza (Aarón y Hur) y puestos uno por uno y por el otro lado, levantaron las manos de Moisés hasta que se puso el sol.

Así como Moisés necesitó un par de amigos que le ayudaran a mantener sus manos en alto, el pastor necesita un Aarón y un Hur para que levanten sus brazos a favor de la congregación, de tu iglesia local… de mi iglesia UNO.

Yo quiero ser Hur. ¿Te animas a ser Aarón? Básicamente quiero ser Hur para levantar la izquierda XD… pero fuera de bromas, quiero llegar a ser pastor estando cerca de quien ahora es mi pastor en la iglesia UNO. Quiero aprender a ser pastor de un grupo heterogéneo, complejo y hermoso en su diversidad. No quiero aprender a ser pastor de un grupo alienado, sino que creo que, si Dios me llamó a ser pastor, que me enseñe apoyando el trabajo de Jonathan en UNO.

Si estamos trabajando junto al pastor, ayudándole a mantener sus brazos en alto, lo vamos a lograr porque tendremos las fuerzas de parte de Dios. La Escritura dicen que un cordel de tres dobleces no se rompe tan fácilmente. El pastor de tu iglesia también necesita personas dispuestas a trabajar a su lado.

Agradezco a Héctor Arias por haberme dado la primera oportunidad. Nunca se me olvidarán sus palabras “Si no damos responsabilidades a los juveniles, no podemos exigir jóvenes ni adultos responsables” Gracias Héctor por hacerme servir en la iglesia a mis 14 años.

También quiero agradecer a Ricardo. En todos esos 10 años de pastoreo aprendí muchas cosas. Estoy agradecido a Dios de haberte puesto en ese momento como pastor de jóvenes. Gracias por ayudarme a enfrentar mi complejo carácter. Gracias por darme libertad en mis locos y absurdos proyectos. A fin de cuentas fue por ello que hoy estoy motivado e inspirado a ser pastor.

Gracias a Antonio Roa, quien me abrió las puertas de su congregación cuando llegué a Santiago y que, sin conocer nada de mí, creyó en lo que hacía. Gracias Toño por  haberme permitido trabajar en la música. Creo que de no habernos cruzado en la vida, hoy estaría muy alejado de la iglesia. Gracias.

Y finalmente, gracias Jona. Creo ciegamente que Dios te colocó en mi camino para concretar el profundo llamado a pastorear. Gracias por ser como eres, porque de no ser así, no tendría mucho sentido para mí el estudiar para ser pastor. Gracias por tu sencillez, por tu amistad, por haber escuchado la voz de Dios y preparar paso a paso el camino para este proyecto de iglesia: UNO. De verdad, gracias por no usar máscaras ni alucinar con los alucinados. Gracias por las chelas.

Y frente a la pregunta de Amós, y después de pensarlo harto, debo contestar que sí. Me estoy preparando para ser pastor. No sé si podré serlo en los 5 años que dura el Seminario, por el alto valor de los módulos v/s mis ingresos, pero saldré como pastor. Tomando lo mejor de mi abuelo Carlos y lo mejor de cada uno de los mencionados anteriormente.

Ah… en el futuro, cuando termine mis estudios, no me digan pastor. Soy y seré el Jano.

(Felipe Milla: Porfa, hazle llegar mis agradecimientos al Toño. Alguien de la ACyM que haga lo mismo con Héctor porfa)

jueves, abril 21, 2011

Iglesia sin vicios

La Iglesia original, la Iglesia madre, esa recién salida de las manos creativas del Espíritu Santo en el Pentecostés y descrita en el libro de los Hechos… ¿cómo es ella?

Primero, en ella encontramos una intensa devoción hacia la verdad divina, lo cual es fundamental. “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles…”; he aquí la llave: la enseñanza de los apóstoles, que estaba compuesta de su fe, experiencia y aprendizaje con Jesús. De esta enseñanza y de esta creencia salió el Credo de los Apóstoles, una especie de sumario de toda la enseñanza de los apóstoles registrado en la Biblia.

Segundo, había adoración. La Iglesia no es un movimiento en pro de causas. Ella representa la reunión de los creyentes para adorar a Dios. El texto nos habla de amistad (amor fraternal), de compartir (el partimiento del pan) y de las oraciones.

Hay también una tercera pincelada en el cuadro: la unidad. Tal unidad era demostrada en el amor entre ellos, en el cuidado de los unos para con los otros, en el compartir sus propios bienes, especialmente los bienes espirituales, fruto de la recomendación del Señor: “Esto les mando: que se amen los unos a los otros”; sólo de esta manera la Iglesia logra que se le reconozca como el lugar de reunión de los santos. Y finalmente era esto lo que atraía a las demás personas a ser parte de esto.

El Señor hace crecer a la Iglesia

"Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos" Hechos 2.47

No era fácil aceptar el mensaje de la iglesia cristiana. Como Pablo declaró una vez, este mensaje “es una ofensa para los judíos y es una locura para los no judíos”. Pero ese era el único mensaje que la iglesia tenía y era detestable para las personas. Era absurdo que, a pesar de eso, la iglesia creciera. Pero lo hizo.

El secreto consiste en ese trabajo “paralelo” o “marginal”, realizado de manera invisible y que es revelado a nosotros por medio de la Biblia: “Y cada día el Señor juntaba… las personas que iban siendo salvas”. Y sólo así la iglesia creció. Dios dio el crecimiento. Fue por el toque de Su Espíritu Santo y por Su poder actuando por intermedio de las predicaciones de Su Palabra.

Nadie jamás se sumará a una iglesia sin que Cristo le coloque ahí. El hecho de que el Señor es quien va sumando los nuevos miembros nos despierta y anima. No tenemos que preocuparnos del crecimiento numérico, porque sólo Él da el crecimiento.

Eso no depende de nuestro talento. Depende solamente de la gracia y del poder de Jesús, por medio del Espíritu Santo, proclamando fielmente la Palabra de Dios.

Nuestro rol es ser fieles, ORAR, dar testimonio y hablar del Evangelio. El resto lo pone nuestro Dios.

miércoles, abril 13, 2011

Misericordia

Mucho hemos hablado en mi congregación (www.iglesiauno.cl) sobre las virtudes de Jesús y los frutos del Espíritu. Leyendo sobre cada una de las virtudes de Cristo, la misericordia es una que habla fuerte pero a la que más oídos sordos hacemos.

En Zacarías 7.9 el profeta nos enseña que debemos ser honestos y correctos y que tratemos con bondad y compasión los unos para con los otros.

Jesús enseñó y llevó un vida de compasión y los que nos decimos seguidores debemos y se nos exige vivir de la misma manera. El cuidado compasivo por los otros es la demostración clara de la manifestación del Reino de Dios. El Reino se manifiesta por medio de actitudes de misericordia, pues la misericordia es una ayuda no merecida.

Misericordia no es solo entregar un pedazo de pan o una frazada de campaña... también es recibir con amor y alegría al que incluso ama a otro dios diferente al nuestro.

“Finalmente, Cristo nos llama a mostrar misericordia a aquellos que sufren, incluso si ellos no lo merecen” - John Piper