viernes, octubre 19, 2012

Tatuajes: todo un tema.

Ante varias preguntas al respecto, publico un nuevo artículo sobre el tema. Se suma al anterior que ya está publicado acá. Espero que sea de bendición para ustedes.




Hacerse o no un tatuaje… un tema de principios.
Las escrituras declaran que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, según 1ª Corintios 6.19 “¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños” 
Siendo así, es sensato conocer cuál es el padrón de Dios para este templo.
El texto que más se usa para argumentar en contra del uso de marcas en la piel es Levítico 19.28 No se hagan heridas en el cuerpo por causa de los muertos, ni tatuajes en la piel. Yo soy el Señor
Pero así y todo, no tenemos explicitado claramente un mandamiento sobre este tema en las escrituras; pero tenemos algunos principios que pueden ayudarte a decidir sobre esto.
No es una norma, pero puede ayudarte a discernir entre hacer algo o no hacerlo.
Principio 1: Lo que quiero hacer, ¿es útil y provechoso, tanto física, mental y espiritualmente? ¿Conviene que lo haga?
“Todo me está permitido, pero no todo es para mí bien” [1ª Corintios 6.12a]
Principio 2: Lo que quiero hacer, ¿puede dominarme?
“Todo me está permitido, pero yo no dejaré que nada me domine” [1ª Corintios 6.12b]
Principio 3: Lo que quiero hacer, ¿ofende a otros? ¿Los escandaliza?
“Por lo tanto, si mi comida ocasiona la caída de mi hermano, no comeré carne jamás, para no hacerlo caer en pecado” [1ª Corintios 8.13]
Principio 4: Lo que quiero hacer, ¿glorifica a Dios?
“En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” [1ª Corintios 10.31]
Sabiendo que no somos guiados por reglas sino que por el Espíritu Santo, y que el modo por el cual el Espíritu Santo nos guía es la Palabra de Dios, lee y medita en cada cosa expuesta aquí y ora para que la voluntad de Dios se cumpla en tu vida en todo lo que hagas.


Hacerse o no un tatuaje… un tema del corazón.
Pienso que si predico que no usen tatuajes (o aros o un jeans) por la imagen de la tradición, por la exaltación de la denominación, por la gloria de la imagen moral de sí mismo, dejamos a Dios en un segundo plano y la predicación en contra del tatuaje pasa a ser pecado, porque desvía la mirada hacia la gloria de Dios y la coloca en las actitudes morales.
De la misma manera, si me hago un tatuaje para reafirmar mi identidad, para ir en contra del sistema, para jactarme de  mi libertad en Cristo, para atraer las miradas de las personas, entonces el uso del tatuaje (o de un aro o de un jeans) se torna pecado, porque se coloca un placer pasajero en el centro de mi vida, colocando a Dios de lado.
Sea cual sea la opción podemos darnos cuenta que el problema de fondo es el objetivo del corazón del creyente.
Simón el Mago, relatado en Hechos 8.9-25, buscaba gozar de los dones del Espíritu (los cuales Pablo nos insta a buscar), pero Simón en Mago lo hacía con objetivos totalmente carnales y no regenerados. Si hacemos o nos abstenemos de algo guiados por nuestros propios deseos no regenerados, cometemos pecado. O sea, si nos tatuamos o no nos tatuamos basados en nuestros propios deseos, cometemos pecado.


Hacerse o no un tatuaje… un tema símbolos.
Levítico 19.28 condena el tatuaje en el Israel antiguo. Esa prohibición era parte de el denominado “Código de Santidad”, una sección amplia de Levítico dedicada a leyes que fueron dadas a Israel para distinguir al pueblo de Dios de las naciones que le rodeaban. Los gentiles usaban tatuajes, por lo tanto, Israel no debería usarlos pasa así tener una demostración visible de que Israel era un pueblo santo, separado para Dios. A partir del contexto de Levítico 19.28 podemos percibir que los tatuajes eran específicamente prohibidos eran aquellos realizados como parte de una ceremonia pagana (especifica “por tus muertos”), a pesar de que algunos piensen que es una prohibición amplia en contra de todos los tatuajes.
Este planteamiento se confronta con la venida de Cristo, quien derribó el muro divisorio entre judíos y gentiles (Efesios 2.12ss). Específicamente, esto significa que las leyes que fueron dadas para separar a Israel del resto de las naciones ahora son contraproducentes si las aplicamos de la misma forma que el Israel antiguo las observaba. Debemos adaptar nuestra aplicación de la ley para seguir y cumplir el propósito de la ley a la luz de los cambios que Cristo trajo.
Considera el ejemplo de la circuncisión. Este mandato distinguía a Israel de los cananeos en la Tierra Prometida. Pero el nuevo testamento nos enseña claramente que, para ser santo delante de Dios, ya no se requiere más de la circuncisión (Romanos 2.17-29; Gálatas 2.11-21). La circuncisión era un símbolo exterior de la dedicación a Dios. Pero ese símbolo exterior, que dividía a los pueblos racialmente, deja de ser útil. El pueblo de Dios procede ahora de toda nación (la promesa de Dios a Abraham), de quienes se humillan ante Dios para tener un corazón puro (Romanos 2.29), cosa requerida igualmente en el Antiguo Testamento, y el símbolo externo de esta pertenencia, de entrada en el nuevo pacto, es el bautismo, que erradica cualquier connotación racial y substituye la circuncisión, como dice Colosenses 2.6-23.
Hay que dejar claro que no todo lo que aparece en el “Código de Santidad” tiene este mismo objetivo. Recordemos lo que Cristo dice cuando le preguntan cuál es el mandamiento más importante y responde que amar a Dios y al prójimo. Las leyes morales ayudaron a Israel a distinguirse de las otras naciones.
Ahora, si hay alguien que piensa que el tema de los tatuajes es un asunto moral, entonces que esa persona se abstenga. Yo, personalmente, no tengo razones para pensar que los tatuajes sean una cuestión moral. Bíblicamente no encuentro argumentos que demuestren relación entre tatuaje y moral. Si pensamos que es algo moral, entonces deberíamos aplicar el mismo principio en cosas como que los hombres no se pueden cortar el cabello en redondo ni despuntarse la barba (Levítico 19.27). Estas prácticas son inocentes en sí mismas, pero eran abominación en el Israel antiguo porque estaban asociadas a rituales paganos como la adivinación, rituales de muerte, prostitución cúltica, etc., como relata Levítico 19.26-31.
Si las acciones no poseen asociaciones perversas en nuestro tiempo, entonces no existe ninguna razón para prohibirlas.

lunes, octubre 01, 2012

Pasos para encarar las misiones urbanas.

Ruego a todos los cristianos que están preocupados por hacer la voluntad de Dios y por alcanzar a las personas para Cristo a considerar el desafío de las ciudades en crecimiento que hay en todo el mundo. Un desplazamiento tan numeroso de personas debe tener detrás un propósito divino, y requiere nuestra respuesta.

La pregunta no es si preferimos vivir en las ciudades, la pregunta es si iremos allí donde se necesitan obreros y donde Dios quiere que vayamos. Es la misma pregunta que Dios le hizo a Jonás, el profeta. Las ciudades ofrecen oportunidades únicas para alcanzar a grandes números de personas con el evangelio de Jesucristo y extender su reino en la tierra.

Quisiera sugerir algunos pasos para quienes están empezando a darse cuenta de lo que las misiones urbanas pueden lograr –en términos del reino de Dios- y están dispuestos a explorar lo que Dios se propone.

Lo primero y más importante es tu propio desarrollo espiritual. El ministerio en las ciudades requiere que te pongas “toda la armadura de Dios” (Efesios 6), no sólo una vez o en forma ocasional, sino a diario. Por lo tanto, amplía tus horizontes espirituales. Procura algo más que tu desarrollo espiritual individual, involúcrate en ministerios relacionados con la iglesia, y en aquellos en los que tengas que pagar un costo personal a fin de contribuir al desarrollo de otros.

En segundo lugar, conviene que te comprometas en alguna clase de obra misionera urbana organizada. Esto te dará experiencia valiosa y pondrá a prueba tus dones para el ministerio. Ofrécete a un pastor, evangelista o misionero urbano como “aprendiz”. Observa cuidadosamente cómo usa el Señor a sus obreros. Aprende todo lo que puedas acerca de cómo presentar el Evangelio a diferentes grupos de personas y cómo responder a sus diversas necesidades.

Tercero, lee libros y periódicos que se ocupen de la labor misionera en las ciudades y aprende todo lo que puedas sobre diferentes modelos de ministerio urbano. Si puedes, toma un curso sobre ministerio en las ciudades, en alguna escuela o seminario bíblico; algunas instituciones ofrecen programas especiales sobre misión urbana.

Cuarto, investiga una ciudad en particular. Comienza estudiando un mapa de la ciudad e identificando sus diferentes secciones: áreas comerciales, zonas industriales, barrios residenciales entre otros. Observa más de cerca las áreas donde está creciendo la población y la clase de personas y de culturas que se encuentras allí. Luego elige un vecindario concreto y estudia su gente: su religión, su cultura, su idioma y su condición social. Investiga sobre sus necesidades espirituales, sociales y materiales. Averigua si hay iglesias activas orientadas hacia los grupos que hablan idiomas distintos.  Piensa en formas en que sería posible extender el Reino de Dios en este vecindario en particular.

Siguiendo estos pasos aprenderás cómo llega a ser un misionero efectivo y promover el Reino de Cristo en el sitio más estratégico en el mundo en este momento: las ciudades.

(Tomado del capítulo 14 del libro ¡Vayan y hagan discípulos! de Roger Greenway)