viernes, enero 11, 2013

Misionando...

Este extracto me hizo llorar, porque es uno de mis anhelos. Es como me gustaría que suceda con mi vida... (El siguiente texto es un extracto de la historia de cómo nace la iglesia Four Corners Church. Aparece en el libro 'Plantador de Iglesias' de Darrin Patrick)

En enero de 2007 dejé un cómodo trabajo en mi iglesia por algo más radical. Había seguido leyendo los Evangelios una y otra vez y seguía viendo a Jesús como "amigo de los pecadores". Fui buscando en mi teléfono y miré mi agenda. Me sentí consternado. No tenía ningún amigo que no fuera creyente. Toda la gente relacionada conmigo era cristiana, blanca, de clase media alta, republicana. No conocía a ningún "pecador". Empecé a pensar 'Dentro del cinturón bíblico, ¿quién no conoce a Jesús y por qué?'. Pensé en el contexto del bar local, en la comunidad homosexual.

Dios me dijo que abandonara mi trabajo en la iglesia y que fuera al centro de la ciudad, a un bar de ambiente homosexual llamado Álamo, y que consiguiera un trabajo allí. La clientela es única y el personal iba cubierto de mangas de tatuajes y eran bastante francos en cuanto a su ateísmo. Pensé para mis adentros: "¡Perfecto!".

Conseguí un empleo detrás de la barra, que consistía en reponer las neveras y limpiar el lugar. Trabajaría como maestro sustituto de 7:45 de la mañana a 3:15 de la tarde y, a continuación, iría al Álamo de 4:00 de la tarde a 2:00 de la madrugada, cuatro días a la semana. Comencé manteniendo conversaciones con los demás trabajadores y los patrones, fui conociéndolos y, poco a poco, se abrieron oportunidades para hablar acerca de la persona y la obra de Cristo.

Finalmente logré que me escuchara la dueña del Álamo, Amy Murphy. Era una lesbiana de treinta y siete años que se autoproclamaba atea y que descubrió que yo estaba plantando una iglesia. Un día se interesó por ello y cuando le contesté que estaba organizando una reunión en mi casa para gente interesada en la iglesia, me preguntó si podía asistir. "Por supuesto", le contesté. Para mi sorpresa, lo hizo.

Tras la reunión, Amy se me acercó y me comentó: "Necesitas un lugar mayor para la iglesia". Riendo, le respondí: "Claro, ¿por qué no me das el Álamo?". En un momento lleno de gracia y de máxima sorpresa, ella me espetó: "Ok. Eso está hecho". Y así fue. Me hizo saber que nos lo dejaba sin tener que pagar alquiler alguno, y empezamos a congregarnos allí al domingo siguiente.

Meses más tarde, Amy y yo estábamos sentados en su patio trasero, un día de verano, comiendo barbacoa, y me confesó: "Siento como si tuviera un nuevo corazón. Me paso el tiempo orando y pidiendo a Jesús que me perdone por mis pecados y me ayude a vivir para él en el trabajo. Esta actividad es una locura. Lo que quiero decir es que, en estos últimos meses, supe en todo momento que Dios estaba conmigo, pero ahora siento como si, en realidad, estuviera dentro de mí. ¿Es eso normal?".

Fue un inmenso placer para mí poder decirle a Amy en aquel momento que Jesús la había salvado, que lo que estaba percibiendo y experimentando era uno de los principales beneficios de la salvación: que el Espíritu de Dios morara en su interior. 

Desde entonces, Amy ha abierto otros bares en Atlanta y sus alrededores y quiere ayudar a que se planten otras iglesias en sus espacios, para que más gente pueda conocer a Jesús.