lunes, febrero 08, 2016

Comprendiendo a los "sin-iglesia"

Comparto esta investigación que realicé en el contexto académico del Seminario Teológico Presbiteriano José Manuel Ibáñez Guzmán de la Iglesia Presbiteriana de Chile.
Ya hace algunos años vengo leyendo sobre este fenómeno y, durante los últimos años, he podido ver un patrón que se repite. Son investigadores serios (Pew Research y Latinbarómetro) quienes tienen la más respetable opinión sobre el fenómeno. Eso, sumado a la labor pastoral de estos últimos años, me llevan a concluir lo que versa en este escrito.

INTRODUCCIÓN
Como Licenciado en Comunicación y Publicista, siempre me llamó la atención algunos conceptos del marketing y de las comunicaciones que son usados fuera del área que compete a la comunicación publicitaria. Uno de ellos es el neologismo fidelización. Se trata de un término del área de la publicidad y el marketing que se explica como el deseo de las empresas a que sus clientes o consumidores se mantengan fieles a ellas y sus productos. Especialmente en los sectores donde hay una gran competencia, es un objetivo altamente deseado. Evidentemente la fidelidad de las personas a un determinado proveedor o prestador de servicios puede no tener ninguna implicación ética. Si una persona es cliente de una determinada pizzería “a”, sin motivo puede cambiarse a otra “b”; o usando su portabilidad se cambia de compañía de telefonía celular según los beneficios que una u otra le pueda dar. Esto no tiene mayores consecuencias sino sólo dentro de la mercadotecnia.
En otras esferas, la fidelidad adquiere una importancia mucho mayor, como es el caso de la política partidaria. En Chile, durante los últimos años, hemos visto nacer al menos tres movimientos políticos que se desprenden de la mano de políticos que pertenecían a ciertos partidos pero que, por diferencias de opinión con el grueso del partido, terminaron saliendo de los que eran sus partidos, como es el caso del Partido Amplitud, el Partido Regionalista Independiente o el Partido Progresista, entre otros. Muchos de los políticos involucrados en estos cismas son considerados como “infieles”. Atentos a lo que se viene para la UDI.
Pero también me llama profundamente la atención que este concepto haya llegado con fuerza y para quedarse a la esfera eclesiológica. Es un hecho conocido que muchas de ellas han estado preocupadas pode un considerable éxodo de miembros. Muchas veces se realiza grandes esfuerzos para atraer nuevos adeptos, para terminar perdiéndolos por los más diversos motivos.
El objetivo inicial de esta monografía era poder buscar los motivos del por qué ocurre este fenómeno del creciente el número de evangélicos que salen de sus iglesias. Como decíamos, partimos inicialmente suponiendo que un gran porcentaje salía de sus iglesias por causa de frustraciones, decepciones y escándalos en diversas denominaciones evangélicas. El hecho es que están saliendo de sus iglesias y creando, probablemente sin quererlo, un nuevo movimiento que en algunos países se le ha dado el nombre de “movimiento de los sin iglesia”[1].
Pero no es sólo en la iglesia que tenemos un descontento, sino que también en otras instituciones y organismos sociales.
Carlo Galli, respecto de la democracia, dice que existe un malestar con ella, porque ha sido arrastrada por las transformaciones del mundo. Este malestar va acompañado por la idea de que estamos siendo engañados (idea muy típica del siglo XX y que se extiende al siglo XXI)[2]. El tema de los descontentos y desafiliaciones, como decíamos, es más común de lo que podemos imaginar.
Pero al referirnos nuevamente al fenómeno de desafiliación en la iglesia, tenemos que ver los informes de quienes ya están estudiándolo. De hecho, la declinación de la población que se declara católica, por ejemplo, es un proceso que se puede rastrear al menos en los últimos cuarenta años, aunque tiene raíces anteriores.
Nosotros suponíamos que la crisis moral tenía mucho que ver en este asunto, pero la llamada “crisis de los abusos sexuales” que ha sacudido a la iglesia católica en la última década, tiene poco que ver con estos procesos de más larga data, aunque es posible que una cierta reacción secularizante de jóvenes en los últimos años tenga alguna relación con esta crisis. Y es lo que queremos averiguar.
Por último, no podemos dejar de pensar que si la gente está saliendo, a algún lugar está yendo. Es casi imposible que la gente simplemente se quede sin su comunidad de fe. De hecho, considerando que hay un malestar generalizado con las instituciones, no podemos dejar a la gente sin una comunidad. Queramos o no, las comunidades son espacios donde nos podemos sentir libres. Marx define la libertad como una relación lograda con el otro:
Solamente dentro de la comunidad con otros todo individuo tiene los medios necesarios para desarrollar sus dotes en todos los sentidos; solamente dentro de la comunidad es posible, por tanto, la libertad personal[3].

ASPECTOS GENERALES
Según Galindo, un movimiento, “a diferencia de una idea, tiende por naturaleza a difundir determinados conceptos, ganar el mayor número posible de adeptos y hacer prevalecer ciertos ideales e intereses”[4]. Siguiendo la misma idea de Galindo, podemos considerar el movimiento de los 'sin iglesia' como un Nuevo Movimiento Religioso por las características que este movimiento tiene, tales como que surge como algo “nuevo” en relación a la religión existente, es un movimiento de pequeños grupos, buscan romper con los dogmas, el rito (principalmente el culto), se origina en la crisis (moral y de credibilidad) de la iglesia y, sumado a las características del mundo post-moderno (sobre todo aquellas relacionadas con la exaltación de todo lo no institucionalizado, carente de compromiso, por mencionar sólo dos), se ha ido posicionando en la sociedad cristiana, principalmente la evangélica.
Cristian Parker también percibe a este grupo. Parte de la base de que ya que “el sujeto religioso tiene muchas más oportunidades de escuchar doctrinas y prédicas que se emiten de una gama muy variada de púlpitos[5]” (gracias a la Internet); comienza a identificarse con frases como “Todas las religiones dan lo mismo, lo importante es creer en Dios”; “La iglesia y los curas me aburren”; “Yo soy católico a mi manera, me carga que me impongan cosas”. Este tipo de frases van generando nuevas clases de auto identificación, como “creyente a mi manera”[6].
Por otra parte, algunos investigadores cristianos (de los Estados Unidos) ya nos han acercado al fenómeno; para ellos, el movimiento de los sin iglesia se trata de personas que están desconectados de la iglesia por diversos motivos, pero que no son criaturas extraterrestres con las que los conectados con la iglesia no tengamos nada en común. De hecho, muchos no están contra la iglesia ni la religión[7]. Son estos desconectados de la iglesia de Rainer los que son parte de nuestro movimiento sin iglesia; más adelante los identificaremos según sus características y definiremos algunos puentes de acercamiento con este grupo o nuevo movimiento religioso que, como veremos a continuación, no es tan nuevo como nosotros podríamos pensar.

DIMENSIÓN HISTÓRICA
El problema de la evasión de seguidores es posible verlo en el Nuevo Testamento, desde la época del ministerio de Jesús. Es bastante conocido el episodio en que, después de un discurso contundente, muchos de los seguidores de Jesús dejaron de seguirlo (Juan 6.66). En la iglesia primitiva, el abandono de la comunión cristiana generalmente estaba asociado a la apostasía, a la deserción de la fe, siendo condenado vigorosamente. Esa es la actitud del autor de primera epístola de Juan, que se refiere a los desertores como “anticristos”, agregando que “Aunque salieron de entre nosotros, en realidad no eran de los nuestros; si lo hubieran sido, se habrían quedado con nosotros. Su salida sirvió para comprobar que ninguno de ellos era de los nuestros.” (1ª Juan 2.19). En la primera epístola a Timoteo, Pablo afirma que, en los últimos tiempos, algunos apostatarían de la fe (1ª Timoteo 4.1). Es importante recordar que los primeros cristianos entendían estar viviendo en los últimos días. Así, la realidad de la apostasía era algo contemporáneo y no solamente futuro. La epístola a los Hebreos pelea mucho con la problemática del abandono de la fe, exhortando a los creyentes a perseverar en el evangelio (2.1-3; 3.12-13; 6.11-12). A cierta altura, el autor deja claro que la deserción de la comunidad cristiana era una realidad en aquellos días, pero apela a sus lectores para que resistan contra eso: “No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.” (Hebreos 10.25)
Esa problemática continuó existiendo en los tres primeros siglos de la era cristiana, período en que el cristianismo era considerado una religión ilegal. Las dos principales causas de alejamiento de la iglesia eran la fascinación con las herejías o las religiones alternativas y/o el temor a la persecución, según leemos en las Escrituras y en las múltiples cartas de los padres de la Iglesia. Muchos cristianos dejaban la “Iglesia” fiel al legado de Cristo y los apóstoles, para unirse a manifestaciones heterodoxas como el gnosticismo, el montanismo, el marcionismo y otros movimientos. La literatura cristiana antigua está llena de alusiones a esos grupos y a los males que causaban a la Iglesia y a sus fieles.
En el contexto de las persecuciones, un gran número de personas abandonaban la comunidad cristiana, justamente para no ser sometidas a los sufrimientos resultantes de la acción represora del estado. Sin embargo, cesada la persecución, surgía un difícil problema pastoral a ser enfrentado por los obispos y líderes de la Iglesia. Muchos de esos individuos que habían negado a Cristo y se entregaron a la idolatría y otras prácticas, se arrepentían y manifestaban el deseo de retornar a la iglesia. Las actitudes de los obispos variaban en relación a tales personas: algunos de ellos, adoptando una postura tolerante, los reintegraban con relativa facilidad; otros, conocidos como “rigurosos”, los sometían a un largo y arduo proceso de re inserción en la comunidad cristiana. En algunos casos ese proceso podía durar toda la vida y el individuo era readmitido a la comunión en su lecho de muerte, sólo si se hubiese mantenido fiel hasta entonces. Esa situación genera el desarrollo del sacramento de la penitencia, que estaba destinado a hacer frente a la realidad del pecado en la vida de los bautizados[8].
Con el adviento de la era Constantina al inicio del siglo cuarto, marcada por la alianza de la iglesia con el estado y por el surgimiento del cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, el problema de la deserción tomó nuevas formas. Ahora, siendo la iglesia mayoritaria y aliada al poder civil, era altamente deseable permanecer en ella, y muy arriesgado abandonarla. Surgió así una inversión de situaciones: mientras en los tres primeros siglos muchos abandonaban la iglesia para no ser perseguidos, ahora esa deserción se tornó motivo de castigo. Un obispo español, Prisciliano, y algunos de sus seguidores, fueron los primeros individuos en ser ejecutados por herejía en la historia del cristianismo en 385[9].
Tal situación perduró a lo largo de toda la Edad Media. En el contexto de la “cristiandad”, o sea, la sociedad europea fuertemente influenciada por la Iglesia Romana, el problema del abandono de la iglesia o de la fe fue relativamente minimizado. Todas las personas eran bautizadas en la infancia y se tornaban cristianos nominales. Los súbditos de un estado eran al mismo tiempo miembros de la única iglesia. Ciudadanía y fe se equivalían. En ese contexto, no había ninguna tentación u oportunidad para abandonar la comunidad eclesial. Esa realidad se alteró profundamente con el surgimiento de la Reforma Protestante. Ese movimiento rompió el cristianismo e introdujo el principio de la diversidad religiosa en el contexto cristiano europeo. Este hecho incentivó el tránsito de las personas de una confesión religiosa a otra. Además de eso, el advenimiento de una mentalidad secularizada, asociada con el Renacimiento y el Humanismo, llevó a muchas personas a simplemente rechazar cualquier religiosidad institucional.
Curiosamente, por un buen tiempo las nuevas iglesias protestantes mantuvieron la mentalidad hegemónica del catolicismo medieval. En todas las naciones o regiones protestantes había una iglesia oficial, fuese ella luterana, reformada o anglicana, y los adeptos de otros grupos eran sometidos a diversas restricciones. La única excepción eran los anabaptistas, que rechazaban cualquier asociación entre iglesia y estado. Ese sistema se transfirió a las colonias inglesas de América del Norte, donde cada colonia tenía su propia iglesia oficial y los disidentes sufrían serias limitaciones e incluso castigos, como ocurrió con los cuáqueros en Massachusetts. Finalmente, con la independencia americana y la consagración de la norma constitucional de separación entre iglesia y estado, surgió el fenómeno conocido como denominacionalismo, o sea, una situación en que las más diversas confesiones religiosas tienen exactamente el mismo estatus y plena igualdad delante de la ley, donde nadie puede ser castigado por pertenecer a este o a aquel otro grupo confesional, o a ninguno de ellos[10].
Evidentemente esta situación estimuló mucho más la infidelidad eclesiástica. Como las personas ahora tenían muchas opciones religiosas y no sufrían ninguna sanción, se cambiaban de una a otra con frecuencia. Otras personas, por diferentes razones, simplemente dejaban sus comunidades de origen y no se afiliaban a ninguna otra, optando por una vida irreligiosa.

ESCENARIO ACTUAL Y LOCAL
Probablemente este fenómeno ha sido mucho más estudiado dentro del catolicismo romano que dentro de las iglesias evangélicas y/o protestantes. De hecho, el informe del Pew Research Center[11] comienza hablándonos de los 425 millones de católicos (casi el 40% del total de la población católica mundial), del papa latinoamericano y de que la identificación con el catolicismo ha disminuido en toda la región. Según datos históricos, hasta la década de 1960, al menos el 90% de la población de América Latina era católica. Hoy llega sólo al 69% de los adultos de toda la región. Estas pérdidas se deben principalmente al cambio religioso, donde muchos latinoamericanos se unieron a iglesias evangélicas protestantes o que rechazaron en general la religión organizada[12].
Chile no escapa de la tendencia de la región. Sólo tomando como referencia los censos, la población católica habría decrecido en alrededor del 25% en los últimos 50 años[13]. Y es que el catolicismo chileno se encuentra doblemente desafiado por el progreso de la población evangélica, por un lado, y la población que no declara ninguna religión, por otro.
En particular en esta monografía no nos detendremos a analizar el cambio de confesionalidad de las personas, sino que lo acotaremos en lo referente a los sin iglesia o, como dicen algunos informes, los que no declaran religión o rechazan la religión organizada.
Respecto de ello, el Pew Research Center reconoce que el panorama religioso de América Latina se está transformando por aquellos que han prescindido de toda filiación a la religión organizada. Para este centro de estudios, la categoría sin afiliación comprende a aquellos que se describen a sí mismos como ateos, agnósticos o sin una religión en particular. Según el informe, la mayoría de las personas que no tienen afiliación dicen que no tienen una religión en particular, en lugar de describirse como ateos o agnósticos. En Chile, el 11% de los que se declaran no afiliados se describe como sin religión particular[14].
Otro informe que nos refuerza la situación actual es el último informe Latinbarómetro[15], que destaca el alto nivel de secularización de Chile y Uruguay. Sobre Chile, el informe identifica al país como el segundo en la región donde se ha producido un proceso de secularización, aunque no tan acelerado como en Uruguay. Para 1995, Chile tenía un 74% de Católicos con 65 puntos de diferencia con ateos/agnósticos/sin religión con un 8% o evangélicos con 9%. Para 2013, Chile pierde 17 puntos porcentuales de católicos llegando al 57% y los sin religión (ateos/agnósticos) aumentan a 25%, acortando la distancia entre ambos a 32%. No se puede decir que Chile no tiene una mayoría de católicos en su población, pero sí dejó de ser la religión dominante. Según este informe, el proceso de secularización en Chile es el más sorprendente porque Chile no tenía una tradición de agnosticismo hace dos décadas. Se trata, entonces, de un fenómeno nuevo[16].
Para el Centro de Políticas Públicas de la PUC, no se han podido establecer con exactitud motivos en el declive de la población católica. Podría haber influenciado desde la radicalización política de los años sesenta, la actitud de la Iglesia Católica durante la dictadura (sin contar los efectos de la represión y el exilio en la mentalidad secularizadora), e incluso apuntan al impacto de la crisis de los abusos sexuales en el último decenio. Pero sí identifican una crisis de confianza que podría generar estos cambios respecto de la identificación religiosa, y que residiría en actitudes, creencias y hábitos más profundos. También debe considerarse, según ellos, que la identidad religiosa se encuentra vinculada con la lealtad institucional de la que ya habíamos hablado[17].
Son diversos los actores que han notado que la creencia religiosa requiere, como ninguna otra, el respaldo de una práctica viva y activa, sin la cual se erosiona y desvanece irremediablemente. Creer no es lo mismo que pensar o preferir algo que admite mucha mayor pasividad e inconsecuencia. La probabilidad de sostener la creencia al margen de cualquier actividad significativa es baja y lo es todavía más la capacidad de transmitirla a otros, especialmente en un contexto religioso desafiado.
La creencia pasiva se puede todavía sostener en ambientes de unanimidad religiosa, pero se vuelve cada vez más improbable cuando se ha abierto un proceso de secularización. Según el citado informe de la PUC de Chile, la transmisión parental de la creencia en un contexto de alta secularización es compleja y menor al 0,5% incluso cuando ambos padres creyentes transmitan su fe a sus hijos[18].
Pero, ¿qué significa estar dentro de un contexto religioso desafiado?, ¿a qué apuntan las investigaciones cuando afirman que estamos frente a un contexto de alta secularización?, ¿qué influencia podría tener la ya mencionada crisis de confianza en las instituciones?
Sin ir más lejos, el informe Latinbarómetro nuevamente nos entrega cifras alarmantes: a nivel de América Latina, la confianza en la Iglesia Católica baja de 76% a 73%, doce puntos entre 1996 y 2013. Pero en Uruguay, la confianza en la Iglesia Católica sólo alcanza el 48% y en Chile apenas llega al 44%. En una región tan desconfiada como la nuestra lo que más confían los latinoamericanos son los familiares, en segundo lugar está la Iglesia Católica[19].
El mundo se está secularizando y vemos sus efectos sobre la falta de identificación con las instituciones.

ENTRE SECULARIZACIÓN, DESECULARIZACIÓN Y CRISTIANISMO DE MERCADO
A partir de la segunda mitad del siglo 20, el mundo occidental declaró que la religión estaba muerta. Gradualmente los asuntos de la fe fueron siendo colocados al margen de la vida pública y se hicieron prácticamente irrelevantes para el mundo político. A ese movimiento de descentralización de la religión, Peter Berger y otros le dieron el nombre de secularización, proceso que el teólogo Wolfhart Pannenberg atribuye a la renuncia de la iglesia medieval por el control de la propiedad y que, según Berger, gana aliento con la Reforma Protestante. Con la disminución de la influencia de la iglesia, el público se volcó al campo de la razón. La experiencia religiosa queda restringida a la vida privada.
En la actualidad nos encontramos inmersos en un profundo debate sobre uno de los grandes paradigmas socio-filosóficos clásicos: el de la secularización. Esto en la medida en que hay disonancias radicales respecto de la vigencia actual de este paradigma o si, por el contrario, la secularización ocupa ya un lugar secundario como cosmovisión, en virtud de un nuevo marco de legitimación religioso: la resacralización, el encantamiento del mundo o, como también se denomina, como una forma de ruptura con el anterior modelo: la desecularización.
Pero, como dice Matt Bonzo[20], con este esbozo de la teoría de la secularización, podemos llegar a una interpretación bastante simplista de la historia: mientras más una nación se moderniza, más la religión queda al margen[21]. Pero Bonzo es contrario a esta idea. De hecho, es de la idea de que la religión no es que esté reemergiendo, sino que ella realmente nunca se fue, a pesar de los altos índices de secularización y abandono de las iglesias que podemos observar. Para defender esta postura, basta seguir la revisión hecha por Berger. La secularización ya no es vista como algo inevitable en el proceso de modernización de un país, al punto de que la religión simplemente ha florecido en nuevas formas. Según este profesor, la interpretación de la realidad en términos espirituales no se presenta de manera cristiana u ortodoxa o con un lenguaje tradicional, sino mediante una presencia espiritual en las instituciones y prácticas culturales. No es en vano que este elemento religioso/espiritual pueda ser observado en la inmensa cantidad de películas con personajes espirituales como brujas, hadas, hechos paranormales, o la reinterpretación de historias bíblicas en el cine, como El Hijo de Dios, Noé, Éxodo: dioses y reyes, o el remake de Dejados Atrás.
La cara menos agradable de este retorno a la espiritualidad religiosa está en los hitos noticiosos asociados a lo religioso, como la exagerada exposición del lamentable asesinato de los dibujantes de la revista francesa Charlie Hebdo o los cinematográficos videos de asesinatos de parte de ISIS. Sin profundizar en el tema, nos queda claro que, por más secularización que podamos escuchar, los hechos nos dicen que lo religioso no se ha ido. De una u otra forma, como bien dice el filósofo coreano Byung-Chul Han, “ante la falta de una tanatotécnica narrativa nace la obligación de mantener esta nuda vida necesariamente sana. Ya lo dijo Nietzsche: tras la muerte de Dios, la salud se eleva a diosa”[22], reforzando esta idea sobre la espiritualidad.
Lo que aún no está claro es cómo comprender la religión en una era pos-secular y cómo esto se relaciona con la también evidente proliferación de, en este caso, cristianos sin iglesia, sobre todo en nuestro país que, a pesar de la hiperconectividad, siempre reacciona de forma tardía.
Sin embargo, Bonzo apunta a que existe un aspecto que podría hacernos comprender la relación que existe entre los sin iglesia y la desecularización. Para Bonzo, el sociólogo Edin Sued Abumanssur  sugiere que “el proceso de globalización económica y cultural ha generado cambios en la forma como las organizaciones religiosas funcionan, atraen y controlan sus miembros. El elemento que orienta las acciones de las personas ya no es la tradición, sino los modelos sugeridos por los medios”[23]. A pesar de ser una visión, para nuestro gusto, un tanto sesgada, sí concordamos en que las personas tienen profundamente arraigada la mentalidad de consumidores, y particularmente de productos religiosos, donde el producto debe ser hecho según mis necesidades. Tal vez aquí tenemos una respuesta.
La sociedad de consumo fue transformando todo en bien de consumo: educación, afecto, sexo, tiempo. No podía demorar mucho para que, al transformar la religión en un producto de consumo, las personas acabaran sintiéndose defraudadas, (tal vez) no de una cosmovisión, sino de un 'bien de consumo'.
Sin embargo, y a pesar de la búsqueda de apartarse de la religión organizada, el ser humano, como ser gregario, requiere de un desarrollo que se da solamente en lo comunitario, lo que a su vez explica el por qué aquellos que se alejan de la iglesia, también buscan formas de espiritualidad, volviendo a agruparse según sus ideas en común, a saber, un producto según sus necesidades, aunque probablemente no estén pensando en la espiritualidad como un bien de consumo. Lo comunitario sigue siendo necesario.
Al respecto, Byung-Chul Han plantea que ser libre no significa otra cosa que realizarse mutuamente[24], sostenido en la visión de Karl Marx que mencionáramos en la introducción de esta monografía.
Estamos frente a dos necesidades: por una parte el manifestar nuestro derecho de poder elegir un producto según nuestros propios deseos [me desconecto de la iglesia organizada porque no satisfizo mis necesidades espirituales], y por otra parte la necesidad del ser humano de pertenecer comunitariamente a algo. Zygmunt Bauman dice que esto es representativo de la crisis de identidad posmoderna.
Berger dice que el resurgimiento religioso es causa y efecto de la crisis de sentido de la modernidad. Es decir, al mirar la modernidad las estructuras de plausibilidad de sentido y significado tradicionales, hace cada vez más insoportable la situación de incertidumbre y de relativismo existencial y axiológico. Así pues, los movimientos que pretenden dotar seguridades a los individuos adquieren mayor relevancia.[25]
Si la iglesia pretende transformarse en un instrumento de secularización, si los cristianos no quieren tornarse pos-seculares y si el cristianismo no se está transformando en esa religión que nos aplasta y nos fuerza tanto al subjetivismo e individualismo radical como para una espiritualidad globalizada, entonces es nuestro deber funcionar como una comunidad local de cura. Debemos re-narrar el mundo por medio de la gracia y de la hospitalidad y, al mismo tiempo, trabajar para traer el reino de Dios a todas las esferas de la vida, revelando en humildad el señorío de Cristo como camino para la verdadera redención.

SIENDO IGLESIA ENTRE LOS SIN IGLESIA
Esta monografía no pretende simplemente mostrar una realidad evidente y hacer un diagnóstico del mal de la evasión de miembros desde muchas iglesias en nuestro país, sino también proporcionar algunas acciones preventivas y correctivas que pueden ser consultadas por líderes que estén enfrentando este problema. La evasión de miembros es un fenómeno más complejo que lo expuesto en esta monografía, con una multiplicidad de factores. Asimismo se debe tener en consideración que existen algunos sin iglesia que permanecerán en esta postura sin importar de los esfuerzos que se hagan en relación a ellos. Como dice Kimball, “no deberíamos cambiar para coincidir con lo que a la gente le gustaría que fuera la iglesia… tenemos que ser muy cuidadosos en no convertirnos en algo diferente a lo que la iglesia debe ser[26]”. Esto es lo que parecen buscar aquellos que abandonaron la iglesia queriendo ser cristianos, pero sin iglesia. Para ellos, Cristo no dejó una forma de iglesia, la iglesia se dejó influenciar por la filosofía griega en la teología corrompiéndose, la Reforma creó denominaciones, se crearon confesiones de fe que hicieron del mensaje de Cristo algo rígido impidiendo el libre pensamiento, o el hecho de que las Escrituras dicen que donde hay dos o tres reunidos en Su nombre, allí está la iglesia[27]. En este sentido, parece que los sin iglesia olvidan que lo que la Reforma hizo fue retornar, clara y consistentemente, a los orígenes, a la realidad final, Dios; pero igualmente a la realidad del hombre –no solamente a las necesidades personales del hombre (como la salvación), sino también a sus necesidades sociales[28], como afirma Francis Schaeffer.
Augustus Nicodemus también responde a los sin iglesia, primero parándose en un lugar común, como la percepción de que muchos evangélicos confunden la iglesia organizada con la iglesia de Cristo. También les concede la crítica a los sistemas de defensa creados para perpetuar las estructuras y jerarquías de las iglesias organizadas, olvidando que las personas son más importantes que las organizaciones[29]. No obstante, los encara colocando en duda si estos son suficientes argumentos como para dejar a la iglesia. En esto concordamos con Nicodemus cuando dice que mucho antes de que todas las corrupciones planteadas por el movimiento de los sin iglesia surgieran, la iglesia ya había sido establecida por Cristo[30].
¿Cómo debemos entonces abordar esta realidad de los sin iglesia en una sociedad desecularizada? ¡Siendo iglesia! No es descabellado plantearse desde esta posición, a saber, que la mayoría de los sin iglesia son personas desencantadas, ya sea porque se desencantaron de un producto o, en términos generales, de una comunidad que no actuaba como la iglesia que el Señor Jesucristo nos  ha llamado a ser. Como dice el estudio de la PUC de Chile citado anteriormente, si bien es cierto se percibe un cierto dejo de anticlericalismo (que ha estado íntimamente asociado con el secularismo en países de predominio religioso católico), los que declaran ninguna religión de hoy aparecen en la frontera de los que “creen sin pertenecer”, mucho más próximos de los católicos pasivos que de los ateos confesos[31]. O sea, la mayoría de los sin iglesia creen a pesar de no pertenecer, lo que facilita el diálogo para ser una iglesia entre los sin iglesia.
Francis Schaeffer planteó tres elementos necesarios para que la iglesia del Señor Jesucristo sea una fuerza revolucionaria en medio de la desorganización y revolución de nuestros días: (1) la iglesia debe hacer una diferenciación entre ser cobeligerante y ser una aliada; (2) debe cuidar para defender claramente la verdad, tanto en términos doctrinarios como en la práctica, a pesar de que tenga que pagar caro por eso; (3) debe ser más que un simple punto de predicación o centro generador de actividades; debe demostrar la práctica de la comunidad[32].
Muchas veces esperamos que se nos den metodologías para poder acercarnos a estas personas, pero concordamos con Rainer al plantear que ningún programa puede reemplazar a la sencilla comunicación del evangelio[33], a pesar de que los programas y metodologías nos ayudan a tener una mejor percepción. Y es que no podemos dejar de ser iglesia. Al decir de Michael Goheen, "la iglesia tiene una misión establecida por Dios mismo, siendo esta que somos el pueblo de Dios viviendo a la manera de Dios públicamente, ante los ojos de las naciones"[34].
Necesitamos vivir lo que predicamos. Nelson Bomilcar presenta esto diciendo que debemos ser “gente que, transformada por el evangelio, va trayendo sanidad para donde vive, trabajando y sirviendo en la sociedad. Sé que algunos de los llamados sin iglesia se resisten a esta colocación,  ya que buscar sanidad, es un camino trabajoso y arduo. Algunos, sumidos en tanta tristeza, desilusión y descrédito, simplemente no encuentran fuerzas para buscar cura y nuevos horizontes”[35]. Esto es el reflejo de vidas centradas en el mensaje de la cruz.
Schaeffer ya lo decía. No puede ser de otra manera. Para él, la comunidad verdaderamente cristiana está constituida por individuos que ya son cristianos por la obra de Cristo que creen en el Dios vivo por medio de la obra de Cristo que murió en la cruz[36]. Hacer creer a los demás que somos cristianos solitarios, es poco cristiano.
Nuevamente Nicodemus es clave al decir que la religión individualista de los libre-pensadores, eternamente en duda, incapaces de llevar sus pensamientos cautivos a la obediencia de Cristo, un cristianismo sin iglesia, simplemente es otra religión[37].











Bibliografía
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[1] En Estados Unidos recibe el nombre de ‘unchurched’. En Brasil recibe el nombre de ‘desigrejados’.
[2] GALLI, Carlo. El malestar de la democracia. 1ª edición. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2013, p.9-13
[3] HAN, Byung-Chul. Psicopolítica. Herder. Barcelona, 2014, p.14
[4] GALINDO, Florencio. El protestantismo fundamentalista. Verbo Divino, Navarra, 1992, p.202
[5] PARKER, Cristian. Mentalidad religiosa post-ilustrada: creencias y esoterismo en una sociedad en mutación cultural. En publicación: América Latina y el Caribe. Territorios religiosos y desafíos para el diálogo. Aurelio Alonso (Compilador). CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. Febrero de 2008. [Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/alonso/Gumucio.pdf, p.339
[6] Ídem.
[7] RAINER, Thom. Desconectados de la iglesia. Editorial Vida, Miami, 2009, p.15
[8] Cf. WALKER, Williston. Historia de la Iglesia Cristiana. [PDF, s/a], p.100ss
[9] DOUGLAS, J.D. (ed. grl) The new international dictionary of Christian church. 2ª ed. Zondervan. Grand Rapids, 1978, p.804
[10] ELWELL, Walter (ed.) Enciclopédia histórico-teológica da Igreja cristã. Em 1 volume. Vida Nova. São Paulo, 2009, p.409-412
[11] Pew Research Center es un fact tank apartidista que informa al público sobre los asuntos, actitudes y tendencias que configuran a los Estados Unidos y al mundo. El centro conduce encuestas de opinión pública, investigación demográfica, análisis del contenido de medios de comunicación y otras investigaciones sociales de carácter empírico. Todos los informes del centro están disponibles en www.pewresearch.org.
[12] Pew Research Center, 13 DE NOV. DE 2014, “Religión en América Latina: Cambio generalizado en una región históricamente católica”, p.3
[13] Instituto de Sociología del Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica, ABRIL DE 2013, “¿En qué creen los chilnenos? Naturaleza y alcance del cambio religioso en Chile”, p.2
[14] Pew Research Center. Op.Cit., p.15
[15] Latinobarómetro es un estudio de opinión pública que aplica anualmente alrededor de 20.000 entrevistas en 18 países de América Latina. La Corporación Latinobarómetro investiga el desarrollo de la democracia, la economía y la sociedad en su conjunto, usando indicadores de opinión pública que miden actitudes, valores y comportamientos. Corporación Latinobarómetro es una ONG sin fines de lucro con sede en Santiago de Chile, única responsable de la producción y publicación de los datos. Todos los informes de la corporación están disponibles en www.latinbarometro.org
[16] Latinbarómetro, 16 DE ABR. DE 2014, “Las religiones en tiempos del Papa Francisco”, p.17
[17] Instituto de Sociología del Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica, Op.Cit., p.6-7
[18] Instituto de Sociología del Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica, Op.Cit., p.7
[19] Latinbarómetro, Op.Cit., p.23-24
[20] Matt Bonzo es profesor del departamento de filosofía de la Cornestone University en Grand Rapids, EUA.
[21] BONZO, Matt en AMORIM, Rodolfo (ed.) Fé crista e cultura contemporânea. Cosmovisão cristã, igreja local e transformação integral.  Editora Ultimato, Viçosa, 2009, p.155
[22] HAN, Byung-Chul. La sociedad del cansancio. Herder. Barcelona, 2014, p.46-47
[23] BONZO, Matt. Op.Cit., p.159
[24] HAN, Byung-Chul. Psicopolítica. Herder. Barcelona, 2014, p.14
[25] HUETE, Felipe. El problema de la secularización en el pensamiento de Peter L. Berger: de la secularización a la desecularización. ¿Hacia un cambio de paradigma religioso? Tesis Doctoral. Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Filosofía, Universidad de Granada. Granada, 2007, p.600
[26] KIMBALL, Dan. Jesús los convence, pero la iglesia no. Perspectivas de una generación emergente. Editorial Vida. Miami, 2009, p.215
[27] NICODEMUS, Augustus. O ateísmo cristão e outras ameaças à Igreja. Mundo Cristão. São Paulo, 2011, p.154-155
[28] SCHAEFFER, Francis. A igreja no século 21. Edição Especial [A igreja no final do século 20; A igreja diante do mundo que a observa; Um manifesto cristão; O grande desastre evangélico]. Cultura Cristã. São Paulo, 2010, p.172
[29] NICODEMUS, Augustus. Op.Cit., p.156
[30] NICODEMUS, Augustus. Ídem, p.160
[31] Instituto de Sociología del Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica, Op.Cit., p.12
[32] SCHAEFFER, Francis. Op.Cit., p.42
[33] RAINER, Thom. Op.Cit., p.226
[34] GOHEEN, Michael. A igreja missional na Bíblia. Luz para as nações. Vida Nova. São Paulo, 2014, p.75
[35] BOMILCAR, Nelson. Os sem-igreja. Mundo Cristão. São Paulo, 2012, p.75
[36] SCHAEFFER, Francis. Op.Cit., p.51
[37] NICODEMUS, Augustus. Op.Cit., p.161