martes, septiembre 19, 2017

Dos horas tras las rejas

La experiencia de hoy, no tiene comparación. Nada de lo que he hecho en toda mi vida se compara a las dos horas que permanecí, junto a mis hermanos que cumplen condena, tras las rejas. 
Pero lo primero, es lo primero. La llegada habitual a las 09.30, primera reja de control: revisión, providencia 795, dejar llaves, cédula de identidad, revisión de la Biblia y libros que voy ingresando para la biblioteca de los hermanos, timbre azul sobre la piel, timbre de agua (con tinta visible a la luz ultravioleta), credencial colgada en el cuello que debe permanecer siempre visible. Segunda reja, revisión de timbres. Tercera reja, nuestros hermanos nos esperan en ese lugar para conducirnos a la cuarta reja donde podemos entrar por los timbres y la credencial. Detrás de los barrotes de la quinta reja, la del módulo 3, nos espera el hermano Cristian G. Él nos había dicho que en estas fechas siempre había alzamientos de parte de los internos; la necesidad de pasar las fiestas con la familia hace que todos anden hipersensibles. Entre los módulos 3 y 4, hay un intercambio de palabras entre los internos. Un piquete de gendarmes se pasea con cascos, palos y armas. Escuchamos promesas de puñaladas de un lado hacia el otro, antes de entrar.
El cabo Palavecino abre, deja que entremos y luego cierra. Se suma al piquete, mientras nosotros caminamos hacia el templo en el patio, por el pasillo del primer piso, que está más mojado que en otras oportunidades. Al llegar al patio, un escenario diferente nos recibe: alcanzo a contar 8 fogatas, que se transformarán en nuestras parrillas: hoy estábamos invitados a celebrar el 18 con ellos.
- "¡Hermanos! ¡Vinieron!", nos dice el hermano Williams.
- "No podía dejar de venir", le respondí.
El ambiente es festivo, no exento de algunas dosis de violencia
verbal. Discusiones menores, pero llenas de ofertas de puñaladas de un lado a otro.
- "Hermanos... hoy pensamos que era mejor no hacer el culto, para poder preparar todo", nos dice el hermano Cristian.
- "No hay problema. Esto nos bendice y edifica.", les responde mi compañero presbiteriano Felipe Villarroel.
- "Mientras las ovejas preparan todo, entremos por unos mates al templo...", replica el hermano Cristian. Seguimos su instrucción. 
Una vez adentro, nos entregan un regalo: fundas de cuero para nuestras Biblias, hechas en el taller de talabartería por el hermano Miguel. Después de unos mates, nos invitan a salir. Afuera, tienen instalada toda una tienda, con mesas, sillas, anafre artesanal, la carne y las verduras para las ensaladas.
- "Siervo, siéntese por acá" me indica el hermano Elías. Es el mejor lugar del espacio preparado. Mientras nos ofrecen un trozo de queque y un vaso de bebida, los "gentiles" del módulo colocan su música, preparan sus cosas. 
- "¿Quién puede preparar el arroz?, pregunta tres veces el hermano Cristian C. Nadie le responde.
- "¡Yo! ¡Yo quiero hacerlo!" dije levantando mi mano.
- "No siervo... usted no... usted siéntese y disfrute", me contesta el hermano Cristian C., con una sonrisa en la cara.
- "No te tienen fe Jano", dice Felipe.
- "No, es que el siervo no tiene que hacer nada, si son nuestros invitados", dice el hermano Matías.
- "Si Jesús vino a servir, la mejor forma de disfrutar es sirviendo", le dije a los hermanos, intentando persuadirlos. 
- "¿Se atreve a hacer el arroz? Son dos kilos", me dice el hermano Matías.
- "Traigan las cosas... el arroz, la olla, ajo, pimiento... lo que quieran colocar", les respondo, mientras me pongo de pie y me arremango la camisa.
Comencé a picar ajo, pimiento rojo y verde. Mientras preparo el arroz, los hermanos me abrazan cariñosamente. El ambiente es cada vez más distendido. Coloco la olla con la preparación del arroz sobre el anafre artesanal (un ladrillo con un soporte de fierro para la olla y unos filamentos conectados a la corriente con un enchufe de dudosa calidad). Mientras disuelvo un caldo maggi en un tazón (me piden colocarle ese condimento), se me acerca el hermano Víctor y me ofrece un "omeprazol canero": un trozo de pan quemado, junto a un vaso de mineral con limón y sal. Me dicen que es para cuidar el estómago. Con la sal, se sube mucho la mineral y se me derrama sobre la camisa. Es motivo de risas, así que nos reímos todos juntos. El arroz queda listo y muy bien graneado, a pesar de lo complicado (para mí) de su cocción. Mientras tanto, la carne es asada sobre una rejilla colocada sobre medio tambor, en cuyo interior arde la madera de viejos muebles y literas artesanales que ya no pueden ser usadas. 
A las 12.00, los módulos son cerrados. Hasta las 14.00, el personal está en colación y solamente queda un piquete para atender cualquier urgencia. Por ese motivo siempre tenemos que abandonar a las 12.00. Pero hoy tenemos autorización para quedarnos hasta las 14.00. Cuando llegó la hora de cierre, fue impresionante el cambio en el ambiente. Los "gentiles" comienzan a pasearse con estoques en sus manos, amarrados a sus cinturas, marcando territorio. El olor a "paragua" y a laca (que aspiran) inunda gran parte del patio.

Nuevamente se escuchan voces de amenaza y oferta de estocadas y puñaladas. Es en ese momento que el hermano Cristian, líder del módulo 3, nos invita a "conocer la cárcel de verdad".
- "Vamos a subir a las piezas. Mientras vayamos subiendo, no miren mucho a los gentiles. Andan empastillados, drogados y eso los pone más violentos de lo que son... podrían enojarse de verlos a ustedes. Sáquense la credencial y caminen como uno más de nosotros", son las instrucciones que nos da el hermano Cristian. 
- "Como usted mande hermano Cristian", le respondí.
A esa altura, y por el calor que hacía, ya estaba sin corbata y con la camisa afuera del pantalón. Comenzamos nuestro paseo por los pabellones del módulo 3. 
Efectivamente, estábamos en la cárcel de verdad. En todos los pisos la gente camina con sus estoques en las manos, se comunican con sus celulares, consumen drogas, discuten violentamente. Finalmente llegamos a la pieza del hermano Cristian. Viven 5 internos cristianos con él. Las piezas son un "departamento" de tres pisos, de 2,5 metros de ancho por casi 3 metros de alto. La de ellos está limpia, ordenada y con buen olor, a pesar de encontrarse al lado del baño. Fotos de la familia y corbatas son parte del entorno. Conversamos sobre lo complejo de vivir hacinados. Ellos lo ven como una oportunidad de convivir puliendo el carácter.
Luego, nos llevan al otro pabellón, ubicado en el otro extremo del tercer piso. En ese lugar vive el hermano Matías, el hermano Williams y otros tres más. También es un lugar ordenado y limpio. La vista de la ventana da hacia el patio del módulo 3. Allí nos cuentan que, cuando hay peleas, allanamientos o intervienen los piquetes de fuerzas especiales, ellos se encierran en las piezas a clamar a Dios para que los muertos sean los menos posibles. 
- "Acá la cosa es brígida mi hermano", me dice Matías. "Recuerdo un joven que era de este piso y bajó al patio para jugar a la pelota... cuando estaba en la cancha, vino un gentil y le puso una pura estocada en el corazón. Lo atravesó de lado a lado. Cuando sacó el estoque, cayó un pedazo de corazón al piso y la sangre salía como una motobomba."
- "En momento así uno percibe que está en la segunda cárcel más peligrosa del país", agrega Víctor.
Desde la cama del hermano Matías, pienso que efectivamente Dios es bueno al permitirme conocer toda esta cruda realidad. Soy bendecido de poder servir en este lugar.
Bajamos al patio. Los hermanos nos sorprenden nuevamente. Tenían todo listo. La mesa puesta, las ensaladas aliñadas. Era hora de comer. El hermano Felipe ora. Comemos, nos reímos, nos alegramos juntos, nos sacamos fotos. El cariño se siente en cada cosa preparada. La hora de apertura de las rejas está llegando.
Oramos juntos por Chile. Damos gracias por las autoridades, por Gendarmería y por los jueces en los tribunales. 
- "Gracias hermanos por este día. Por estas dos horas tras las rejas. Por este tiempo de compartir que es tan espiritual como el culto de cada día..." son las últimas palabras que dejamos a nuestros hermanos de Colina 2. Hermanos que, como lo he dicho anteriormente, son libres a pesar de estar momentáneamente tras las rejas. 



 

2 comentarios:

DelaRosa dijo...

Que bueno es Dios que tiene misericordia de quién él quiere tener, que nuestro señor siga fortaleciendo los corazones de nuestros hermanos en colina 2 !

pablo en el siglo xxi dijo...

Jano, Dios te bendiga hermano, lo que escribiste es inmensamente enriquecedor espiritualmente. Gloria a Dios!!!