miércoles, octubre 18, 2017

Lo menospreciado escogió Dios... para llevar esperanza

Desde el 20 de septiembre que no entraba a Colina 2. ¿Los motivos? No tenía forma de poder llegar hasta allá antes de las 09:30. No fue posible en los colectivos que salen desde  el costado de la feria Tirso de Molina; ni hablar los buses desde Vespucio Norte. Y es que no me es posible salir antes de las 08:20 desde el Metro Santiago Bueras en Maipú... hasta el lunes 16/10/2017 que mi hija Sofía no tenía clases y no tuve que ir a dejarla al colegio antes de salir a Colina.
Una sola vez llegué tarde. Gendarmería no hizo ningún problema en dejarme pasar; pero el capellán manifestó su molestia:
- "Si no van a llegar a las 09:30, mejor no vengan", dijo. 
- "Fueron 6 o 7 minutos de retraso por el tráfico en Vespucio. Además, Gendarmería no puso problemas...", le contesté.
- "Si vuelves a entrar solo después de las 09:30, te voy a suspender", replicó.
Nada qué decir. No quería ser suspendido. Quería estar junto a los hermanos del módulo 3. Frente a esto, no quedaba otra que abstenerse de entrar si acaso llegaba tarde; como el miércoles 11 que llegué a las 09:50. Esperando un rato afuera de la entrada a la cárcel, por si llegaba a ver al capellán para pedirle que me deje entrar, termino cruzando la calle para poder comprar un agua mineral, en unos quioscos que hay en ese lugar. Pero mi sorpresa fue grande cuando veo que no solamente son quioscos, sino que también es un centro de logística, de apoyo comunitario para las familias de los internos, restaurante y custodia. Eso era una gran noticia, ya que podría dejar en ese lugar mi mochila mientras entro a compartir con los hermanos. Todos dejan sus pertenencias en ese lugar: mochilas, chaquetas, billeteras, celulares. ¡Un excelente servicio! El asunto es que ese día miércoles, a pesar de no poder compartir con los hermanos de Colina 2, estuve conversando con algunas esposas y madres de los presos. A grandes rasgos, historias de delincuencia que se repiten una y otra vez... tercera y cuarta condena en dos de los casos. Para una de ellas, esto es normal, porque su hijo "eligió este estilo de vida". Y les ofrezco oración, luego de leerles una porción de las Escrituras. 
Pero este lunes sí pude entrar, como ya les había contado. Sin embargo, tampoco pude ver a todos mis hermanos; solamente pude abrazar al hermano Matías, al hermano Cristian y al otro Cristian. Y es que ocurrió que unos hermanos pentecostales que visitan la cárcel solamente los días lunes (son feriantes y aprovechan su día libre para servir en Colina 2) llevaron invitado a un pastor-evangelista brasileño, con trabajo de evangelismo en las favelas de Rio de Janeiro y trabajando contra la hambruna en pueblos del nordeste brasileño. Conversamos bastante como para que el capellán se percatara que dominaba el portugués, por lo que me pidió que le tradujera al invitado.
Es interesante cómo Dios se encarga de cumplir su Palabra cuando dice que "lo menospreciado escogió Dios... a fin de que nadie se jacte en su presencia", ya que fue realmente impresentable que el capellán de Colina 2 avergonzara públicamente al invitado, denostándolo por no manejar la sigla A.P.A.C. (Amando al Preso, Amando a Cristo), enrostrándole que la sigla viene de Brasil y que no le cree que haya trabajado en la cárcel de Brasil. Fue triste presenciar eso. Sin embargo, abogué por el invitado (ese tipo de persona que en su actitud al hablar manifiesta humildad) y hubo una confusión en el uso del concepto "capellán" en Brasil y en Chile (en brasil, la 'capelanía prisional' es exactamente la misma actividad que yo realizo, y no tiene nada que ver con el cargo de autoridad que ostenta el Capellán Evangélico de Colina 2. De hecho, existe la capellanía de hospital, fúnebre, escolar, de rescate, medioambiental, deportiva, militar, etc.). Entonces el escarnio público que sufrió el pastor-evangelista fue gratuita, injusta, desproporcionada... en pocas palabras, mala leche. 
Ante la argumentación, el Capellán Novoa pidió al pastor Julio César da Silva que predicara y yo tuve que traducir. No sé si lo hizo para enmendar el acto de injusticia realizado o no: lo que sí sé es que fue una predicación bíblica sobre la esperanza y el renovar las fuerzas en el caminar cristiano tan significativa para los hermanos del módulo 6, que los llantos de alegría resonaron en el templo. Y el pastor da Silva consoló a cada uno, entregando versículos sobre paz, esperanza y alegría a cada uno de los que se quedó para estrecharle la mano y abrazarlo. Fue tremendo.
No pude ver ni abrazar a mis hermanos del módulo 3, pero Dios me permitió traducir una predicación que me habló a mí, conocí a un gran hombre de Dios y, de paso, gané una invitación a predicar a la favela Rocinha en Rio de Janeiro.

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