viernes, noviembre 17, 2017

"Un lugar para dejar de tener pesadillas y pasar a tener sueños"

 Durante al menos cuatro años, muchas personas han alzado sus voces [vía redes sociales] para poder criticar las irregularidades que (por AÑOS) han ocurrido en el Sename: desde los abusos sexuales, medicación descontrolada y muertes en los centros de protección. Lamentablemente las críticas no se traducen en acciones concretas. Y muchas veces no es por simple desidia, sino por desconocimiento de las oportunidades para poder contribuir en mejorar las condiciones de vida de niños y jóvenes que, por diversos motivos, tienen que pasar por el Sename.
Dios nos regaló la oportunidad de conocer el trabajo de Casa Esperanza - House of Hope. Daniel Trujillo visitó la iglesia donde somos miembros y nos contó qué era y el trabajo que realiza Casa Esperanza. Si entran al enlace, podrán conocer el trabajo del Centro Comunitario, Residencia y Redes Comunitarias. Y no es menor el trabajo que se hace, ya que en la Residencia las chicas encuentran (por fin) un lugar seguro para vivir, continuar con sus estudios, sanar el alma y encontrar paz. 
Pero quiero hablar de la instancia donde, junto a mi familia, Dios nos ha permitido trabajar: el Centro Comunitario. En este espacio, hay niños de distintos hogares de protección (colaboradores de Sename), que asisten regularmente para tomar talleres de deportes, música (guitarra, batería, bajo, teclado y canto), manualidades, junto con clases de inglés y matemática. A mí, en particular, me tocó ayudar a organizar una bodega. Ese sábado, como ocurre cada sábado, comimos con todos los niños un almuerzo preparado por una amiga, mi esposa y algunas niñas de estos hogares colaboradores del Sename. En esa oportunidad fue la primera vez que vi un acto tremendo: llegó un niño sudado de tanto jugar, le pidió jugo a Daniel, quien le sirvió en un vaso. Luego de tragar el jugo, se secó la boca con la manga del polerón, abrazó a Daniel y le dijo: 
- "Te quiero mucho tío", dijo el niño.
- "Yo también te quiero... sé obediente", respondió Daniel, en un abrazo como el que un padre le da a un hijo.  
En la tarde, también pude realizar un taller de capacitación en Misiones Urbanas orientado a los voluntarios; taller que realizamos en dos oportunidades.
Pero también hay otra instancia de trabajo. Tiene que ver con lo espiritual. Y lo interesante es que nació en la relación que genera el Centro Comunitario y Redes Comunitarias con los vecinos, quienes comenzaron a ir al culto de los miércoles: Comunidad Esperanza. Lectura bíblica, cántico, oración, reflexión bíblica. No son muchos minutos los que se tienen para predicar la Palabra de Dios, pero es intenso. La última vez que pude predicar en el culto, hablé de que podemos tener confianza en Dios, porque nos ama tanto que lleva un conteo de nuestras lágrimas (Salmo 56). Algunas de las chicas se acercaron para poder preguntar la cita bíblica, ya que querían subrayarla. 
Para nosotros como familia ha significado mucho. Nos ha acercado al problema de los "niños Sename", pero por sobre todo nos ha acercado a la posibilidad de ser parte de los cambios que se requieren para dar igualdad de oportunidades y condiciones, las que van de la mano con la predicación del Evangelio, al mismo tiempo que cariño y afecto.
Si hay algo que he aprendido en todo este tiempo, es que mi fe puede hacerse tangible gracias al trabajo que realiza Casa Esperanza. En palabras de una de las chicas que tiene el beneficio de residencia: "Un lugar donde puedo dejar de tener pesadillas y pasar a tener sueños".

Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que un hermano o una hermana no tiene con qué vestirse y carece del alimento diario, y uno de ustedes le dice: «Que le vaya bien; abríguese y coma hasta saciarse», pero no le da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta. (Santiago 2.14-17)

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