martes, junio 30, 2009
El cumpleaños que no olvidaré
Si me preguntas por algún cumpleaños que recuerde, creo que son muy pocos. Tal vez cuando cumplí 19, porque me llegó de regalo una torta a la casa, de parte de una persona muy especial. Pero si me detengo a pensar, son muy pocos los que recuerdo de mis ya 31 cumpleaños. Creo que todo comenzó el día 18 de junio. Viajaba desde San Bernardo hasta Quinta Normal con un enfermo confirmado de la Influenza A(H1N1) en el auto. Mascarilla, radio Futuro, tos constante de mi copiloto. Cerca de las 23:30, comienzo mi viaje de regreso a San Bernardo, donde se había quedado mi esposa con mi hija para acompañar a la tía de Esther. Amanece el día 19 de junio. Los primeros saludos fueron vía email y por Facebook, a los cuales respondí como de constumbre. Un beso de mi esposa y comenzaba el día. Como andaba en auto, decidí llevar a mi amada hasta su trabajo. Luego de eso tendría muchas cosas que hacer... Llegamos un poco antes de las 08:00 a su trabajo. Esther sacó su Biblia desde la cartera y me leyó una porción como regalo de cumpleaños. Siempre es bueno ser motivado por lo que uno cree. Curiosamente, cayó un papel pequeño en el cual estaba escrito una porción bíblica: "Bastante te he afligido; ya no te afligiré más" (Naúm 1:12) Definitivamente era el texto que estaba deseando escuchar, para los que conocen mi complicada situación de vida hace un poco más de un año... "...no te afligiré más" Esas palabras eran como un bálsamo. Un beso a mi esposa y parto raudo hasta el Edificio de Servicios Públicos a renovar (por segunda vez) mi licencia de conducir. Sólo acelerar y frenar y el exámen visual para decirme que la licencia estará ese mismo día a las 16:00. Aún era temprano y paso donde mi hermano. Abrazos, felicitaciones y muchos otros correos y saludos en Facebook eran respondidos con cariño. Cerca del mediodía me llama mi esposa para pedirme que la lleve de vuelta a casa de su tía en San Bernardo. El motivo, la tía se sentía con síntomas de la Influenza Humana y era necesario ir para cuidar a los niños, entre los cuales estaba Sofía. La ruta trazada comprendía la Gran Avenida... ahí comenzarían los problemas. El hombre con menos credibilidad en la TV durante esos días, comenzaba a ser nuevamente un hombre respetado... Iván Torres amenazó con lluvia que comenzó a caer fuertemente justo cuando yo transitaba por Gran Avenida. Parece que toda la lluvia de Santiago cayó sobre esa avenida. Y es que al pasar de alguna micro, durante unos segundos el auto que manejaba quedó suspendido y flotando en el agua. Creí lo peor... asustado continuaba mi viaje anfibio por aquella avenida que, para los que no saben, se inunda demasiado. De hecho, es donde quedó la micro ahogada el fin de semana recién pasado. Una vez en la casa de la tía de Esther, recogí un par de cosas que necesitaba y comencé a regresar con mi hermano hacia Santiago. Debía ir a buscar mi licencia que vencía el mismo día. Eso sí, por seguridad tomamos la autopista central para luego tomar Vespucio hacia Ñuñoa. El auto iba bien. Estoico. Sólido... hasta que llegamos al final de Vespucio Sur. Una piscina de agua sobre la autopista me hizo frenar un poco para pasar a menos de 50 Km/h y evitar mojar el motor del auto. Eso pudo haber sido, pero no. Un camión pasó a gran velocidad y nos envolvió bajo un tsunami urbano. Si creo haber visto delfines muertos golpear el parabrisas del auto. Al parecer, el auto no era un vehículo anfibio y simplemente no quiso seguir funcionando. Cuento corto, revisaron el auto dos mecánicos, no era nada eléctrico ni algo parecido... simplemente se resfrió. Las horas pasaron y junto a mi hermano flotabamos sobre nuestros zapatos. La cantidad de agua absorbida era la necesaria para llenar una carga de la lavadora. El problema es que la lavadora no estaba cerca de nosotros. Cuatro horas más tarde, con una sensación de resfrío inminente, nos rendíamos tanto los mecánicos como nosotros y volvíamos en taxi a la casa de mi hermano. Llamadas de cumpleaños y más saludos vía FB se hacían presentes y yo ya estaba percibiendo que no pasaría mi cumpleaños junto a mis mujeres. Llegó la noche y la grúa llegaría en cualquier momento. Sólo debía esperar a que el amigo del amigo de un amigo pudiera desocuparse de la pega y llevar la grúa hasta donde yo estaba. Parado en la vereda, con la lluvia cayendo, inmóvil del frío, esperaba ese preciado momento. Cerca de las 03:00 a.m. del día 20 de junio comencé a percatarme de que la famosa grúa no llegaría. Y al parecer mi premonición fue correcta. Por un tema de calor entré al auto, arrugué cuanto diario tenía a la mano y lo metí en medio de mi ropa. Déjenme decirles que calienta lo suficiente como para dormir plácidamente dentro de un auto en panne, toda la noche, con lluvia y temperaturas bajas afuera. Antes de dormir miré las pocas hojas de diario que quedaron sin ser arrugadas. En uno de los titulares decía "La suerte de algunos"... sonreí, di gracias a Dios por estar vivo, cerré los ojos y me dormí. Eso sí, debo decir que nunca había recibido tantos saludos de cumpleaños. Gracias a todos una vez más. Fueron tantos saludos de cumpleaños que, si cada uno de las personas que me mandó un saludo vía Facebook me hubiese enviado $1.000 como regalo de cumpleaños, hubiese podido llamar a una grúa que me cobraba $60.000, me hubiese podido ir en taxi hasta San Bernardo que me cobraba $12.000 y me hubiese alcanzado para un vino reserva, queso, papas fritas, ramitas y hasta un tarro de café. Definitivamente, nunca olvidaré este hermoso cumpleaños.
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