viernes, julio 22, 2016

Cuando una iglesia abandona la disciplina, ella abandona a Cristo

(El siguiente post es mi traducción de lo aparecido en http://voltemosaoevangelho.com/blog/2016/07/quando-uma-igreja-abandona-disciplina-ela-abandona-cristo/)

Ciento cincuenta años atrás, John Dagg sugirió que “cuando la disciplina abandona a la iglesia, Cristo la abandona con ella”. En ese tiempo, los bautistas y la mayoría de los otros evangélicos practicaban una meticulosa disciplina eclesiástica. Durante los siguientes cincuenta años, la mayoría de los evangélicos abandonó la práctica. Por lo menos tres generaciones hasta ahora, iglesias evangélicas en occidente han sido negligentes en esa práctica. A pesar de ello, durante ese período, el Señor bendijo muchas de esas iglesias de formas espirituales y materiales. ¿Estaba Dagg en lo correcto?

Sentimos que Dagg debería estar en lo correcto, pero... 
No dudamos en sentir que Dagg debería estar en lo correcto. Ser negligentes en una disciplina eclesiástica es desobedecer a Jesucristo. El Señor ordena que las iglesias ejerciten la disciplina en Mateo 18.15-17, como también en muchos otros pasajes del Nuevo Testamento. Aun así, Cristo evidentemente no abandonó todavía nuestras iglesias evangélicas, a pesar que de hecho nuestras iglesias han abandonado la disciplina. Ese hecho nos recuerda que no hay una simple correlación entre una desobediencia de la iglesia de un lado y de otro, oxidamiento espiritual y abandono de Cristo. Nuestro Señor juzga nuestra desobediencia en el tiempo y en la medida de su sabiduría.

Un factor que puede haber “retrasado” el juicio de Dios es que nuestras iglesias son fieles en áreas significativas del servicio evangélico. De hecho, nuestra ambición de anunciar el evangelio ha sido un obstáculo para obedecer a Cristo en el asunto de la disciplina. Muchos pastores y miembros de las iglesias temen disciplinar miembros desobedientes porque resultará en más prejuicio que ventaja en el avance del evangelio. Ahuyentará “buenas” familias avergonzadas y con rabia, dándonos un motivo de ser el hazme reír, o desagrado de parte de los no creyentes, quienes ven la disciplina como bárbara y contraria al sentido común de la compasión. Nuestras iglesias son negligentes con la disciplina por miedo a que la práctica perjudique la causa de Cristo.

Pero a pesar de nuestras motivaciones piadosas, la desobediencia es desobediencia y seremos llamados a prestar cuentas. El hecho de que el Señor muestre misericordia y paciencia hacia las iglesias desobedientes no es una excusa para esa desobediencia. Estamos presumiendo con base en la misericordia del Señor y no tenemos temor de su juicio. La abandono de la disciplina eclesiástica, sin embargo, expone a la iglesia a peligros fundamentales. La pérdida de la disciplina eclesiástica debilita las bases de la Iglesia.

Debilitando los fundamentos de la iglesia
Las iglesias que fallan en practicar la disciplina debilitan su carácter regenerativo. Al omitirla, toleran un comportamiento pecaminoso en su membresía y hacen de ellas lugares confortables para los no regenerados.

Las iglesias que fallan en aplicar disciplina debilitan también la santidad de la iglesia, ya que eso debilita a los creyentes en su lucha contra el pecado. Jesús dio la disciplina como uno de los remedios del evangelio, sin la cual nuestra santificación aflojará. Aplicar disciplina eclesiástica para nuestras enfermedades pecaminosas fortalecerá a los cristianos en su batalla diaria con Satanás, el mundo y la carne.

Las iglesias que fallan en practicar la disciplina debilitan posteriormente su espiritualidad, celo y devoción al Salvador. La disciplina enseña a la Iglesia a obedecer al Señor en un área que es desagradable, aborrecible y contraria a las sensibilidades generales de la cultura. Al ejercitar la disciplina, nos comprometemos a la forma espiritual de Cristo, incluso cuando la razón, la compasión y la civilidad vengan a argumentar que no debemos obedecer. Los cristianos , de esta forma, aprendemos a confiar en la sabiduría de Cristo en vez de en la sabiduría del mundo. Aprendemos a obedecer a Cristo a pesar de las consecuencias poco confortables.

Al descuidar la disciplina, nos capacitamos para no tomar la cruz, no temer al Señor, no sufrir deseosamente por causa de Cristo y no oponernos al mundo. Y una vez bien capacitados para descuidar la disciplina eclesiástica, la iglesia pierde su compromiso con el evangelio en sí.

Cuando una iglesia abandona la disciplina, abandona a Cristo
Ese fue el motivo por el cual Dagg dice que cuando la disciplina abandona una iglesia, Cristo la abandona con ella. Sin embargo puede ser más exacto decir que cuando una iglesia abandona la disciplina, esa iglesia abandona a Cristo. Las iglesias no pretenden abandonar a Cristo y tal vez no lo hagan completamente. Pero por abandonar la disciplina, ellas comienzan a colocar trabas entre ellas y Cristo.

Además, el principio sobre el cual ellas abandonaron la disciplina actúa como levadura, trabajando más ampliamente para debilitar el compromiso de la iglesia con Cristo y su habilidad de tomar la cruz y seguirlo. Ellas se conforman cada vez más con el mundo. Es sólo un asunto de tiempo antes de que Cristo las abandone.

En el Nuevo Testamento, el Señor juzgó a las iglesias que toleraron ofensas contra la ley de Dios. La iglesia de Corinto observó la Cena del Señor de forma pecaminosa por tolerar la inmoralidad, las divisiones, la parcialidad y el desprecio entre los miembros. Por ese motivo, Dios visitó alguna de ellas con enfermedades y a otras con muerte (1ª Corintios 11.30). El texto griego y el contexto sugieren que la falla de ellas no fue tanto una falla en reconocer la presencia de Cristo (“discernir el cuerpo”), sino una falla en la disciplina (“juzgar el cuerpo”) según 1ª Corintios 11.29. En todo caso, hay una conexión directa entre la tolerancia de la iglesia de los Corintios con el comportamiento pecaminoso y el juicio de Dios sobre ellos.

Jesús reprende a las iglesias que desobedecen su mandamiento de practicar la disciplina eclesiástica fielmente. Él amonestó a las iglesias de Pérgamo y Tiatira porque ellas fueron negligentes a la disciplina eclesiástica (Apocalipsis 2.14-15, 20). La iglesia de Pérgamo toleró a aquellos que mantenían la doctrina de Balám y otros que mantenían la enseñanza de los nicolaítas. La iglesia de Tiatira toleró a la falsa profetisa. Él les ordenó que se arrepintieran, lo que solamente puede ser logrado mediante la disciplina eclesiástica. No sabemos a dónde se extendió el arrepentimiento de los pecados de falta de disciplina. Sin embargo sabemos que Jesús juzgó esas iglesias como última instancia antes de abandonarlas.

Si nos negamos a arrepentirnos 
Si nuestras iglesias toleran el pecado no arrepentido de sus miembros, podemos esperar juicio. Por lo tanto, ya no presumamos más de la misericordia del Señor. Consideremos bien la reprimenda del Señor a la iglesia de Sardis en Apocalipsis 3.1-3:

Escribe al ángel de la iglesia de Sardis:
Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes fama de estar vivo, pero en realidad estás muerto. ¡Despierta! Reaviva lo que aún es rescatable, pues no he encontrado que tus obras sean perfectas delante de mi Dios. Así que recuerda lo que has recibido y oído; obedécelo y arrepiéntete. Si no te mantienes despierto, cuando menos lo esperes caeré sobre ti como un ladrón.


En ese momento descubriremos que Dagg estaba en lo correcto.

(Las cursivas indican decisiones del traductor para dar coherencia en el español)

martes, julio 12, 2016

Bernabé, el mentor I

“Cuando llegó a Jerusalén, [Pablo] trataba de juntarse con los discípulos, pero todos tenían miedo de él, porque no creían que de veras fuera discípulo. Entonces Bernabé lo tomó a su cargo y lo llevó a los apóstoles. Saulo les describió en detalle cómo en el camino había visto al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había predicado con libertad en el nombre de Jesús. Así que se quedó con ellos, y andaba por todas partes en Jerusalén, hablando abiertamente en el nombre del Señor. Conversaba y discutía con los judíos de habla griega, pero ellos se proponían eliminarlo. Cuando se enteraron de ello los hermanos, se lo llevaron a Cesarea y de allí lo mandaron a Tarso.” [Hechos 9.26-30]


Bernabé es una de las personas que parecen haber entendido el mentoreo y su responsabilidad de capacitar a una persona que pastorearía a muchos. 
En Hechos 9.26-30 vemos que Dios hizo que Bernabé pudiera discernir los dones de Pablo. Pero es interesante notar que, por la reputación de Pablo, nadie le creía, excepto Bernabé que se dispuso a mentorearlo. Bernabé lo llevó ante los discípulos para que viesen, por medio del testimonio de predicación en Damasco, que Dios le había dado dones. Entonces Pablo tuvo la oportunidad de aprender de los que más sabían en ese lugar, los apóstoles, quienes le dieron la oportunidad de predicar y desarrollar su ministerio. Una vez que los dones de Pablo fueron evidentes, lo enviaron a continuar el desarrollo de su ministerio en otro lugar.
Una de las cosas que probablemente más cuesta es ver a los demás desarrollando sus proyectos. Y a pesar de que en lo ministerial no deberíamos hablar de "proyectos personales", creo que sí podemos hablar de "desarrollo de ministerio". Personas son llamadas por Dios para cumplir con un ministerio (servicio). El Señor los capacita, moldea, prepara dentro de una comunidad donde un mentor coadyuva a explotar lo mejor de esos dones para que esa persona logre su máximo potencial, con un objetivo: que esta persona pueda desarrollar su ministerio donde Dios lo esté llamando. 
Bernabé brilló por no brillar. Bernabé brilló por ayudar a otros a brillar. Pablo y Juan Marcos son dos ejemplos de ese brillo que no brilla.
Bernabé fue un buen mentor. 

miércoles, julio 06, 2016

Desconectado para conectarse

"Habla conmigo porque Yo te voy a responder. Pregúntame y Yo te voy a contar secretos fabulosos sobre mis planes" Jeremías 33.3 (Paráfrasis mía)

¿Cuándo fue la última vez que tuviste un encuentro con Dios? O sea, ¿cuándo fue que paraste todo, apagaste el celular, te desconectaste de internet, de las personas en ese momento que Él pidió encontrarse contigo?
Si tu respuesta es "hace mucho tiempo" o "hace años" o "nunca lo he tenido"... ¿será que llegó el momento? Te lo digo porque soy yo el primero que debo hacerlo y generar, tal vez, una dinámica del tipo "retiro espiritual". Siempre debería tener espacios en mi día para responderme a la pregunta "¿Cómo son mis encuentros con Dios?"

Pensé y pensé y por increíble que parezca, no recuerdo un encuentro reciente. Me avergüenzo de ello, pero este es un buen momento para recomenzar... He tenido tiempos muy hermosos con Él, pero anhelo que sea permanente.

Dios nos está invitando a desacelerar y a reservar tiempo de calidad con Él.
De seguro traerá cambios significativos en mi vida... y en la tuya.

Una iglesia que ora

"Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos" (Efesios 6.18)

La necesidad de oración en la Iglesia es evidente. Lo que la Iglesia es, cómo funciona, lo que ella enfrenta, sus luchas, sus tareas, todo esto y cada una de las cosas que suceden, hacen de la oración algo INDISPENSABLE.

La Iglesia es de Cristo. Ella NO nos pertenece. Por ser ella posesión natural y primaria de Cristo, completamente bajo Su control, nuestras oraciones son indispensables, ya que el nivel de compromiso de oración refleja la preocupación que la Iglesia tiene por la dirección de Cristo y así seguir Sus propósitos.

Recordemos también que la Iglesia funciona por medio de personas. Cristo usa personas (débiles y/o pecadoras) para servir a Sus propósitos. Personas SIN poder, son instrumentos escogidos de un Cristo todopoderoso. La oración se transforma en la prioridad que otorga a los débiles seres humanos el auxilio divino para cumplir las tareas asignadas.

La Iglesia también enfrenta luchas, tiene enemigos y sufre persecución. La Iglesia primitiva conoció tal situación. Su primera reacción fue ORAR. Esto ocurrió cuando los apóstoles fueron presos y el resto del pueblo de Dios fue perseguido.

La oración es el lenguaje de la Iglesia que demuestra su dependencia de Dios.

Amor en verdadera acción

"Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás" Filipenses 2.4

Pablo nos entrega un principio para el relacionamiento dentro de la iglesia: buscar atender los intereses de los demás antes que los nuestros. Es el modelo enseñado por Jesús: “Tengan ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús”

Pablo presentó este ejemplo como modelo para el cuerpo de creyentes, los cuales deben vivir entre sí en amor y cuidado, como Cristo nos amó y dio Su vida por nosotros. Cualquier cosa que se hiciese sin este enfoque, tiene poca chance de éxito.

Piénsalo bien. ¿Qué sentido tendría mostrar hacia afuera algo que no practicamos adentro? Si el lema es “haz el bien a todos, principalmente a los domésticos de la fe”, ¿por qué no nos preocupamos primero en nuestros hermanos más cercanos? En muchos casos son estas situaciones las que van sumando miembros resentidos, heridos, frustrados y que terminan apartándose de todo.

Pongamos nuestro amor en acción.