Es impresionante el número de personas que se cruzan en mi camino y que están constantemente molestos porque alguien les "cagó el día", simplemente porque un empleado de alguna tienda, supermercado o panadería los trató aparentemente mal... yo también era así. Me enojaba instantáneamente por ese tipo de cosas. Y lucho diariamente por no caer en esa bajeza.
En ocasiones es tanto lo que esas personas se enojan que contagian negativamente su entorno. Son aquellos que viven con ese odio permanente en sus corazones y que da la impresión que piensan el día entero en cómo o cuándo pueden expresar su odio contra todo y contra todos. Llega el punto en que agotan sus energía en cosas tan banales.
Robin Sharma llama a esta forma de pensar "la tiranía del pensamiento empobrecido." El apóstol Santiago ya lo decía en su carta: "La gente que tiene los mismos pensamientos todos los días, la mayoría de los cuales es negativo, cayó en malos hábitos mentales"
Vamos a aprender a controlar esos pensamientos. Roguemos que los dones del Espíritu se hagan evidentes en nosotros y podamos realmente mejorar nuestras vidas... y la de los demás, ciertamente. Vamos a pensar con los pensamientos de bien que Dios pone en nosotros.
"¡Oh, cuánto amo tus enseñanzas! Pienso en ellas todo el día.
Tus mandatos me hacen más sabio que mis enemigos, pues me guían constantemente" (Salmo 119.97-98)
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