miércoles, enero 13, 2010

Honra a mi padre...

No sé si dije primero papá o mamá. Lo que sí siempre me han contado es que mi viejo me reconoció por el llanto; al parecer fui de voz grave desde pequeño.
Es curioso cómo un padre puede reconocer a un hijo (o hija) por cosas que los demás no. Y es que tuve que ser padre para ser capaz de reconocer el llanto de mi hija entre los llantos de muchos otros que lloran al mismo tiempo. Tuve que ser padre para sentir la alegría inmensa que significa escuchar una vocecita decir "papá, te quiero". Tuve que ser padre para saber qué significa despertar muy temprano por la mañana y acostarse muy tarde por la noche para trabajar y así entregar lo necesario a mi hija. Tuve que ser padre para ahuyentar mis miedos y así poder ahuyentar los miedos de mi hija. Tuve que ser padre para comprender qué significa realmente el criar a una persona. Tuve que ser padre para poder enseñar a una personita pequeña mis aficiones musicales, gusto por la naturaleza, encanto por la fotografía y pasión por Jesús. Tuve que ser padre para dejar de escuchar mi música por escuchar aquellas grabaciones infantiles una y otra y otra y otra vez. Tuve que ser padre para poder vivir la vida pensando siempre en ellas y luego en mí. Tuve que ser padre para decidir amar a la mujer que me hizo padre para siempre... tal como lo haz hecho tú, padre, toda tu vida.
Llevo 31,5 años siendo hijo. Llevo 31,5 años siendo aprendiz. Llevo 31,5 años siendo bendecido con un padre como tú.
Papá, que Dios te bendiga en este nuevo cumpleaños.
Te amo.

"La corona del anciano son sus nietos; el orgullo de los hijos son sus padres" (Proverbios 17:6)