lunes, julio 12, 2010

Quitame la vida...


Quitame la vida... ese es mi pensamiento cuando reflexiono sobre aquellos que, invocando el nombre de Dios, terminan alejándose del Dios que les regaló la vida y la vida eterna. Quitame la vida Señor si erro el camino correcto. Prefiero morir antes de fallarte...
El fin de semana estuve leyendo sobre la vida de Salomón y de cómo el hijo de David, con todo el favor de Dios, con todo el ejemplo que vio de su padre, con el honor de terminar el templo para Jehová y toda la sabiduría y riqueza que tuvo, terminó siendo un apóstata. Pareciera ser que nunca leyó el salmo 119, porque fue incapaz de guardar la palabra de Dios en su corazón y de cómo su sabiduría fue tanta que simplemente se envaneció y fue sabio en su propia opinión.
Es curioso observar que siguen existiendo salomones por todas partes. He visto pastores, misioneros, líderes de ministerios, líderes de bandas, amigos y conocidos que en algún lugar de sus vidas dejaron de mirar hacia el cielo, dejaron de alzar los ojos a los montes y pedir socorro a Jehová, el hacedor de todas las cosas. Queda claro entonces la recomendación del apóstol Pablo hecha en 1ª de Corintios: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”, porque muchas veces (por no atreverme a decir todas) grandes personas de Dios, grandes líderes, inteligentes, capaces, sabios, etc., terminan apartándose del Señor por ser sabios en su propia opinión, alejándose de los demás, alejándose del consejo, alejándose de la iglesia, alejándose de la Biblia y alejándose de la humildad. Y es mi oración diaria lo dicho en el salmo 119:10-11: “Con todo mi corazón te he buscado; No me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”.
Muchos de ellos han sido grandes predicadores, excelentes pastores (de esos que pastorean de verdad), misioneros sufridos por la causa de Cristo o líderes geniales de ministerios exitosos, pero que pareciera que no han hecho indispensable el meditar en las palabras de Jesús cuando le dice a sus discípulos ¿de qué le sirve a un hombre ganar al mundo entero y perder su alma? (Marcos 8:36)
Y Salomón era visto como un gran Rey, que contaba con todo el respaldo de Jehová. La Reina de Sabá lo puso a prueba y lo reconoció como tal. No era un simple aparecido, no era un don nadie, no era un Rey importante simplemente. Era Salomón.
Si no has tenido la posibilidad de leer sobre la vida de Salomón, el libro de 1ª de Reyes nos dice mucho sobre este Rey, de su engrandecimiento (de la mano de Dios) y de su debacle y alejamiento de Jehová. Curiosamente no fue el dinero lo que lo alejó de Jehová. Porque la Biblia (y la historia para los incrédulos) dicen que Salomón fue demasiado rico, pero no fue el dinero el que lo apartó del camino. Simplemente fue alejarse de la Palabra de Dios. Obviamente fue un proceso. No fue de un día para otro. Y más encima, todo le pasó por, como decimos en Chile, califa, o sea, por andar de mujer en mujer, sin discriminar de dónde provenían esas mujeres, cuál era su pasado, a qué dios adoraban. Cabe aquí un buen consejo: si alguna vez te has preguntado de la efectividad de las parejas o matrimonios de diferentes religiones, lee cómo terminó Salomón. Consejo aparte, fueron sus mujeres las que terminaron por alejar a Salomón de Dios. Sutilmente.
Me imagino que comenzaron con cosas como “para qué vamos a ir a ofrecer sacrificios a Jehová, si podemos quedarnos en la camita haciendo cositas” o “¿Sabes Salomón?, mi dios, que tan parecido al tuyo que yo creo que es el mismo pero con otro nombre. Ese dios no te pide ir al templo, no te exige aprender sus mandatos de memoria, no te pide rendirle cuentas a los sacerdotes ni menos te exige pedir consejo… para qué mi gordito lindo si eres el Rey más sabio de todo el mundo conocido”, y ahí mismo que Salomón se fue al tarro de la basura.
Ser sabio en nuestra propia opinión, no pedir consejo, no someterse a autoridad espiritual ninguna o alejarse de la Biblia son PÉSIMAS IDEAS. ¿O acaso has conocido a alguien que, haciendo eso siga teniendo el favor de Dios sobre su vida?
Desde pequeño (o mejor dicho desde niño) siempre me preguntaba cómo era posible que un hijo de Dios pudiera apostatar de la fe, pero con los años me he dado cuenta que no sólo apostatar, sino que transformarse en un maldito falso profeta y uno de esos pastores que tendrán que responder ante Dios por cada estupidez a la que condujo al rebaño.
Nuevamente me quedo con la sabia recomendación de David: “Guardaré tu ley siempre, para siempre y eternamente.Y andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos
Amigos, procuremos permanentemente estar cerca de Dios. No dejemos de leer la Biblia, pedir consejo, ni menos reunirnos con los hermanos en Cristo. La iglesia es el cuerpo de Cristo. No seamos un Salomón más.
En el amor de Jesús.

lunes, julio 05, 2010

Malditas mentiras...

Mentira. Tan común, tan destructiva. Se han inventado máquinas para detectarla, programas de TV y hasta concurso donde se premiaba la mejor mentira para viajar a ver el mundial de fútbol. Pero una mentira sigue siendo mentira.

Cuando era niño, mi mamá siempre me decía que no hay nada oculto que no salga a la luz. Siempre me inculcó el no decir mentiras, pero como toda persona, mentía igual. Y es que es una práctica tan común que incluso se habla de "mentiritas" o "mentiras blancas" o de "mentiras piadosas". ¿Puede de verdad una mentira ser ‘piadosa’? 

El diccionario define la palabra mentira como “una declaración realizada por alguien que cree o sospecha que es falsa o parcial, esperando que los oyentes le crean, ocultando siempre la realidad en forma parcial o total”. Agrega que “una mentira puede ser una falsedad genuina o una verdad selectiva, exagerar una verdad o incluso la verdad, si la intención es engañar o causar una acción en contra de los intereses del oyente”. Y es aquí donde quiero detenerme a reflexionar. En esta parte donde entendemos que mentir implica un engaño intencionado y consciente.

Nadie miente sin pensarlo. Y esa es la parte que me duele, porque me he sentido engañado. He sentido que se me ha mentido… y es demasiado triste cuando la persona que miente es alguien a quien estimas demasiado. Más aún, cuando esa persona que te ha mentido y engañado es un hijo de Dios, quien supones no andará por la vida mintiendo. Creo que todos ustedes han sentido esa maldita sensación de haber sido engañados por un cristiano alguna vez.

De antemano pido disculpas a quien se haya sentido engañado. Si es así, mi email está abierto para recibir mensajes y poder arreglar las cosas y pedir perdón por haber mentido o haber engañado a quienes más quiero.

Pero ahora el punto es poder desahogarme de manera pública (como lo hacía el Rey David en los Salmos), entregando también alguna enseñanza para quien pueda leer esta carta abierta de mi vida.
Porque descubrir la mentira es un proceso doloroso. Y aún más cuando esa mentira (o la verdad esas) va ensuciando el nombre del Dios por el cual estoy dispuesto a dar mi vida. Me han mentido y duele… o por lo menos me han engañado, pero me duele igual. Duele porque amas o estás involucrado. Si no amaras o no estuvieras involucrado, no dolería. Pero duele. Y mucho. 

¿Qué hacer cuando descubres la mentira o el engaño en el cual te han hecho caer? ¿Aborrecer? ¿Odiar? ¿Guardar rencor?

Creo que la primera cosa es “hablar las cosas”. Sentarse y poder enfrentar a esa persona que te está haciendo o te hizo daño. Sanar las heridas es el primer paso del proceso de restauración. Pero ¿qué pasa si esa persona no te quiere escuchar? ¿Qué hacer en el caso de que el diálogo sea imposible? ¿Cómo actuar frente a esto?

Como cristiano creyente y practicante hay una sola respuesta: enfrentar a la persona con la Biblia, que es “útil para impugnar” y orar para que el Espíritu Santo convenza de pecado a quien te miente o engaña. 

Lo primero que esa persona debe llegar a comprender es que nos hacemos daño cuando mentimos. Efesios 4:25 dice: "Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros".

Como segunda cosa, el noveno mandamiento prohíbe la mentira. Éxodo 20:16 dice: "No hablarás contra tu prójimo falso testimonio". Para los puristas del nuevo pacto, esto se traspasa en la consabida “Hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante el Señor”

La tercera cosa es poder decirle a esa persona que mentir es no asemejarse a Cristo. Colosenses 3:9-10 plantea "No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno".

La cuarta cosa para conversar con esa persona es que Dios aborrece la mentira. Proverbios 12:22 nos dice que "Los labios mentirosos son abominación a Jehová; pero los que hacen verdad son su contentamiento".

Una quinta cosa que puedo añadir para conversar con esa persona que te ha dañado con mentira y engaño es que los mentirosos están excluidos de la presencia de Dios. En el Salmo 101:7, dice "No habitará dentro de mi casa el que hace fraude; el que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos".

Un sexto punto para enfrentar a esta persona es decirle que los deshonestos no serán permitidos en la ciudad de Dios. Apocalipsis 22:15 dice "Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira".

Séptima cosa es plantear que somos mentirosos si decimos ser cristianos pero no obedecemos los mandamientos. 1 Juan 2:4 dice "El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, él tal es mentiroso, y la verdad no está en él".

Una octava y última cosa a decir es que los hipócritas son mentirosos. Santiago 3:14 dice "Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad".
Pero frente a todo esto, nuestra actitud debe ser la misma de Jesús. Si somos cristianos (pequeños cristos), debemos hacer lo que hizo Jesús: enfrentar las cosas y PERDONAR.

Dios perdonará los pecados. 1 Juan 1:9 dice que "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". Y es perfectamente apropiado para Dios hacer esto por nosotros porque Cristo murió para limpiar nuestros pecados.

A nosotros nos queda CONVERSAR las cosas con quien nos ha engañado, ARREGLAR esos problemas, PERDONAR a quien nos afrenta y continuar construyendo juntos para la expansión del Reino.

Pero SIEMPRE es necesario hablar las cosas… si no se conversa ¿cómo se llegará a buen puerto?

Dios les bendiga.