El otro día
estaba en un Supermercado grande haciendo algunas compras y escuchando música
con volumen muy alto en mis audífonos. No sé si has tenido la misma sensación,
pero cuando apreto play, creo que todas las personas a mi alrededor también
están escuchando la misma música que yo.
Por causa de esa
sensación de protección sonora, mi impresión era que todas las personas del
Supermercado estaban escuchando el mismo hardcore que yo. Así, no titubee
cuando mi cuerpo deseó liberar algunos gases producidos por mi sistema
digestivo. No tuve dudas; dejé a la naturaleza seguir su perfecto curso, y
hasta confieso que hice un poquito de fuerza para que todos los gases fuesen
expelidos.
Imagino que ese
acto produjo aquel ruido característico en un buen y alto sonido.
Inmediatamente observé miradas de espanto, disgusto, indignación, constreñimiento
y asco viniendo de los suertudos que estaban en el mismo pasillo que yo.
Al principio me
extrañé de sus miradas, pero sólo entonces recordé que el único escuchando
música en ese momento era yo. Todos los demás allí presentes estaban
testimoniando la sinfonía producida por mi organismo.
Pensé que aquella
música me protegería de la vergüenza. Pero no fue así. La canción tocaba
solamente en mi cabeza.
La teología
triunfalista (teología de la prosperidad, de los decretos y declaraciones) actúa de la misma manera en nuestra vida. Ella genera una
expectativa de protección extrema que existe solamente en las cabezas de
aquellos que escogieron seguir esa idea. Al final de cuentas ella no existe en
la Biblia, sino en el discurso de líderes mal intencionados y en púlpitos
corrompidos que venden falsas esperanzas.
Tengo una fe
simple en Dios y en su Reino. Frecuentemente me siento protegido, consolado y
amparado por esa creencia. Pero confieso que muchas otras veces esperé una
protección que, como aquella música, sólo existía en mi cabeza… pero no llegó.
No fui protegido.
Varias veces la luz en casa fue cortada, fui despedido muchas veces, tuve que enfrentar
enfermedades de personas que amo, vi mi tarjeta de crédito ser rechazada, y
tener mi nombre inscrito en el registro de deudores… y la lista continúa.
Por eso continúo
luchando con la vida, la falta de finanzas, limitaciones físicas y enfermedades,
sabiendo que no seré protegido de todas las cosas que me gustaría. Pero
continúo creyendo en la afirmación de Jesús: Estaré contigo todos los días.
No tengo tanta
protección, pero sí estoy bien acompañado.
(Junior Souza es pastor en la iglesia Capital Augusta en la ciudad de Sao Paulo)