"Por supuesto que admitimos que con demasiada frecuencia los gobiernos han usado su poder injustamente y que (no sólo en nuestros días) también se han aprovechado del hecho de que son ellos los que pagan los sueldos de los clérigos, a fin de enseñorearse de la Iglesia. Estamos por demás conscientes de que los pastores no siempre han permanecido inmunes a la seducción del dinero o de las armas. Sin embargo, es preciso decir que las tentaciones pueden resistirse y que podemos oponernos eficazmente a los embates del Estado... Aunque la Iglesia debe recibir su mantenimiento del poder civil, esto no quiere decir que también deba recibir su teología."
[Guillermo Groen van Prinsterer]
Decantando lo escuchado en la conferencia de plantación y revitalización de iglesias de la IPCH de la semana pasada, recordé a Groen van Prinsterer y su crítica al consabido dicho popular "El que pone la plata pone la música". Si bien es cierto en la realidad que acusa Groen van Prinsterer era el Estado el que buscaba intervenir en las decisiones de la Iglesia, en nuestra realidad son los 'inversionistas' los que quieren poner la música.
Una de las cosas que me llama poderosamente la atención de varios cursos de plantación de iglesia que he podido tomar es el uso de conceptualización del mundo de los negocios. Pero hay dos conceptos que, personalmente, me generan ruido: invertir (en el reino) y modelo (de plantación o ministerio). Sinceramente creo que los conceptos en sí mismos nos sirven bastante. El problema es la interpretación que podemos tener de ellos. Y no hablo del misionero ni del plantador, sino de cómo lee estos conceptos aquel (o aquellos, reunidos en ONGs y/o Fundaciones) que tiene el dinero.
No voy a hacer un análisis profundo de esto, sino que simplemente se trata de cómo estoy ordenando y decantando muchas cosas que dan vueltas en mi cabeza. No espere que en este par de palabras encontrará un capítulo de un libro, sino que lea este posteo como lo que es: líneas que desnudan parte de mi vida.
A lo que voy con mi inquietud de la conceptualización empresarial de ciertos temas es a que, generalmente, quienes tienen el dinero ("necesario" para poder desarrollar un proyecto de plantación o revitalización de iglesias), son creyentes que vienen del mundo empresarial: empresarios o gerentes (al menos altas jefaturas) de empresas. No estoy diciendo que todos sean así ni tampoco estoy demonizando a los cristianos empresarios, pero muchos de los vicios empresariales se traspasan a algo que no es una empresa: el reino de los cielos. La inversión, el mediano o largo plazo, la crisis financiera, los resultados, la viabilidad, son conceptos que pueden (y están) minando a la Iglesia. Si hay algo de lo que nos debemos arrepentir en este sentido es de ver a la Iglesia como una empresa. Cuando Jesús dice "me es necesario estar en los negocios de mi Padre", definitivamente NO está hablando de esto. La Iglesia NO es una empresa y no debemos por qué esperar que ella reaccione de tal o cual manera, como si dependiera de las fluctuaciones del mercado. "Invertir" en el reino no significa que el que invierte obtendrá un retorno. "Invertir" en el reino no significa que, al final del plazo establecido recibirá alguna ganancia. "Invertir" en el reino probablemente te empobrecerá. Visto de esta manera, es el peor negocio del mundo. Por lo tanto, si lo que se busca es invertir en el reino para ganar algo, mejor lleve su dinero a otro negocio.
Pero si leemos bien a Groen van Prinsterer, su crítica no está dirigida sólo al Estado (en nuestro caso al inversionista -llamado a veces sostenedor-), sino también al pastor (al plantador/revitalizador), en cuanto se siente muchas veces "seducido por el dinero y las armas". Tiene mucho sentido lo que dice este autor, ya que, a mi humilde entender, el mayor peligro en este asunto, tiene que ver con cómo nos embrutece el dinero y el poder. El daño que puede llegar a generar a la Iglesia un pastor que corre por detrás de estas cosas, puede ser catastrófico. La plantación de iglesias no puede ser un fin en sí mismo para un plantador. Dicho de otra forma, no puede una persona que cree que tiene un llamado a plantar iglesias, validarse por medio de ello. La plantación de iglesias NO es un emprendimiento personal donde el emprendedor se valida a sí mismo con el 'éxito' de su emprendimiento. No podemos servir al reino de Dios pensando en poder estar entre "Los 10 emprendedores más exitosos del 2015" ni mucho menos si queremos aparecer en la revista Forbes eclesial.
Sobre el modelo, mucho se habla de la influencia de las grandes ciudades a las ciudades más pequeñas y que el "modelo de Pablo" es el mejor modelo de plantación de iglesias, que el mover migratorio a las grandes ciudades debemos usarlo para la plantación de iglesias y todo lo demás. Sinceramente, creo que es bastante limitado pensar así. Creo que el ejemplo de Jesús nos muestra interés tanto en las grandes ciudades, como en las pequeñas. Lo vemos (a Jesús) ir y venir por ciudades grandes y pequeñas, donde el evangelio era anunciado. Pienso que el movimiento debe ser en ambas direcciones y no seguir pensando en el modelo que favorece sólo a las grandes ciudades.
Y aquí quisiera agradecer lo dicho por el pastor Caleb Fernández; soy un convencido de que la falta de desarrollo eclesial con lo afrolatinoamericano y con los sectores más bajos de la sociedad son, en gran medida, por culpa de los modelos empresariales de plantación de iglesias, donde "lo que no es rentable, no sirve". En una mentalidad empresarial, tanto lo indígena, como lo pobre (y añadiría también lo migratorio) no es cool ni vende lo suficiente. Siento la imperiosa necesidad de involucrarme con estos aspectos de la sociedad.
Probablemente mis pensamientos están desordenados aún, pero espero ir ordenándolos en mi caminar y en la praxis eclesial, en la medida que se me permita hacerlo.
Una cosa la tengo clara: Como bien dice van Prinsterer, los 'inversionistas' que se sientan con el derecho de decirte cómo debes hacer las cosas, pronto te dirán qué debes decir. No estoy dispuesto a ceder en ello por recibir a cambio un poco de dinero.