La historia cristiana ha estado llena
de desacuerdos, rivalidades, contraposiciones y confrontaciones. Como
Reformado, vienen a mi mente la apasionada crítica de Lutero a Zwinglio o el
rencor generado entre Servet y Calvino. Incluso la falta de cortesía con la que
John Knox habló a la reina de Escocia. Muchos se preguntan si acaso Lutero
debió insultar con garabatos a Zwinglio (¿habrá sido posible que Lutero tratara
a alguien sin garabatos?), si Calvino pudo haber hecho algo para que Servet no
fuera quemado o si Knox pudo haber mostrado un poco de compasión a la reina. Y
ellos y muchos más, por sus defensas a la verdad, han sido acusados de faltos
de amor.
Claro, desde nuestra perspectiva en
pleno siglo XXI, estas personas pueden ser considerados unos desalmados y poco
cristianos (los Reformados sabemos que, en una discusión con legos en el
asunto, lo primero que te lanzan a la cara es la consabida "Calvino mató a
Servet, así que Calvino no es crisitano"); porque es esta época donde el
"amor" (así entre comillas) ha sido elevado a un sitial de dios
mismo. Como la verdad es relativa, entonces el amor pasa a ser el absoluto.
Esta cultura de lo relativo, pero
donde el "amor" es absoluto, ha invadido la iglesia de manera brutal.
Porque el "amor" es absoluto, entonces la iglesia ha recluido a la
verdad a un calabozo en la parte más escondida del palacio, colocando sobre
ella una pesada máscara de hierro. De esta manera se populariza la idea que
planteara Rob Bell: #LoveWins.
Lamentablemente, en nombre del
"amor", hemos abierto mano de la verdad. En nombre del
"amor" nos hemos desviado de la verdad, pavimentando la ruta con
hermosos conceptos como la unidad de la iglesia. Y la "unidad" (así
entre comillas) se ha vuelto más importante que cualquier doctrina, incluso más importante que el
evangelio. Bajo el estandarte de la unidad se tolera casi todo tipo de
extravíos doctrinales, mientras las transgresiones morales se obvian y se
interpela a la gente a perdonarlas rápidamente, como dice Lutzer.
Hace poco leí un libro llamado
"Ortodoxia Humilde" de Joshua Harris, quien plantea que hemos
aprendido a reprender como Jesús pero no a amar como Jesús. Y es una afirmación
que, si cae en manos del "post amor cristiano" (post, porque
bíblicamente el simplemente perdonar sin advertir ni llamar al arrepentimiento
no es amor), se celebra con ahínco. Pero, ¿qué será realmente eso de
"faltos de amor"?
Tengo la impresión que Pablo responde
a qué es realmente el amor cristiano. En Gálatas 2.11ss, Pablo relata el
encontrón que tuvo con Pedro. Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, dice:
“Pues bien, cuando Pedro fue a Antioquía, le eché
en cara su comportamiento condenable. Antes que llegaran algunos de parte de
Jacobo, Pedro solía comer con los gentiles. Pero cuando aquéllos llegaron,
comenzó a retraerse y a separarse de los gentiles por temor a los partidarios
de la circuncisión. Entonces los demás judíos se unieron a Pedro en su
hipocresía, y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar por esa conducta
hipócrita. Cuando vi que no actuaban rectamente, como corresponde a la
integridad del evangelio, le dije a Pedro delante de todos: «Si tú, que eres
judío, vives como si no lo fueras, ¿por qué obligas a los gentiles a practicar
el judaísmo?”
Más
de alguno podría decirme que no está hablando de lo mismo. Pero no hay que ser muy
experto en el tema como para darnos cuenta que hay un principio bíblico en las
palabras de Pablo. Porque, ¿qué habrá querido decir y/o hacer Pablo con
declaraciones tan poco llenas de amor como “le
eché en cara su comportamiento condenable” y “le dije a Pedro delante de todos”?
Me
da la impresión que en el contexto de la carta a los Gálatas, Pablo está
confrontando a Pedro con el Evangelio. Sí. El Evangelio de la gracia. ¿Cómo así?
Me
explico. El mismo afán post cristiano ha travestido el Evangelio en una especie
de “energía amanerada” que es incapaz de tocar a alguien con el pétalo de una
rosa. Concuerdo con el pastor David Nicholas [Spanish River Church] cuando
plantea que pareciera ser que muchos se escandalizan con el verdadero Evangelio
porque realmente no creen en él. Porque predicar que el amor de Dios sí realmente
perdona nuestras bajezas más perversas, sin predicar sobre arrepentimiento, es
un falso Evangelio. Al menos uno mutilado. Porque el verdadero Evangelio no es
solamente “Cristo me salvó”, sino también que toda mi bajeza, mi inmundicia y
mis crímenes en contra de la santidad de Dios mataron en la cruz al Hijo Santo
de Dios.
El
Evangelio sólo es amoroso cuando me invita al arrepentimiento. No existe otro
evangelio.
Cito
al pastor Nicholas nuevamente cuando está hablando de la necesidad de anunciar
las malas noticias del evangelio: “Eso es
lo que debemos decir a los otros, sabiendo que el Espíritu Santo tomará
nuestras palabras y las usará para convencer a las personas de su pecaminosidad
y desesperanza.”
No.
No me siento superior a nadie. Pero argumentar que porque soy igualmente
pecador no tengo moral para denunciar el pecado ni llamar al arrepentimiento a
otro, es minimizar la obra de Cristo, quien usa a la Iglesia en el llamado al
arrepentimiento.
Sigo
preguntándome, ¿qué delata la verdadera falta de amor?