Quitame la vida... ese es mi pensamiento cuando reflexiono sobre aquellos que, invocando el nombre de Dios, terminan alejándose del Dios que les regaló la vida y la vida eterna. Quitame la vida Señor si erro el camino correcto. Prefiero morir antes de fallarte...
El fin de semana estuve leyendo sobre la vida de Salomón y de cómo el hijo de David, con todo el favor de Dios, con todo el ejemplo que vio de su padre, con el honor de terminar el templo para Jehová y toda la sabiduría y riqueza que tuvo, terminó siendo un apóstata. Pareciera ser que nunca leyó el salmo 119, porque fue incapaz de guardar la palabra de Dios en su corazón y de cómo su sabiduría fue tanta que simplemente se envaneció y fue sabio en su propia opinión.
Es curioso observar que siguen existiendo salomones por todas partes. He visto pastores, misioneros, líderes de ministerios, líderes de bandas, amigos y conocidos que en algún lugar de sus vidas dejaron de mirar hacia el cielo, dejaron de alzar los ojos a los montes y pedir socorro a Jehová, el hacedor de todas las cosas. Queda claro entonces la recomendación del apóstol Pablo hecha en 1ª de Corintios: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”, porque muchas veces (por no atreverme a decir todas) grandes personas de Dios, grandes líderes, inteligentes, capaces, sabios, etc., terminan apartándose del Señor por ser sabios en su propia opinión, alejándose de los demás, alejándose del consejo, alejándose de la iglesia, alejándose de la Biblia y alejándose de la humildad. Y es mi oración diaria lo dicho en el salmo 119:10-11: “Con todo mi corazón te he buscado; No me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”.
Muchos de ellos han sido grandes predicadores, excelentes pastores (de esos que pastorean de verdad), misioneros sufridos por la causa de Cristo o líderes geniales de ministerios exitosos, pero que pareciera que no han hecho indispensable el meditar en las palabras de Jesús cuando le dice a sus discípulos ¿de qué le sirve a un hombre ganar al mundo entero y perder su alma? (Marcos 8:36)
Y Salomón era visto como un gran Rey, que contaba con todo el respaldo de Jehová. La Reina de Sabá lo puso a prueba y lo reconoció como tal. No era un simple aparecido, no era un don nadie, no era un Rey importante simplemente. Era Salomón.
Si no has tenido la posibilidad de leer sobre la vida de Salomón, el libro de 1ª de Reyes nos dice mucho sobre este Rey, de su engrandecimiento (de la mano de Dios) y de su debacle y alejamiento de Jehová. Curiosamente no fue el dinero lo que lo alejó de Jehová. Porque la Biblia (y la historia para los incrédulos) dicen que Salomón fue demasiado rico, pero no fue el dinero el que lo apartó del camino. Simplemente fue alejarse de la Palabra de Dios. Obviamente fue un proceso. No fue de un día para otro. Y más encima, todo le pasó por, como decimos en Chile, califa, o sea, por andar de mujer en mujer, sin discriminar de dónde provenían esas mujeres, cuál era su pasado, a qué dios adoraban. Cabe aquí un buen consejo: si alguna vez te has preguntado de la efectividad de las parejas o matrimonios de diferentes religiones, lee cómo terminó Salomón. Consejo aparte, fueron sus mujeres las que terminaron por alejar a Salomón de Dios. Sutilmente.
Me imagino que comenzaron con cosas como “para qué vamos a ir a ofrecer sacrificios a Jehová, si podemos quedarnos en la camita haciendo cositas” o “¿Sabes Salomón?, mi dios, que tan parecido al tuyo que yo creo que es el mismo pero con otro nombre. Ese dios no te pide ir al templo, no te exige aprender sus mandatos de memoria, no te pide rendirle cuentas a los sacerdotes ni menos te exige pedir consejo… para qué mi gordito lindo si eres el Rey más sabio de todo el mundo conocido”, y ahí mismo que Salomón se fue al tarro de la basura.
Ser sabio en nuestra propia opinión, no pedir consejo, no someterse a autoridad espiritual ninguna o alejarse de la Biblia son PÉSIMAS IDEAS. ¿O acaso has conocido a alguien que, haciendo eso siga teniendo el favor de Dios sobre su vida?
Desde pequeño (o mejor dicho desde niño) siempre me preguntaba cómo era posible que un hijo de Dios pudiera apostatar de la fe, pero con los años me he dado cuenta que no sólo apostatar, sino que transformarse en un maldito falso profeta y uno de esos pastores que tendrán que responder ante Dios por cada estupidez a la que condujo al rebaño.
Nuevamente me quedo con la sabia recomendación de David: “Guardaré tu ley siempre, para siempre y eternamente.Y andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos”
Amigos, procuremos permanentemente estar cerca de Dios. No dejemos de leer la Biblia, pedir consejo, ni menos reunirnos con los hermanos en Cristo. La iglesia es el cuerpo de Cristo. No seamos un Salomón más.
En el amor de Jesús.