jueves, mayo 17, 2012

El colapso de la sociedad


El profeta Miqueas hizo un diagnóstico de la sociedad de su tiempo. Dos mil setecientos años ha pasado y los problemas identificados en aquel tiempo parecen ser los mismos. Los tiempos cambiaron, pero el corazón del Hombre es el mismo. Los mismos problemas que llevaron a la nación de Judá al colapso, todavía hoy amenazan a nuestra civilización hacia la quiebra total. ¿Cuáles eran esos problemas?

1. La explotación de los pobres por los ricos (Mq 2.1,2) – Los ricos imaginaban la maldad en sus lechos y a la luz del día llevaban a cabo aquello, porque el poder estaba en manos de ellos. Codiciaban campos y los arrebataban. Codiciaban casas y las tomaban. Violentaban a los pobres al crear leyes y sistemas de opresión para asaltar el derecho del pobre. Ellos hacían las leyes, manipulaban las leyes, escapaban de las leyes, porque se colocaron por encima de la ley. Todo el sistema económico actuaba en beneficio de los poderosos. Los pobres no tenían voz. Vivían oprimidos, amordazados, perdiendo sus bienes, sus familias e incluso su libertad.

2. La corrupción de políticos inescrupulosos (Mq. 3.1-3) – La clase política de Judá se había corrompido a tal punto que Miqueas los llama “caníbales”. Ellos se comían la carne del pueblo, arrancaban la piel y quebraban los huesos. Aborrecían el bien y amaban el mal. En vez de que el liderazgo político ejerciera justicia, actuaba de forma draconiana, oprimiendo al pueblo, cobrando impuestos abusivos para poder ostentar su lujo. Cuando el injusto gobierna, el pueblo gime. Cuando la injusticia prevalece, la nación se desespera.

3. La injusticia clamorosa del poder judicial (Mq 3.11) – No solamente la clase política había naufragado en el profundo mar de lucro inmoral, sino también el poder judicial que debía fiscalizar con justicia los actos del gobierno, también se había entregado a la seducción de la riqueza ilícita. Miqueas dice que ellos emitían sentencias por soborno. Ellos no juzgaban conforme a la justicia ni por el criterio de la verdad. Los pobres no tenían chance de defender su causa porque los jueces eran sobornados y sus sentencias eran compradas.

4. La decadencia generalizada de la familia (Mq 7.6) – La decadencia de la sociedad de Judá procedía del palacio, pasaba por el poder judicial y bajaba a la estructura familiar. Las familias ya no eran reductos de reserva moral, sino que campos de batalla. El conflicto se había instalado dentro de la propia familia. Los hijos despreciaban a los padres, las hijas se levantaban contra las madres, las nueras en contra de las suegras y los enemigos del Hombre eran los de su propia casa. La familia, en vez de ser una contracultura en una sociedad decadente, era el espejo de esa sociedad. El mal que estaba destruyendo la nación, estaba instalado en el núcleo más íntimo de la nación: la familia.

5. La apostasía galopante de la religión (Mq 3.11) – La religión judía debía ser como un faro de luz en medio de la oscuridad idolátrica pagana. Los judíos tenían la Palabra de Dios. Ellos eran el pueblo del pacto. Ellos fueron escogidos por Dios para ser luz a las naciones. Pero, en vez de que el pueblo de Dios influenciara en el mundo, el mundo influenció al pueblo de Dios. La religión de ellos se contaminó por el fermento del lucro. Sus sacerdotes enseñaban por interés, sus profetas adivinaban por dinero. El amor al dinero y la ganancia por el lucro fácil les corrompió el alma y los hizo caer en las redes insidiosas de la apostasía.

Este no es solo el diagnóstico de una sociedad antigua, sino que es el lamentable retrato de la sociedad mundial. No nos podemos callar. No podemos conformarnos. ¡Es tiempo de levantarnos y actuar!

Rev. Hernandes Dias Lopes – Pastor presbiteriano. (Traducido y editado por Jano Molina)
Las cursivas son del editor.

martes, mayo 01, 2012

Un mensaje a "esos" pastores

El Señor me dirigió la palabra: «Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y adviérteles que así dice el Señor omnipotente: “¡Ay de ustedes, *pastores de Israel, que tan sólo se cuidan a sí mismos! ¿Acaso los pastores no deben cuidar al rebaño? Ustedes se beben la leche, se visten con la lana, y matan las ovejas más gordas, pero no cuidan del rebaño. No fortalecen a la oveja débil, no cuidan de la enferma, ni curan a la herida; no van por la descarriada ni buscan a la perdida. Al contrario, tratan al rebaño con crueldad y violencia. Por eso las ovejas se han dispersado: ¡por falta de pastor! Por eso están a la merced de las fieras salvajes. Mis ovejas andan descarriadas por montes y colinas, dispersas por toda la tierra, sin que nadie se preocupe por buscarlas. 
» ”Por tanto, pastores, escuchen bien la palabra del Señor: Tan cierto como que yo vivo —afirma el Señor omnipotente—, que por falta de pastor mis ovejas han sido objeto del pillaje y han estado a merced de las fieras salvajes. Mis pastores no se ocupan de mis ovejas; cuidan de sí mismos pero no de mis ovejas. Por tanto, pastores, escuchen la palabra del Señor. Así dice el Señor omnipotente: Yo estoy en contra de mis pastores. Les pediré cuentas de mi rebaño; les quitaré la responsabilidad de apacentar a mis ovejas, y no se apacentarán más a sí mismos. Arrebataré de sus fauces a mis ovejas, para que nos les sirvan de alimento. 
» ”Así dice el Señor omnipotente: Yo mismo me encargaré de buscar y de cuidar a mi rebaño. Como un pastor que cuida de sus ovejas cuando están dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las rescataré de todos los lugares donde, en un día oscuro y de nubarrones, se hayan dispersado. Yo las sacaré de entre las naciones; las reuniré de los países, y las llevaré a su tierra. Las apacentaré en los montes de Israel, en los vados y en todos los poblados del país. Las haré pastar en los mejores pastos, y su aprisco estará en los montes altos de Israel. Allí descansarán en un buen lugar de pastoreo y se alimentarán de los mejores pastos de los montes de Israel. Yo mismo apacentaré a mi rebaño, y lo llevaré a descansar. Lo afirma el Señor omnipotente. Buscaré a las ovejas perdidas, recogeré a las extraviadas, vendaré a las que estén heridas y fortaleceré a las débiles, pero exterminaré a las ovejas gordas y robustas. Yo las pastorearé con *justicia. (Ezequiel 34:1-16 NVI)