El
profeta Miqueas hizo un diagnóstico de la sociedad de su tiempo. Dos mil
setecientos años ha pasado y los problemas identificados en aquel tiempo
parecen ser los mismos. Los tiempos cambiaron, pero el corazón del Hombre es el
mismo. Los mismos problemas que llevaron a la nación de Judá al colapso,
todavía hoy amenazan a nuestra civilización hacia la quiebra total. ¿Cuáles
eran esos problemas?
1. La
explotación de los pobres por los ricos (Mq 2.1,2) – Los ricos imaginaban la maldad en
sus lechos y a la luz del día llevaban a cabo aquello, porque el poder estaba
en manos de ellos. Codiciaban campos y los arrebataban. Codiciaban casas y las
tomaban. Violentaban a los pobres al crear leyes y sistemas de opresión para
asaltar el derecho del pobre. Ellos hacían las leyes, manipulaban las leyes,
escapaban de las leyes, porque se colocaron por encima de la ley. Todo el
sistema económico actuaba en beneficio de los poderosos. Los pobres no tenían
voz. Vivían oprimidos, amordazados, perdiendo sus bienes, sus familias e
incluso su libertad.
2. La
corrupción de políticos inescrupulosos (Mq. 3.1-3) – La clase política de Judá se había
corrompido a tal punto que Miqueas los llama “caníbales”. Ellos se comían la
carne del pueblo, arrancaban la piel y quebraban los huesos. Aborrecían el bien
y amaban el mal. En vez de que el liderazgo político ejerciera justicia,
actuaba de forma draconiana, oprimiendo al pueblo, cobrando impuestos abusivos
para poder ostentar su lujo. Cuando el injusto gobierna, el pueblo gime. Cuando
la injusticia prevalece, la nación se desespera.
3. La
injusticia clamorosa del poder judicial (Mq 3.11) – No solamente la clase política
había naufragado en el profundo mar de lucro inmoral, sino también el poder
judicial que debía fiscalizar con justicia los actos del gobierno, también se había
entregado a la seducción de la riqueza ilícita. Miqueas dice que ellos emitían
sentencias por soborno. Ellos no juzgaban conforme a la justicia ni por el
criterio de la verdad. Los pobres no tenían chance de defender su causa porque
los jueces eran sobornados y sus sentencias eran compradas.
4. La
decadencia generalizada de la familia (Mq 7.6) – La decadencia de la sociedad de
Judá procedía del palacio, pasaba por el poder judicial y bajaba a la
estructura familiar. Las familias ya no eran reductos de reserva moral, sino
que campos de batalla. El conflicto se había instalado dentro de la propia
familia. Los hijos despreciaban a los padres, las hijas se levantaban contra
las madres, las nueras en contra de las suegras y los enemigos del Hombre eran
los de su propia casa. La familia, en vez de ser una contracultura en una
sociedad decadente, era el espejo de esa sociedad. El mal que estaba
destruyendo la nación, estaba instalado en el núcleo más íntimo de la nación:
la familia.
5. La
apostasía galopante de la religión (Mq 3.11) – La religión judía debía ser como un faro de luz en
medio de la oscuridad idolátrica pagana. Los judíos tenían la Palabra de Dios.
Ellos eran el pueblo del pacto. Ellos fueron escogidos por Dios para ser luz a
las naciones. Pero, en vez de que el pueblo de Dios influenciara en el mundo,
el mundo influenció al pueblo de Dios. La religión de ellos se contaminó por el
fermento del lucro. Sus sacerdotes enseñaban por interés, sus profetas
adivinaban por dinero. El amor al dinero y la ganancia por el lucro fácil les
corrompió el alma y los hizo caer en las redes insidiosas de la apostasía.
Este
no es solo el diagnóstico de una sociedad antigua, sino que es el lamentable
retrato de la sociedad mundial. No
nos podemos callar. No podemos conformarnos. ¡Es tiempo de levantarnos y
actuar!
Rev.
Hernandes Dias Lopes – Pastor presbiteriano. (Traducido y editado por Jano Molina)
Las cursivas son del editor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario