El renacimiento de la Iglesia de los Moravos en mayo de 1727, había resultado en gran parte por un fuerte énfasis en la oración. Los meses siguientes, un espíritu de oración tomó cuenta de la pequeña comunidad evangélica. El día 27 de agosto de ese mismo año, 24 hombres y 24 mujeres se comprometieron a orar una hora al día de forma secuencial, de modo que siempre había alguien orando por misiones.
Esa "vigilia de oración" sensibilizó al conde Zinzerdorf y a la comunidad de Moravia a querer alcanzar a otros para Cristo. Seis meses después de haber iniciado la vigilia, el conde desafió a los compañeros a evangelizar las Indias Occidentales, Groenlandia, Turquía y Laponia. Al día siguiente, 26 moravos se ofrecieron como voluntarios para las misiones mundiales, donde quiera que Dios quisiese enviarlos.
La vigilia de oración prosiguió sin interrupción, veinticuatro horas por día, durante más de 100 años.
En 1792, sesenta y cinco años después del inicio de la vigilia, la pequeña comunidad moravia había enviado 300 misioneros hasta los confines de la tierra.
(Texto original de Alderi Souza de Matos. Puede leer el texto en http://www.mackenzie.com.br/6979.html)
La dinámica de las misiones siempre es la misma: después de orar, o vas o envías.
Nuestra mezquindad es la que nos impide ir. Pero también es mezquino aquel que, ante alguien que está dispuesto a ir, no envía... porque orar no lo es todo.
Oremos para cambiar nuestra realidad.
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