Comparto esta investigación que realicé en el contexto académico del Seminario Teológico Presbiteriano José Manuel Ibáñez Guzmán de la Iglesia Presbiteriana de Chile.
Ya hace algunos años vengo leyendo sobre este fenómeno y, durante los últimos años, he podido ver un patrón que se repite. Son investigadores serios (Pew Research y Latinbarómetro) quienes tienen la más respetable opinión sobre el fenómeno. Eso, sumado a la labor pastoral de estos últimos años, me llevan a concluir lo que versa en este escrito.
INTRODUCCIÓN
Como
Licenciado en Comunicación y Publicista, siempre me llamó la atención algunos
conceptos del marketing y de las comunicaciones que son usados fuera del área
que compete a la comunicación publicitaria. Uno de ellos es el neologismo
fidelización. Se trata de un término del área de la publicidad y el marketing
que se explica como el deseo de las empresas a que sus clientes o consumidores
se mantengan fieles a ellas y sus productos. Especialmente en los sectores
donde hay una gran competencia, es un objetivo altamente deseado. Evidentemente
la fidelidad de las personas a un determinado proveedor o prestador de
servicios puede no tener ninguna implicación ética. Si una persona es cliente
de una determinada pizzería “a”, sin motivo puede cambiarse a otra “b”; o usando su portabilidad se
cambia de compañía de telefonía celular según los beneficios que una u otra le
pueda dar. Esto no tiene mayores consecuencias sino sólo dentro de la mercadotecnia.
En otras
esferas, la fidelidad adquiere una importancia mucho mayor, como es el caso de
la política partidaria. En Chile, durante los últimos años, hemos visto nacer
al menos tres movimientos políticos que se desprenden de la mano de políticos
que pertenecían a ciertos partidos pero que, por diferencias de opinión con el
grueso del partido, terminaron saliendo de los que eran sus partidos, como es
el caso del Partido Amplitud, el Partido Regionalista Independiente o el
Partido Progresista, entre otros. Muchos de los políticos involucrados en estos
cismas son considerados como “infieles”. Atentos a lo que se viene para la UDI.
Pero también
me llama profundamente la atención que este concepto haya llegado con fuerza y
para quedarse a la esfera eclesiológica. Es un hecho conocido que muchas de
ellas han estado preocupadas pode un considerable éxodo de miembros. Muchas
veces se realiza grandes esfuerzos para atraer nuevos adeptos, para terminar
perdiéndolos por los más diversos motivos.
El objetivo
inicial de esta monografía era poder buscar los motivos del por qué ocurre este
fenómeno del creciente el número de evangélicos que salen de sus iglesias. Como
decíamos, partimos inicialmente suponiendo que un gran porcentaje salía de sus
iglesias por causa de frustraciones, decepciones y escándalos en diversas
denominaciones evangélicas. El hecho es que están saliendo de sus iglesias y
creando, probablemente sin quererlo, un nuevo movimiento que en algunos países
se le ha dado el nombre de “movimiento de los sin iglesia”[1].
Pero no es sólo en la iglesia que tenemos un descontento, sino que también
en otras instituciones y organismos sociales.
Carlo Galli, respecto de la democracia, dice que existe un malestar con
ella, porque ha sido arrastrada por las transformaciones del mundo. Este
malestar va acompañado por la idea de que estamos siendo engañados (idea muy
típica del siglo XX y que se extiende al siglo XXI)[2].
El tema de los descontentos y desafiliaciones, como decíamos, es más común de
lo que podemos imaginar.
Pero al referirnos nuevamente al fenómeno de desafiliación en la
iglesia, tenemos que ver los informes de quienes ya están estudiándolo. De
hecho, la declinación de la población que se declara católica, por ejemplo, es
un proceso que se puede rastrear al menos en los últimos cuarenta años, aunque
tiene raíces anteriores.
Nosotros suponíamos que la crisis moral tenía mucho que ver en este
asunto, pero la llamada “crisis de los abusos sexuales” que ha sacudido a la
iglesia católica en la última década, tiene poco que ver con estos procesos de
más larga data, aunque es posible que una cierta reacción secularizante de
jóvenes en los últimos años tenga alguna relación con esta crisis. Y es lo que
queremos averiguar.
Por último, no podemos dejar de pensar que si la gente está saliendo, a
algún lugar está yendo. Es casi imposible que la gente simplemente se quede sin
su comunidad de fe. De hecho, considerando que hay un malestar generalizado con
las instituciones, no podemos dejar a la gente sin una comunidad. Queramos o
no, las comunidades son espacios donde nos podemos sentir libres. Marx define
la libertad como una relación lograda con el otro:
Solamente
dentro de la comunidad con otros todo individuo tiene los medios necesarios
para desarrollar sus dotes en todos los sentidos; solamente dentro de la
comunidad es posible, por tanto, la libertad personal[3].
ASPECTOS GENERALES
Según
Galindo, un movimiento, “a diferencia de una idea, tiende por naturaleza a
difundir determinados conceptos, ganar el mayor número posible de adeptos y
hacer prevalecer ciertos ideales e intereses”[4].
Siguiendo la misma idea de Galindo, podemos considerar el movimiento de los 'sin
iglesia' como un Nuevo Movimiento Religioso por las características que este movimiento tiene, tales como
que surge como algo “nuevo” en relación a la religión existente, es un
movimiento de pequeños grupos, buscan romper con los dogmas, el rito
(principalmente el culto), se origina en la crisis (moral y de credibilidad) de
la iglesia y, sumado a las características del mundo post-moderno (sobre todo
aquellas relacionadas con la exaltación de todo lo no institucionalizado,
carente de compromiso, por mencionar sólo dos), se ha ido posicionando en la
sociedad cristiana, principalmente la evangélica.
Cristian
Parker también percibe a este grupo. Parte de la base de que ya que “el sujeto
religioso tiene muchas más oportunidades de escuchar doctrinas y prédicas que
se emiten de una gama muy variada de púlpitos[5]”
(gracias a la Internet); comienza a identificarse con frases como “Todas las
religiones dan lo mismo, lo importante es creer en Dios”; “La iglesia y los
curas me aburren”; “Yo soy católico a mi manera, me carga que me impongan
cosas”. Este tipo de frases van generando nuevas clases de auto identificación,
como “creyente a mi manera”[6].
Por
otra parte, algunos investigadores cristianos (de los Estados Unidos) ya nos
han acercado al fenómeno; para ellos, el movimiento de los sin iglesia se trata
de personas que están desconectados de la iglesia por diversos motivos, pero
que no son criaturas extraterrestres con las que los conectados con la iglesia
no tengamos nada en común. De hecho, muchos no están contra la iglesia ni la
religión[7].
Son estos desconectados de la iglesia de Rainer los que son parte de nuestro
movimiento sin iglesia; más adelante los identificaremos según sus
características y definiremos algunos puentes de acercamiento con este grupo o nuevo
movimiento religioso que, como veremos a continuación, no es tan nuevo como
nosotros podríamos pensar.
DIMENSIÓN HISTÓRICA
El problema de
la evasión de seguidores es posible verlo en el Nuevo Testamento, desde la
época del ministerio de Jesús. Es bastante conocido el episodio en que, después
de un discurso contundente, muchos de los seguidores de Jesús dejaron de
seguirlo (Juan 6.66). En la iglesia primitiva, el abandono de la comunión
cristiana generalmente estaba asociado a la apostasía, a la deserción de la fe,
siendo condenado vigorosamente. Esa es la actitud del autor de primera epístola
de Juan, que se refiere a los desertores como “anticristos”, agregando que “Aunque
salieron de entre nosotros, en realidad no eran de los nuestros; si lo hubieran
sido, se habrían quedado con nosotros. Su salida sirvió para comprobar que
ninguno de ellos era de los nuestros.” (1ª Juan 2.19). En la primera epístola a
Timoteo, Pablo afirma que, en los últimos tiempos, algunos apostatarían de la
fe (1ª Timoteo 4.1). Es importante recordar que los primeros cristianos entendían
estar viviendo en los últimos días. Así, la realidad de la apostasía era algo
contemporáneo y no solamente futuro. La epístola a los Hebreos pelea mucho con
la problemática del abandono de la fe, exhortando a los creyentes a perseverar
en el evangelio (2.1-3; 3.12-13; 6.11-12). A cierta altura, el autor deja claro
que la deserción de la comunidad cristiana era una realidad en aquellos días,
pero apela a sus lectores para que resistan contra eso: “No dejemos de
congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y
con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.” (Hebreos 10.25)
Esa
problemática continuó existiendo en los tres primeros siglos de la era
cristiana, período en que el cristianismo era considerado una religión
ilegal. Las dos principales causas de alejamiento de la iglesia eran la
fascinación con las herejías o las religiones alternativas y/o el temor a la
persecución, según leemos en las Escrituras y en las múltiples cartas de los
padres de la Iglesia. Muchos cristianos dejaban la “Iglesia” fiel al legado de
Cristo y los apóstoles, para unirse a manifestaciones heterodoxas como el
gnosticismo, el montanismo, el marcionismo y otros movimientos. La literatura
cristiana antigua está llena de alusiones a esos grupos y a los males que
causaban a la Iglesia y a sus fieles.
En el contexto
de las persecuciones, un gran número de personas abandonaban la comunidad
cristiana, justamente para no ser sometidas a los sufrimientos resultantes de
la acción represora del estado. Sin embargo, cesada la persecución, surgía un
difícil problema pastoral a ser enfrentado por los obispos y líderes de la
Iglesia. Muchos de esos individuos que habían negado a Cristo y se entregaron a
la idolatría y otras prácticas, se arrepentían y manifestaban el deseo de
retornar a la iglesia. Las actitudes de los obispos variaban en relación a
tales personas: algunos de ellos, adoptando una postura tolerante, los
reintegraban con relativa facilidad; otros, conocidos como “rigurosos”, los
sometían a un largo y arduo proceso de re inserción en la comunidad cristiana.
En algunos casos ese proceso podía durar toda la vida y el individuo era
readmitido a la comunión en su lecho de muerte, sólo si se hubiese mantenido
fiel hasta entonces. Esa situación genera el desarrollo del sacramento de la
penitencia, que estaba destinado a hacer frente a la realidad del pecado en la
vida de los bautizados[8].
Con
el adviento de la era Constantina al inicio del siglo cuarto, marcada por la
alianza de la iglesia con el estado y por el surgimiento del cristianismo como
religión oficial del Imperio Romano, el problema de la deserción tomó nuevas
formas. Ahora, siendo la iglesia mayoritaria y aliada al poder civil, era
altamente deseable permanecer en ella, y muy arriesgado abandonarla. Surgió así
una inversión de situaciones: mientras en los tres primeros siglos muchos
abandonaban la iglesia para no ser perseguidos, ahora esa deserción se tornó
motivo de castigo. Un obispo español, Prisciliano, y algunos de sus seguidores,
fueron los primeros individuos en ser ejecutados por herejía en la historia del
cristianismo en 385[9].
Tal
situación perduró a lo largo de toda la Edad Media. En el contexto de la
“cristiandad”, o sea, la sociedad europea fuertemente influenciada por la
Iglesia Romana, el problema del abandono de la iglesia o de la fe fue
relativamente minimizado. Todas las personas eran bautizadas en la infancia y
se tornaban cristianos nominales. Los súbditos de un estado eran al mismo
tiempo miembros de la única iglesia. Ciudadanía y fe se equivalían. En ese
contexto, no había ninguna tentación u oportunidad para abandonar la comunidad
eclesial. Esa realidad se alteró profundamente con el surgimiento de la Reforma
Protestante. Ese movimiento rompió el cristianismo e introdujo el principio de
la diversidad religiosa en el contexto cristiano europeo. Este hecho incentivó
el tránsito de las personas de una confesión religiosa a otra. Además de eso,
el advenimiento de una mentalidad secularizada, asociada con el Renacimiento y
el Humanismo, llevó a muchas personas a simplemente rechazar cualquier
religiosidad institucional.
Curiosamente,
por un buen tiempo las nuevas iglesias protestantes mantuvieron la mentalidad
hegemónica del catolicismo medieval. En todas las naciones o regiones
protestantes había una iglesia oficial, fuese ella luterana, reformada o
anglicana, y los adeptos de otros grupos eran sometidos a diversas
restricciones. La única excepción eran los anabaptistas, que rechazaban
cualquier asociación entre iglesia y estado. Ese sistema se transfirió a las
colonias inglesas de América del Norte, donde cada colonia tenía su propia
iglesia oficial y los disidentes sufrían serias limitaciones e incluso
castigos, como ocurrió con los cuáqueros en Massachusetts. Finalmente, con la
independencia americana y la consagración de la norma constitucional de
separación entre iglesia y estado, surgió el fenómeno conocido como
denominacionalismo, o sea, una situación en que las más diversas confesiones
religiosas tienen exactamente el mismo estatus y plena igualdad delante de la
ley, donde nadie puede ser castigado por pertenecer a este o a aquel otro grupo
confesional, o a ninguno de ellos[10].
Evidentemente
esta situación estimuló mucho más la infidelidad eclesiástica. Como las
personas ahora tenían muchas opciones religiosas y no sufrían ninguna sanción,
se cambiaban de una a otra con frecuencia. Otras personas, por diferentes
razones, simplemente dejaban sus comunidades de origen y no se afiliaban a
ninguna otra, optando por una vida irreligiosa.
ESCENARIO ACTUAL
Y LOCAL
Probablemente este fenómeno ha sido mucho más estudiado
dentro del catolicismo romano que dentro de las iglesias evangélicas y/o
protestantes. De hecho, el informe del Pew Research Center[11] comienza hablándonos de los 425 millones de
católicos (casi el 40% del total de la población católica mundial), del papa
latinoamericano y de que la identificación con el catolicismo ha disminuido en
toda la región. Según datos históricos, hasta la década de 1960, al menos el
90% de la población de América Latina era católica. Hoy llega sólo al 69% de
los adultos de toda la región. Estas pérdidas se deben principalmente al cambio
religioso, donde muchos latinoamericanos se unieron a iglesias evangélicas
protestantes o que rechazaron en general la religión organizada[12].
Chile no escapa de la tendencia de la región. Sólo
tomando como referencia los censos, la población católica habría decrecido en
alrededor del 25% en los últimos 50 años[13]. Y es que el catolicismo chileno se
encuentra doblemente desafiado por el progreso de la población evangélica, por
un lado, y la población que no declara ninguna religión, por otro.
En particular en esta monografía no nos detendremos a
analizar el cambio de confesionalidad de las personas, sino que lo acotaremos
en lo referente a los sin iglesia o, como dicen algunos informes, los que no
declaran religión o rechazan la religión organizada.
Respecto de ello, el Pew Research Center reconoce que el
panorama religioso de América Latina se está transformando por aquellos que han
prescindido de toda filiación a la religión organizada. Para este centro de
estudios, la categoría sin afiliación comprende a aquellos que se describen a
sí mismos como ateos, agnósticos o sin una religión en particular. Según el
informe, la mayoría de las personas que no tienen afiliación dicen que no
tienen una religión en particular, en lugar de describirse como ateos o
agnósticos. En Chile, el 11% de los que se declaran no afiliados se describe
como sin religión particular[14].
Otro informe que nos refuerza la situación actual es el
último informe Latinbarómetro[15], que destaca el alto nivel de secularización
de Chile y Uruguay. Sobre Chile, el informe identifica al país como el segundo
en la región donde se ha producido un proceso de secularización, aunque no tan
acelerado como en Uruguay. Para 1995, Chile tenía un 74% de Católicos con 65
puntos de diferencia con ateos/agnósticos/sin religión con un 8% o evangélicos
con 9%. Para 2013, Chile pierde 17 puntos porcentuales de católicos llegando al
57% y los sin religión (ateos/agnósticos) aumentan a 25%, acortando la
distancia entre ambos a 32%. No se puede decir que Chile no tiene una mayoría
de católicos en su población, pero sí dejó de ser la religión dominante. Según
este informe, el proceso de secularización en Chile es el más sorprendente
porque Chile no tenía una tradición de agnosticismo hace dos décadas. Se trata,
entonces, de un fenómeno nuevo[16].
Para el Centro de Políticas Públicas de la PUC, no se han
podido establecer con exactitud motivos en el declive de la población católica.
Podría haber influenciado desde la radicalización política de los años sesenta,
la actitud de la Iglesia Católica durante la dictadura (sin contar los efectos
de la represión y el exilio en la mentalidad secularizadora), e incluso apuntan
al impacto de la crisis de los abusos sexuales en el último decenio. Pero sí
identifican una crisis de confianza que podría generar estos cambios respecto
de la identificación religiosa, y que residiría en actitudes, creencias y
hábitos más profundos. También debe considerarse, según ellos, que la identidad
religiosa se encuentra vinculada con la lealtad institucional de la que ya
habíamos hablado[17].
Son diversos los actores que han notado que la creencia
religiosa requiere, como ninguna otra, el respaldo de una práctica viva y
activa, sin la cual se erosiona y desvanece irremediablemente. Creer no es lo mismo
que pensar o preferir algo que admite mucha mayor pasividad e inconsecuencia.
La probabilidad de sostener la creencia al margen de cualquier actividad
significativa es baja y lo es todavía más la capacidad de transmitirla a otros,
especialmente en un contexto religioso desafiado.
La creencia pasiva se puede todavía sostener en ambientes
de unanimidad religiosa, pero se vuelve cada vez más improbable cuando se ha
abierto un proceso de secularización. Según el citado informe de la PUC de
Chile, la transmisión parental de la creencia en un contexto de alta
secularización es compleja y menor al 0,5% incluso cuando ambos padres
creyentes transmitan su fe a sus hijos[18].
Pero, ¿qué significa estar dentro de un contexto
religioso desafiado?, ¿a qué apuntan las investigaciones cuando afirman que
estamos frente a un contexto de alta secularización?, ¿qué influencia podría
tener la ya mencionada crisis de confianza en las instituciones?
Sin ir más lejos, el informe Latinbarómetro nuevamente
nos entrega cifras alarmantes: a nivel de América Latina, la confianza en la
Iglesia Católica baja de 76% a 73%, doce puntos entre 1996 y 2013. Pero en
Uruguay, la confianza en la Iglesia Católica sólo alcanza el 48% y en Chile
apenas llega al 44%. En una región tan desconfiada como la nuestra lo que más
confían los latinoamericanos son los familiares, en segundo lugar está la
Iglesia Católica[19].
El mundo se está secularizando y vemos sus efectos sobre
la falta de identificación con las instituciones.
ENTRE
SECULARIZACIÓN, DESECULARIZACIÓN Y CRISTIANISMO DE MERCADO
A partir de la segunda mitad
del siglo 20, el mundo occidental declaró que la religión estaba muerta.
Gradualmente los asuntos de la fe fueron siendo colocados al margen de la vida
pública y se hicieron prácticamente irrelevantes para el mundo político. A ese
movimiento de descentralización de la religión, Peter Berger y otros le dieron
el nombre de secularización, proceso que el teólogo Wolfhart Pannenberg
atribuye a la renuncia de la iglesia medieval por el control de la propiedad y
que, según Berger, gana aliento con la Reforma Protestante. Con la disminución
de la influencia de la iglesia, el público se volcó al campo de la razón. La
experiencia religiosa queda restringida a la vida privada.
En la actualidad nos
encontramos inmersos en un profundo debate sobre uno de los grandes paradigmas
socio-filosóficos clásicos: el de la secularización. Esto en la medida en que
hay disonancias radicales respecto de la vigencia actual de este paradigma o si,
por el contrario, la secularización ocupa ya un lugar secundario como
cosmovisión, en virtud de un nuevo marco de legitimación religioso: la
resacralización, el encantamiento del mundo o, como también se denomina, como
una forma de ruptura con el anterior modelo: la desecularización.
Pero, como dice Matt Bonzo[20], con este esbozo de la teoría
de la secularización, podemos llegar a una interpretación bastante simplista de
la historia: mientras más una nación se moderniza, más la religión queda al
margen[21]. Pero Bonzo es contrario a
esta idea. De hecho, es de la idea de que la religión no es que esté
reemergiendo, sino que ella realmente nunca se fue, a pesar de los altos
índices de secularización y abandono de las iglesias que podemos observar. Para
defender esta postura, basta seguir la revisión hecha por Berger. La
secularización ya no es vista como algo inevitable en el proceso de
modernización de un país, al punto de que la religión simplemente ha florecido
en nuevas formas. Según este profesor, la interpretación de la realidad en
términos espirituales no se presenta de manera cristiana u ortodoxa o con un
lenguaje tradicional, sino mediante una presencia espiritual en las
instituciones y prácticas culturales. No es en vano que este elemento
religioso/espiritual pueda ser observado en la inmensa cantidad de películas
con personajes espirituales como brujas, hadas, hechos paranormales, o la
reinterpretación de historias bíblicas en el cine, como El Hijo de Dios, Noé,
Éxodo: dioses y reyes, o el remake de Dejados Atrás.
La cara menos agradable de
este retorno a la espiritualidad religiosa está en los hitos noticiosos
asociados a lo religioso, como la exagerada exposición del lamentable asesinato
de los dibujantes de la revista francesa Charlie Hebdo o los cinematográficos
videos de asesinatos de parte de ISIS. Sin profundizar en el tema, nos queda
claro que, por más secularización que podamos escuchar, los hechos nos dicen
que lo religioso no se ha ido. De una u otra forma, como bien dice el filósofo
coreano Byung-Chul Han, “ante la falta de una tanatotécnica narrativa nace la
obligación de mantener esta nuda vida necesariamente sana. Ya lo dijo
Nietzsche: tras la muerte de Dios, la salud se eleva a diosa”[22], reforzando esta idea sobre
la espiritualidad.
Lo que aún no está claro es
cómo comprender la religión en una era pos-secular y cómo esto se relaciona con
la también evidente proliferación de, en este caso, cristianos sin iglesia,
sobre todo en nuestro país que, a pesar de la hiperconectividad, siempre
reacciona de forma tardía.
Sin embargo, Bonzo apunta a
que existe un aspecto que podría hacernos comprender la relación que existe
entre los sin iglesia y la desecularización. Para Bonzo, el sociólogo Edin Sued
Abumanssur sugiere que “el proceso de globalización
económica y cultural ha generado cambios en la forma como las organizaciones
religiosas funcionan, atraen y controlan sus miembros. El elemento que orienta
las acciones de las personas ya no es la tradición, sino los modelos sugeridos
por los medios”[23]. A pesar de ser una visión,
para nuestro gusto, un tanto sesgada, sí concordamos en que las personas tienen
profundamente arraigada la mentalidad de consumidores, y particularmente de productos religiosos,
donde el producto debe ser hecho según mis necesidades. Tal vez aquí tenemos
una respuesta.
La sociedad de consumo fue
transformando todo en bien de consumo: educación, afecto, sexo, tiempo. No
podía demorar mucho para que, al transformar la religión en un producto de
consumo, las personas acabaran sintiéndose defraudadas, (tal vez) no de una
cosmovisión, sino de un 'bien de consumo'.
Sin embargo, y a pesar de la
búsqueda de apartarse de la religión organizada, el ser humano, como ser
gregario, requiere de un desarrollo que se da solamente en lo comunitario, lo
que a su vez explica el por qué aquellos que se alejan de la iglesia, también
buscan formas de espiritualidad, volviendo a agruparse según sus ideas en
común, a saber, un producto según sus necesidades, aunque probablemente no
estén pensando en la espiritualidad como un bien de consumo. Lo comunitario
sigue siendo necesario.
Al respecto, Byung-Chul Han
plantea que ser libre no significa otra cosa que realizarse mutuamente[24], sostenido en la visión de
Karl Marx que mencionáramos en la introducción de esta monografía.
Estamos frente a dos
necesidades: por una parte el manifestar nuestro derecho de poder elegir un
producto según nuestros propios deseos [me desconecto de la iglesia organizada
porque no satisfizo mis necesidades espirituales], y por otra parte la necesidad
del ser humano de pertenecer comunitariamente a algo. Zygmunt Bauman dice que
esto es representativo de la crisis de identidad posmoderna.
Berger dice que el
resurgimiento religioso es causa y efecto de la crisis de sentido de la
modernidad. Es decir, al mirar la modernidad las estructuras de plausibilidad
de sentido y significado tradicionales, hace cada vez más insoportable la
situación de incertidumbre y de relativismo existencial y axiológico. Así pues,
los movimientos que pretenden dotar seguridades a los individuos adquieren
mayor relevancia.[25]
Si la iglesia
pretende transformarse en un instrumento de secularización, si los cristianos
no quieren tornarse pos-seculares y si el cristianismo no se está transformando
en esa religión que nos aplasta y nos fuerza tanto al subjetivismo e
individualismo radical como para una espiritualidad globalizada, entonces es
nuestro deber funcionar como una comunidad local de cura. Debemos re-narrar el
mundo por medio de la gracia y de la hospitalidad y, al mismo tiempo, trabajar
para traer el reino de Dios a todas las esferas de la vida, revelando en
humildad el señorío de Cristo como camino para la verdadera redención.
SIENDO IGLESIA
ENTRE LOS SIN IGLESIA
Esta monografía no pretende
simplemente mostrar una realidad evidente y hacer un diagnóstico del mal de la
evasión de miembros desde muchas iglesias en nuestro país, sino también
proporcionar algunas acciones preventivas y correctivas que pueden ser
consultadas por líderes que estén enfrentando este problema. La evasión de
miembros es un fenómeno más complejo que lo expuesto en esta monografía, con
una multiplicidad de factores. Asimismo se debe tener en consideración que
existen algunos sin iglesia que permanecerán en esta postura sin importar de
los esfuerzos que se hagan en relación a ellos. Como dice Kimball, “no
deberíamos cambiar para coincidir con lo que a la gente le gustaría que fuera
la iglesia… tenemos que ser muy cuidadosos en no convertirnos en algo diferente
a lo que la iglesia debe ser[26]”. Esto es lo que parecen
buscar aquellos que abandonaron la iglesia queriendo ser cristianos, pero sin
iglesia. Para ellos, Cristo no dejó una forma de iglesia, la iglesia se dejó
influenciar por la filosofía griega en la teología corrompiéndose, la Reforma
creó denominaciones, se crearon confesiones de fe que hicieron del mensaje de
Cristo algo rígido impidiendo el libre pensamiento, o el hecho de que las
Escrituras dicen que donde hay dos o tres reunidos en Su nombre, allí está la
iglesia[27]. En este sentido, parece que
los sin iglesia olvidan que lo que la Reforma hizo fue retornar, clara y
consistentemente, a los orígenes, a la realidad final, Dios; pero igualmente a
la realidad del hombre –no solamente a las necesidades personales del hombre
(como la salvación), sino también a sus necesidades sociales[28], como afirma Francis
Schaeffer.
Augustus Nicodemus también responde
a los sin iglesia, primero parándose en un lugar común, como la percepción de
que muchos evangélicos confunden la iglesia organizada con la iglesia de
Cristo. También les concede la crítica a los sistemas de defensa creados para
perpetuar las estructuras y jerarquías de las iglesias organizadas, olvidando
que las personas son más importantes que las organizaciones[29]. No obstante, los encara
colocando en duda si estos son suficientes argumentos como para dejar a la
iglesia. En esto concordamos con Nicodemus cuando dice que mucho antes de que
todas las corrupciones planteadas por el movimiento de los sin iglesia
surgieran, la iglesia ya había sido establecida por Cristo[30].
¿Cómo debemos entonces abordar
esta realidad de los sin iglesia en una sociedad desecularizada? ¡Siendo
iglesia! No es descabellado plantearse desde esta posición, a saber, que la
mayoría de los sin iglesia son personas desencantadas, ya sea porque se
desencantaron de un producto o, en términos generales, de una comunidad que no
actuaba como la iglesia que el Señor Jesucristo nos ha llamado a ser. Como dice el estudio de la
PUC de Chile citado anteriormente, si bien es cierto se percibe un cierto dejo
de anticlericalismo (que ha estado íntimamente asociado con el secularismo en
países de predominio religioso católico), los que declaran ninguna religión de
hoy aparecen en la frontera de los que “creen sin pertenecer”, mucho más
próximos de los católicos pasivos que de los ateos confesos[31]. O sea, la mayoría de los sin
iglesia creen a pesar de no pertenecer, lo que facilita el diálogo para ser una
iglesia entre los sin iglesia.
Francis Schaeffer planteó tres
elementos necesarios para que la iglesia del Señor Jesucristo sea una fuerza
revolucionaria en medio de la desorganización y revolución de nuestros días:
(1) la iglesia debe hacer una diferenciación entre ser cobeligerante y ser una
aliada; (2) debe cuidar para defender claramente la verdad, tanto en términos
doctrinarios como en la práctica, a pesar de que tenga que pagar caro por eso;
(3) debe ser más que un simple punto de predicación o centro generador de
actividades; debe demostrar la práctica de la comunidad[32].
Muchas veces esperamos que se
nos den metodologías para poder acercarnos a estas personas, pero concordamos
con Rainer al plantear que ningún programa puede reemplazar a la sencilla
comunicación del evangelio[33], a pesar de que los programas
y metodologías nos ayudan a tener una mejor percepción. Y es que no podemos
dejar de ser iglesia. Al decir de Michael Goheen, "la iglesia tiene una misión
establecida por Dios mismo, siendo esta que somos el pueblo de Dios viviendo a
la manera de Dios públicamente, ante los ojos de las naciones"[34].
Necesitamos vivir lo que
predicamos. Nelson Bomilcar presenta esto diciendo que debemos ser “gente que,
transformada por el evangelio, va trayendo sanidad para donde vive, trabajando
y sirviendo en la sociedad. Sé que algunos de los llamados sin iglesia se
resisten a esta colocación, ya que
buscar sanidad, es un camino trabajoso y arduo. Algunos, sumidos en tanta
tristeza, desilusión y descrédito, simplemente no encuentran fuerzas para
buscar cura y nuevos horizontes”[35]. Esto es el reflejo de vidas
centradas en el mensaje de la cruz.
Schaeffer ya lo decía. No
puede ser de otra manera. Para él, la comunidad verdaderamente cristiana está
constituida por individuos que ya son
cristianos por la obra de Cristo que creen en el Dios vivo por medio de la obra
de Cristo que murió en la cruz[36]. Hacer creer a los demás que
somos cristianos solitarios, es poco cristiano.
Nuevamente Nicodemus es clave
al decir que la religión individualista de los libre-pensadores, eternamente en
duda, incapaces de llevar sus pensamientos cautivos a la obediencia de Cristo,
un cristianismo sin iglesia, simplemente es otra religión[37].
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16 DE ABR. DE 2014, “Las religiones en tiempos del Papa Francisco”
NICODEMUS, Augustus. O ateísmo cristão e outras
ameaças à Igreja. Mundo Cristão. São
Paulo, 2011
PARKER, Cristian. Mentalidad religiosa post-ilustrada:
creencias y esoterismo en una sociedad en mutación cultural. En publicación: América Latina y el Caribe.
Territorios religiosos y desafíos para el diálogo. Aurelio Alonso (Compilador).
CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. Febrero de
2008
Pew Research Center, 13 DE NOV. DE 2014, “Religión en
América Latina: Cambio generalizado en una región históricamente católica”
RAINER, Thom. Desconectado de la iglesia. Vida. Miami,
2009
SCHAEFFER, Francis. A igreja no
século 21. Edição Especial [A igreja no final do século 20; A igreja diante do
mundo que a observa; Um manifesto cristão; O grande desastre evangélico].
Cultura Cristã. São Paulo, 2010
WALKER,
Williston. Historia de la Iglesia Cristiana. [PDF, s/a], p.100ss
[1] En Estados Unidos recibe el nombre de ‘unchurched’. En Brasil recibe el nombre de ‘desigrejados’.
[2] GALLI, Carlo. El malestar de la democracia. 1ª edición. Fondo de
Cultura Económica. Buenos Aires, 2013, p.9-13
[3] HAN, Byung-Chul. Psicopolítica. Herder. Barcelona, 2014, p.14
[4] GALINDO, Florencio. El protestantismo
fundamentalista. Verbo Divino, Navarra, 1992, p.202
[5] PARKER, Cristian. Mentalidad religiosa
post-ilustrada: creencias y esoterismo en una sociedad en mutación cultural. En publicación: América Latina y el Caribe.
Territorios religiosos y desafíos para el diálogo. Aurelio Alonso (Compilador).
CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. Febrero de
2008. [Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/alonso/Gumucio.pdf,
p.339
[6] Ídem.
[7] RAINER, Thom.
Desconectados de la iglesia. Editorial Vida, Miami, 2009, p.15
[8] Cf. WALKER, Williston. Historia
de la Iglesia Cristiana. [PDF, s/a], p.100ss
[9] DOUGLAS, J.D. (ed. grl)
The new international dictionary of Christian church. 2ª ed. Zondervan. Grand Rapids, 1978, p.804
[10] ELWELL, Walter (ed.) Enciclopédia histórico-teológica
da Igreja cristã. Em 1 volume. Vida Nova. São Paulo,
2009, p.409-412
[11] Pew Research
Center es un fact tank apartidista que informa al público sobre los
asuntos, actitudes y tendencias que configuran a los Estados Unidos y al mundo. El centro conduce encuestas de opinión pública, investigación
demográfica, análisis del contenido de medios de comunicación y otras
investigaciones sociales de carácter empírico. Todos los informes del centro
están disponibles en www.pewresearch.org.
[12] Pew Research Center, 13
DE NOV. DE 2014, “Religión en América Latina: Cambio generalizado en una región
históricamente católica”, p.3
[13] Instituto de Sociología
del Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica, ABRIL
DE 2013, “¿En qué creen los chilnenos? Naturaleza y alcance del cambio
religioso en Chile”, p.2
[14] Pew Research Center.
Op.Cit., p.15
[15] Latinobarómetro
es un estudio de opinión pública que aplica anualmente alrededor de 20.000
entrevistas en 18 países de América Latina. La Corporación Latinobarómetro
investiga el desarrollo de la democracia, la economía y la sociedad en su
conjunto, usando indicadores de opinión pública que miden actitudes, valores y
comportamientos. Corporación Latinobarómetro es una ONG sin fines de lucro con
sede en Santiago de Chile, única responsable de la producción y publicación de
los datos. Todos los informes de la corporación están disponibles en www.latinbarometro.org
[16] Latinbarómetro, 16 DE
ABR. DE 2014, “Las religiones en tiempos del Papa Francisco”, p.17
[17] Instituto de Sociología
del Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica,
Op.Cit., p.6-7
[18] Instituto de Sociología
del Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica,
Op.Cit., p.7
[19] Latinbarómetro, Op.Cit., p.23-24
[20] Matt Bonzo es profesor del departamento de filosofía de la Cornestone
University en Grand Rapids, EUA.
[21] BONZO, Matt en AMORIM,
Rodolfo (ed.) Fé crista
e cultura contemporânea. Cosmovisão cristã, igreja local e transformação integral. Editora Ultimato, Viçosa, 2009,
p.155
[22] HAN, Byung-Chul. La sociedad del cansancio. Herder. Barcelona, 2014,
p.46-47
[23] BONZO, Matt. Op.Cit.,
p.159
[24] HAN, Byung-Chul. Psicopolítica. Herder. Barcelona, 2014, p.14
[25] HUETE, Felipe. El problema de la secularización en el
pensamiento de Peter L. Berger: de la secularización a la desecularización.
¿Hacia un cambio de paradigma religioso? Tesis Doctoral. Facultad de
Filosofía y Letras, Departamento de Filosofía, Universidad de Granada. Granada,
2007, p.600
[26] KIMBALL, Dan. Jesús los
convence, pero la iglesia no. Perspectivas de una generación emergente. Editorial Vida. Miami, 2009, p.215
[27] NICODEMUS, Augustus. O ateísmo
cristão e outras ameaças à Igreja. Mundo
Cristão. São Paulo,
2011, p.154-155
[28] SCHAEFFER, Francis. A
igreja no século 21. Edição Especial [A igreja no final do século 20; A
igreja diante do mundo que a observa; Um manifesto cristão; O grande desastre
evangélico]. Cultura Cristã. São Paulo, 2010, p.172
[29] NICODEMUS, Augustus. Op.Cit., p.156
[30] NICODEMUS, Augustus. Ídem, p.160
[31] Instituto de
Sociología del Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad
Católica, Op.Cit., p.12
[32] SCHAEFFER, Francis. Op.Cit., p.42
[33]
RAINER, Thom. Op.Cit., p.226
[34] GOHEEN, Michael. A igreja missional
na Bíblia. Luz para as nações. Vida Nova. São Paulo, 2014, p.75
[35] BOMILCAR, Nelson. Os sem-igreja. Mundo
Cristão. São Paulo, 2012, p.75
[36] SCHAEFFER, Francis. Op.Cit., p.51
[37]
NICODEMUS, Augustus. Op.Cit., p.161
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