domingo, diciembre 11, 2011

Creyentes 'copeteros'

El siguiente artículo (titulado originalmente como 'Creyentes Cachaceros") pertenece al pastor Sandro Baggio, misionero de Steiger y fundador de la iglesia Projeto 242 de Brasil. Lo he traducido al considerarlo un muy buen artículo que puede fortaleces y enriquecer tu caminada cristiana. Acá los dejo con este artículo:

En mayo de 1990 yo era misionero de OM (Operación Mobilización) y estaba a bordo del barco Logos II. Estábamos anclados en Bremenhaven, puerto de la ciudad de Bremen al norte de Alemania. Una noche, al salir con amigos para conocer esa hermosa ciudad, fuimos al Marktplatz que estaba repleto de personas. Parecía un Oktoberfest (a pesar de yo nunca haber ido a uno). OM tenía una ley seca, o sea, ninguno de sus misioneros tenía autorización para ingerir bebidas alcohólicas mientras estuviese trabajando con la organización. Pero alguien sugirió que, en ese local, deberíamos tomar algo. Yo no sabía exactamente que beber y, ante mi indecisión, me sugirieron una cerveza dulce. La idea sonó agradable y acepté. Una vez que llegó, tomé la cerveza de tonalidad clara, servida en un vaso similar a una pequeña copa, diferente a los ‘vasos schoperos’ en que servían la cerveza en otras mesas (y bastante más pequeño que esos ‘vasos schoperos’). Bebí tranquilamente. Y me embriagué como una yegua.

Al regresar al barco, subí con mucho cuidado y pasé callado frente el vigía nocturno, orando para que no se notase mi estado. Más allá de avergonzarme, aquella situación me trajo recuerdos dolorosos de mi infancia.

Yo crecí en un hogar marcado por los disturbios que surgen del abuso del alcohol. Parte de mi infancia fue un verdadero infierno por causa de las tomateras de mi padre. Cuando niño, era común beber hasta emborrachar en las fiestas de fin de año. Con once años, comencé a beber con mi hermano un año mayor. Comprábamos vino y cachaza y esperábamos el día en que mi mamá y hermanas estuviesen fuera de casa para llamar a unos amigos y emborracharnos.

En una de esas “fiestas”, mi hermano tuvo un coma alcohólico, fue internado de urgencia y por poco no murió. Fue el fin de nuestras tomateras. A los catorce años entregué mi vida a Jesús en el culto de una iglesia pentecostal y “ellos me enseñaron lo correcto e incorrecto, es blanco es negro” como dice la canción de King’s X.

Fue solamente cuando estaba en el seminario teológico que comencé a estudiar seriamente lo que la Biblia dice sobre la ingesta de bebidas alcohólicas. Me sorprendí al descubrir que, al contrario de lo que se me había enseñado (y que me pareció muy bueno teniendo en cuenta mi historial familiar con el alcohol), la Biblia no condena beber vino. En la Biblia, el vino es visto como señal de alegría y bendición de Dios. Salomón habla de la promesa para los que honran a Dios con sus recursos: sus graneros estarán plenamente llenos y sus barriles desbordarán de vino (Proverbios 3.9-10). Él dice que son dichosos los que comen en el momento apropiado para trabajar con fuerzas y no para emborracharse; una alerta contra la embriagues al mismo tiempo que reconoce que el vino nos da alegría y felicidad (Eclesiastés 10.17 y 19). Semejantemente el salmista alaba a Dios como creador que “hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre, para hacer salir de la tierra el pan, y el vino que alegra el corazón del hombre…” (Salmo 104.14-15)

O sea, en estos y en otros tantos pasajes que tratan el tema del vino y los fermentados, aprendí que la Biblia enseña claramente que:

- Beber no es pecado, pero…

- Beber en exceso es pecado, por lo tanto…

- Necesitamos ser cuidadosos con el poder seductor del alcohol y…

- A veces, la mejor cosa que podemos hacer es no beber.

Que beber no es pecado debería quedarnos claro, tomando en cuenta que el primer milagro de Jesús (Juan 2) fue transformar el agua en vino en una fiesta de casamiento. “Pero”, me habían dicho “no era vino como tal, no tenía fermentación, era sólo jugo de uva”. Esta teoría se cayó por tierra considerando que otros pasajes de la Biblia hablan sobre la posibilidad de embriagarse con vino, así que no podía ser “sólo jugo de uva” (nadie puede embriagarse sólo con jugo de uva). De hecho, Pablo, escribiendo al joven pastor Timoteo, le recomienda beber un poco de vino con sus comidas (Timoteo 5.23). Al hablar de las características de los diáconos y presbíteros, Pablo dice que ellos no deben ser amigos de “mucho vino” (Timoteo 3.3) ni tampoco “apegados al vino” (Timoteo 3.8), palabras que no tienen sentido si se tratara sólo de “jugo de uva”. En su carta a Tito menciona el comportamiento de las mujeres cristianas y dice que ellas no deben ser “esclavas del vino” (Tito 2.3). Más allá de eso, hay fuertes indicios de que el propio Señor Jesús bebía vino. En contraste con Juan Bautista, de quien el ángel dice a sus padres que él no bebería vino ni bebida fermentada (Lucas 1.15), Jesús fue acusado de “comedor y bebedor” (Mateo 11.18-19). Jesús no tuvo pecado alguno y el bebía. Pablo no recomendaría un poco de vino a Timoteo si tomar vino fuese pecado. Y la Santa Cena no sería celebrada con vino si su ingesta fuese pecado. Uno de los problemas en Corinto es que algunos se estaban embriagando en la Cena, prueba de que no se trataba “sólo de jugo de uva”.

Muchos creyentes, al descubrir esto, están comenzando a disfrutar de una copa de vino o una cerveza, libres de una conciencia culpada.

El problema hoy en día no parece ser el de la abstinencia forzada o de las prohibiciones legalistas. Ya no vivimos en la época de la ley seca en la mayoría de las iglesias evangélicas brasileñas. El problema es que cada vez más hay más cristianos bebiendo más de la cuenta. Me sorprendo al mirar en Facebook y ver un número creciente de fotos exhibiendo tragos como si fuesen trofeos o “confesiones” de tomateras, como si se tratara de cosas triviales. Es el caso clásico de quien no sabe lidiar con la libertad y, después de un período de represión, van de un extremo a otro.

¿Por qué será que el hombre, cuando huye de sí mismo
Se ahoga en el copete y se droga sin parar?
¿Será que la vida impuesta es perder un todo vale?
¿Vivir siempre drogado es mejor que luchar?
¿Beber hasta morir esa es la solución?
(Beber hasta morir – banda ‘Ratos de Porão’)

Los cristianos, ¿pueden beber? Sí. No hay prohibición sobre eso en la Biblia. Pero la Biblia deja absolutamente claro que embriagarse es pecado y que los borrachos no heredarán el Reino de Dios: “…ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1ª Corintios 6.10 y Gálatas 5.19-21). Hay diversas historias en la Biblia sobre las consecuencias de emborracharse, llevando a las personas a cometer una serie de delitos graves bajo el efecto del alcohol. Incesto, violencia, adulterio, pobreza, asesinato, depresión y locura son algunos de los males relacionados con la borrachera relatados por la Biblia.

En su comentario de la primera carta de Pablo a Timoteo, cuando Pablo recomienda al joven pastor que, por causa de sus enfermedades, no beba solamente agua, sino que “un poco de vino”, Calvino dice lo siguiente sobre la embriagues:

“El término griego usado describía no sólo la embriagues, sino cualquier tipo de descontrol al beber vino. Beber con exceso no es sólo indecoroso en un pastor, sino generalmente resulta en muchas cosas mucho peores, tales como peleas, actitudes necias, ausencia de castidad y otras que no es necesario mencionar”

Y sigue:

“¡Cuán pocos hay en nuestros días que carecen de abstinencia de agua; en contraparte, cuantos carecen de ser frenados en su uso inmoderado de vino! Es también evidente qué necesario se nos hace, incluso cuando queremos actuar correctamente, rogar al Señor que nos dé el Espíritu de sabiduría para instruirnos en el camino de la moderación”

Por tanto, es necesario tomar cuidado con el poder seductor del alcohol. Estadísticas apuntan que el consumo de alcohol en Brasil aumenta cada año, tornándolo al país en uno de los más afectados por problemas asociados al alcoholismo. Una de las razones pareciera ser que beber se está transformando en algo cultural. En Brasil, la cerveza se transformó una bebida tradicional (la AMBev produce ¡35 millones de botellas de cerveza al día!) y esto ha hecho que los brasileños comiencen a beber cada vez más jóvenes (la iniciación en el alcohol está entre los 10 y 13 años). El resultado de tanta tomatera es que, según algunas proyecciones, se cree que el 7,3% del PIB anual es destinado a problemas provenientes del alcohol y que el 65% de los accidentes fatales en São Paulo tienen un conductor embriagado.

Hay diversas advertencias en la Biblia sobre la seducción del vino. La más notoria de ellas sea, tal vez, la de Proverbios 23.31-35:

No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; Mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor.

Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades. Serás como el que yace en medio del mar, o como el que está en la punta de un mastelero.

Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió; me azotaron, mas no lo sentí; cuando despertare, aún lo volveré a buscar.

Chesterton comenta:

“El vino, dice la Escritura, alegra el corazón del hombre, pero solamente del hombre que tiene corazón”. Por lo tanto, “Nunca bebas cuando estés infeliz por no tener algo para tomar, porque parecerás un triste alcohólico tirado en la calzada. Pero bebe cuando, aún sin alcohol, estés feliz; eso te hará parecido a un risueño campesino italiano. Nunca bebas cuando lo necesites, pues tal acto racional es el camino a la muerte y el infierno” (G. K. Chesterton en ‘Omar y la viña sagrada’)

La conclusión es que, a veces, lo mejor que se puede hacer es no beber. Esto no es legalismo, sino sentido común. El comediante Eddie Murphy reveló que no bebe porque el alcohol no hace bien y que la última vez que tuvo resaca, fue después de tres copas de champaña en 1993 y lo hizo decidir no beber alcohol nunca más.

“Yo no bebo. Si bebo, sé que no me voy a sentir bien. Y, a veces, parece que todos los que beben están felices y divirtiéndose más, pero sé que no puedo” (Eddie Murphy)

Del mismo modo, conozco muchas personas que no beben por diversos motivos. Algunos no pueden beber por cuestiones de salud. Otras porque, habiendo sido víctimas del alcoholismo, saben que basta una dosis para que caigan nuevamente en el abismo. El cristiano que es libre para beber sin embriagarse, necesita ser libre también para no beber cuando la ocasión no fuera conveniente (o no beber nunca, si fuese el caso). Sobre todo, necesita tener la sensibilidad para no beber cuando esté en presencia de personas que puedan tropezar al intentar imitarlo. Eso también es un acto de caridad.

Concluyendo, más allá de agotar el asunto, creo que, como cristianos, deberíamos ser ejemplo de responsabilidad con relación a nuestros hábitos de comida y bebida. Pablo hace una lista en esta área como ‘obras de la carne’, cosas a las que estábamos sujetos antes de conocer a Cristo (Romanos 13.13-14). En contraste, el fruto del Espíritu es el dominio propio (moderación). Por eso, el apóstol recomienda, en vez de embriagarse con vino, debemos procurar estar llenos del Espíritu Santo (Efesios 5.17-18). El apóstol Pedro también advirtió a sus lectores sobre ciertos abusos que ya no deberían ser parte de sus vidas como cristianos (1ª Pedro 4.3). Tales advertencias hacen eco de las palabras del propio Señor Jesús en Lucas 21.34:

“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día”

POST-SCRIPTUM

“Templanza, infelizmente, es una palabra que perdió su significado original. Hoy en día ella significa la abstinencia total de bebidas alcohólicas. En la época en que la segunda virtud cardenal recibió ese nombre, ella no significaba eso. La templanza no se refería apenas a un trago, sino a los placeres en general; esto no implicaba abstinencia, sino moderación y no pasarse de los límites. Es un error considerar que los cristianos deben ser todos abstemios; el islamismo, no el cristianismo, es la religión de la abstinencia. Es claro que abstenerse de bebidas fuertes es deber de ciertos cristianos en particular o de cualquier cristiano en determinadas ocasiones, ya sea porque si toma el primer vaso no podrá parar, o ya sea porque está rodeado de personas que tienen inclinación al alcoholismo y no quiere inducir a nadie a seguir su ejemplo. El punto es que se abstenga, por un buen motivo, de algo que no es condenable en sí mismo, pero que no se incomoda ver a otros disfrutar del alcohol. Una de las señales de un mal carácter es aquél que no logra privarse de algo sin querer que todos los demás se priven también. Ese no es el camino cristiano. Un individuo cristiano puede encontrar bueno el abstenerse de una serie de cosas por razones específicas –de casarse, de carne, de cerveza o de ir al cine-, pero en el momento en que comienza a decir que estas cosas son malas en sí mismas, o que comienza a poner malas caras a las personas que usan estas cosas, este cristiano se desvió del camino” (C. S. Lewis en ‘Cristianismo puro y simple’, Martins Fontes, p. 103-104)

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