jueves, noviembre 17, 2016

El Señor mira el corazón

Hoy tuve que dirigir el devocional en el Seminario Teológico Presbiteriano, instancia semanal que busca tener un tiempo de reflexión en torno a la Palabra y de oración unos por otros (cómo olvidar, por ejemplo, la solicitud del pastor Covarrubias por la conversión de su yerno, asunto por el cual oro hasta el día de hoy).

Y el texto que me tocó es 1a de Samuel 16.7: "Pero el Señor le dijo a Samuel:
—No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón", texto muy usado casi como frase motivacional dentro del mundo evangélico. 
El asunto es que, para hacer el devocional, me puse a pensar en el contexto: Saúl había sido desechado por Dios para el oficio de rey de Israel. Y a Samuel se le había encomendado la tarea de ir a ungir como rey al sucesor de Saúl: David. 
La tarea no era fácil. Samuel tenía ciertos paradigmas sobre el oficio que debían ser transformados. De hecho, piensa que era Eliab por su estatura, pero Dios le responde con las palabras del versículo mencionado antes. 
¿Por qué un profeta de Dios y el último Juez de Israel habría de cometer el error de dejarse llevar por las apariencias? Según el relato de Samuel, había una serie de características que habían destacado de Saúl y que Dios las había mostrado como buenas y necesarias. Estas características son:

  • Saúl era alto (1a Samuel 10.23).
  • Humilde (1a Samuel 9.21).
  • Tenía un corazón transformado por Dios (1a Samuel 10.9).
  • Tenía autoridad espiritual (1a Samuel 10.10).
  • Estaba rodeado de gente que Dios había colocado a su lado (1a Samuel 10.26).

Estas son solamente algunas características, junto con los consejos y oraciones de Samuel.
Cuando volvemos a mirar el texto encargado para el devocional en el Seminario, si lo miramos como frase motivacional, funciona, sirve, aplica. Afirmamos que Dios "no mira la apariencia, sino el corazón". Y lo decimos hasta con vanidad.
Y deberíamos hacer todo lo contrario: postrarnos con temor y temblor justamente porque Dios mira el corazón. O sea, nuestras motivaciones están desnudas delante de Dios. Nada podemos ocultar. El hecho de que Dios vea nuestro corazón es justamente el motivo por el cual Dios nos desecha. ¿Por qué? Porque si nuestros corazones no han sido cambiados y no se someten a la Escritura, estamos perdidos.
Y eso fue justamente lo que pasó con Saúl. Dios transformó su corazón, pero él se apartó de la Palabra de Dios y del consejo de Samuel, según nos dice 1a de Samuel 15.24: "—¡He pecado! —admitió Saúl—. He quebrantado el mandato del Señor y tus instrucciones. Los soldados me intimidaron y les hice caso".
Si Dios mira nuestros corazones, estamos perdidos. Desechados.
Gloria a Cristo que, por el poder del Espíritu Santo, permite que nazcamos de nuevo al colocar un nuevo corazón en nosotros. Y ese nuevo corazón sólo se alimenta de la verdad de la Palabra de Dios. Y ese es el corazón que Dios ve: el de Cristo en nosotros. Pero nuestra responsabilidad delante de Dios también es parte de esto. No en vano la Palabra de Dios dice en 1a de Corintios 16.13: "Manténganse alerta; permanezcan firmes en la fe; sean valientes y fuertes. Hagan todo con amor". Y sólo estaremos firmes en la fe, abrazando la Escritura, la que pondremos en práctica gracias a este nuevo corazón.
Dios nos ayude a fortalecernos en Su Palabra.

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