Ayer tuvimos una suerte de despedida de nuestra comunidad de fe. Salvo quienes me avisaron que no podían estar por motivos laborales o de salud, estuvieron los precisos. Ni más, ni menos. Gracias por estar.
Pensé que tendría, en algún momento, la oportunidad para dirigirme a mis hermanos en Cristo (como ocurrió con David y Danitza, Javier y Pepa o Roberto y Rocío), a quienes Dios me permitió servir con los dones y talentos que él, por gracia, me ha regalado. Pero como esa oportunidad no ocurrió, les escribo estas palabras que tenía preparadas para ayer. Si bien es cierto puede conversar particularmente con algunos, vayan a todos ustedes las siguientes palabras:
No se nos hace fácil despedirnos de ustedes. Han sido un poco más de siete años de caminada y compañerismo. Muchos de ustedes llegaron sedientos de la Escritura y hambrientos de Cristo. Solamente por la Gracia de Dios pudieron encontrar algo de eso en este lugar. Y de verdad que, quienes creímos en el proyecto de Iglesia UNO nos esforzamos por ser esos mendigos que tienen la oportunidad de decirle a otros mendigos dónde hemos hallado alimento. Ciegos que, recobrando la vista, guiamos por gracia a otros ciegos a ver la luz... Su luz admirable. En estos siete años, Dios nos permitió ver llegar vidas destrozadas siendo restauradas; nos permitió ser consejeros; nos permitió enseñar y ser enseñados; nos permitió desarrollar actividades junto a ustedes; nos permitió soñar y aterrizar; nos permitió vernos crecer en cantidad y en conocimiento de las Escrituras y, por medio de ellas de Dios mismo.
No se nos hace fácil partir. A pesar de que con la Organización de Iglesia Uno como la 12ª Iglesia Presbiteriana de Santiago, tuvimos la sensación del deber cumplido (llegamos para trabajar en la plantación de esta comunidad), nos hubiera gustado verla reproducirse. Mucho más si esa reproducción nos consideraba como los siguientes plantadores, sobre todo por la experiencia de haber podido trabajar con un equipo que fue fundamental en la apertura del culto matutino en el barrio Brasil/Yungay. Es cierto que el equipo se mermó por la partida de sus integrantes a otras ciudades y países, pero esa experiencia de liderar nos animó a presentar un par de proyectos. Y a pesar que los proyectos no veron la luz, damos gracias a Dios por habernos dado la capacidad de pensar estos proyectos, porque reconocemos que es Él quien nos permite estas cosas.
Lo que sí se nos hace fácil es agradecer el poder comprender que cuando servimos con la convicción que lo hacemos para la gloria de Cristo, entonces lo podemos hacer de buena gana, porque Él ya nos recompensó salvándonos de nosotros mismos, salvándonos de nuestros anhelos egoístas.
Les regalo unas hermosas palabras de un autor que nos gusta mucho:
"Comunidad cristiana significa comunión en Jesucristo y por Jesucristo. Ninguna comunidad cristiana podrá ser más ni menos que eso(...) Esto significa, en primer lugar, que Jesucristo es el que fundamenta la necesidad que los creyentes tienen unos de otros; en segundo lugar, que sólo Jesucristo hace posible su comunión y, finalmente, que Jesucristo nos ha elegido desde toda la eternidad para que nos acojamos durante nuestra vida y nos mantengamos unidos siempre." (Dietrich Bonhoeffer)
Que Dios les bendiga y sigan siendo una comunidad en Jesucristo y por Jesucristo. Saben que tienen un lugar en el sur donde les acogeremos con cariño.
Como dice una canción de Pink Floyd, "The show must go on".
Con cariño,
Jano, Esther, Sofía y Nicanor.