“No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban a su lado, y clamó: «¡Haced salir de mi presencia a todos!» Así no quedó nadie con él cuando José se dio a conocer a sus hermanos."
(Gênesis 45:1)
1. Reconciliación. José ya no podía soportar tener que esconderse de sus hermanos. Sus más profundos sentimientos lo estaban sofocando. El milagro de la reconciliación comenzó cuando José dejó de requerir una disculpa y ofreció una disculpa.
"José dijo a sus hermanos: Acérquense. Ellos se acercaron y les dijo: Yo soy José, vuestro hermano, a quien ustedes vendieron a los egipcios" (Génesis 45:4)
2. La reconciliación tiene impresa la palabra 'perdón'. Siguiendo el ejemplo de Dios, fue Él quien vino hasta nosotros para perdonar nuestra falta. José hizo eso y fue una bendición para sus hermanos.
"Ahora, pues, no se aflijan ni se reprochen por haberme vendido, porque en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas" (Génesis 45:5)
3. Una verdadera reconciliación hace más estrecha la relación con sus hermanos. Con Dios en medio, es imposible no querer zambullirse en los brazos de su hermano, porque todo es verdadero.
"Entonces se lanzó al cuello de Benjamín, su hermano, y lloró; y Benjamín lloró también en su cuello. Y José besó a todos sus hermanos, llorando sobre ellos. Solo entonces ellos se animaron a hablar con él." (Génesis 45:14-15)
El perdón, cuando es genuino y motivado por Dios, es unilateral. Y eso trae sanidad.
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