La Iglesia original, la Iglesia madre, esa recién salida de las manos creativas del Espíritu Santo en el Pentecostés y descrita en el libro de los Hechos… ¿cómo es ella?
Primero, en ella encontramos una intensa devoción hacia la verdad divina, lo cual es fundamental. “Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles…”; he aquí la llave: la enseñanza de los apóstoles, que estaba compuesta de su fe, experiencia y aprendizaje con Jesús. De esta enseñanza y de esta creencia salió el Credo de los Apóstoles, una especie de sumario de toda la enseñanza de los apóstoles registrado en la Biblia.
Segundo, había adoración. La Iglesia no es un movimiento en pro de causas. Ella representa la reunión de los creyentes para adorar a Dios. El texto nos habla de amistad (amor fraternal), de compartir (el partimiento del pan) y de las oraciones.
Hay también una tercera pincelada en el cuadro: la unidad. Tal unidad era demostrada en el amor entre ellos, en el cuidado de los unos para con los otros, en el compartir sus propios bienes, especialmente los bienes espirituales, fruto de la recomendación del Señor: “Esto les mando: que se amen los unos a los otros”; sólo de esta manera la Iglesia logra que se le reconozca como el lugar de reunión de los santos. Y finalmente era esto lo que atraía a las demás personas a ser parte de esto.
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