lunes, diciembre 31, 2012

Un año para dar fruto


«Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo, pero cuando fue a buscar fruto en ella, no encontró nada. Así que le dijo al viñador: “Mira, ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no he encontrado nada. ¡Córtala! ¿Para qué ha de ocupar terreno?”  “Señor —le contestó el viñador—, déjela todavía por un año más, para que yo pueda cavar a su alrededor y echarle abono. Así tal vez en adelante dé fruto; si no, córtela.”»

Si no tiene fruto, córtala. Es interesante pensar en lo lógico de este relato. Cualquier agricultor pensaría de la misma forma. Si hay un árbol que no tiene fruto por ya tres años, mejor es cortarlo y optimizar el terreno en otra cosa que sí pueda dar fruto.

¿Has pensado en cómo se aplica este versículo a tu vida? Pensaba en ello y, como es fin de año, quise hacer una retrospección al 2012, preguntándome ¿llevé fruto? Es más… ¿he llevado fruto los últimos 3 años?

Desde la perspectiva de un cristiano, muchas veces confundimos “frutos” con actividades en o para la iglesia. Algunos confundimos “frutos” con personas que han llegado a Cristo por medio de lo que hemos dicho o hemos hecho, pero seamos sinceros: los nuevos convertidos son obra del Espíritu Santo y las actividades en o para la iglesia son simplemente acciones que, si las confundes con “frutos”, entonces te has llenado de un montón de formas de intentar agradar a Dios por fuera de Cristo. O sea, de un montón de trapos de inmundicia.

¿He llevado frutos o merezco ser cortado? La pregunta es cada vez más grande cuando me doy cuenta que, si no he llevado frutos, el sólo hecho de estar vivo es una señal clara y contundente que el viñador está obrando en mí. Que el viñador está invirtiendo tiempo y trabajo forzoso en mi vida. Que el viñador ha cavado alrededor mío y me ha echado abono. Y al cavar, probablemente me ha dañado más de alguna raíz y también puedo darme cuenta que el abono apesta. Pero es lo que el viñador quiere hacer para que, al final del año, pueda tener fruto para el Señor.

Este 2012 hubo muchas cosas buenas que manifiestan lo bondadoso que el Señor es conmigo y con mi familia. Cosas que jamás pensé en poder vivir, como viajar a Europa. Es, claramente una tremenda bendición. Pero no puedo gritar a los 4 vientos que eso fue lo mejor del 2012. ¿Por qué? ¿Soy desagradecido? De ninguna manera. Simplemente es algo que corona la gracia de Dios hacia mi pecadora vida. Gracias a Dios el 2012 no fue un “excelente año” sólo por el viaje de capacitación a Alemania. No. Debo reconocer que fue un buen año, pero realmente será un excelente año si, en mi retrospección, veo que di fruto. ¿Qué tipo de fruto? Amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.

¿Has visto un árbol cargado de frutos al lado de otro sin frutos? El sin frutos se ve alto, verde, fuerte, con sus ramas hacia arriba. El con frutos se ve con sus hojas feas, con las ramas hacia abajo. Es como muchas veces yo mismo soy.

Pensaba en estas cosas antes de escribir cualquier cosa en mi estado de Facebook. No quería caer en el orgullo del árbol sin fruto que muestra todas las cosas buenas del año, los éxitos que obtuve, las cosas que hice. No se trata de ser desagradecido con todo lo que Dios me permitió vivir el 2012, sino que me gustaría aprender del árbol cargado de fruto, ya que, a pesar de verse feo, con sus ramas hacia abajo, como si se viese cansado, está humildemente cargado de fruto. 

Si logré transmitir amor, si la alegría se reflejó en mi rostro, si fui un agente de paz, si fui mucho más paciente, si la amabilidad fue una de mis características, si fui bondadoso con los demás, si no fallé en mi fidelidad, si tuve dominio propio y si aprendí a ser humilde, entonces fue un gran año.

¿Fue el 2012 un “mal año” para ti? No digas “que pase luego este año” o “muérete 2012” o “gracias a Dios que se termina este año asqueroso”… lo más probable es que es parte del trabajo del viñador en tu vida, que está cavando y echando abono a tu alrededor para que puedas llevar fruto. Nunca olvides que el cavar alrededor tuyo puede dañarte y que el abono huele muy mal.

No te jactes de nada durante el 2012 ni te jactes de lo que pretendes hacer para Dios el 2013, porque de esa forma no se lleva fruto. Recordemos que sólo somos gratos delante de Dios por medio de Jesucristo, porque el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir; Jesús ofreció su vida en expiación e hizo la voluntad perfecta de Dios. Sólo gracias a que cumplió la voluntad perfecta de Dios y después que Dios aceptó el sacrificio perfecto de Jesús, entonces quedó satisfecho al pagarse mi deuda delante de Él; ahí fui entonces justificado, porque Cristo, el Redentor cargó con toda mi culpa.

Agradezco a Dios por este 2012. Espero que el 2013 pueda llevar más fruto, porque el llevar fruto me hace humilde. 

viernes, octubre 19, 2012

Tatuajes: todo un tema.

Ante varias preguntas al respecto, publico un nuevo artículo sobre el tema. Se suma al anterior que ya está publicado acá. Espero que sea de bendición para ustedes.




Hacerse o no un tatuaje… un tema de principios.
Las escrituras declaran que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, según 1ª Corintios 6.19 “¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños” 
Siendo así, es sensato conocer cuál es el padrón de Dios para este templo.
El texto que más se usa para argumentar en contra del uso de marcas en la piel es Levítico 19.28 No se hagan heridas en el cuerpo por causa de los muertos, ni tatuajes en la piel. Yo soy el Señor
Pero así y todo, no tenemos explicitado claramente un mandamiento sobre este tema en las escrituras; pero tenemos algunos principios que pueden ayudarte a decidir sobre esto.
No es una norma, pero puede ayudarte a discernir entre hacer algo o no hacerlo.
Principio 1: Lo que quiero hacer, ¿es útil y provechoso, tanto física, mental y espiritualmente? ¿Conviene que lo haga?
“Todo me está permitido, pero no todo es para mí bien” [1ª Corintios 6.12a]
Principio 2: Lo que quiero hacer, ¿puede dominarme?
“Todo me está permitido, pero yo no dejaré que nada me domine” [1ª Corintios 6.12b]
Principio 3: Lo que quiero hacer, ¿ofende a otros? ¿Los escandaliza?
“Por lo tanto, si mi comida ocasiona la caída de mi hermano, no comeré carne jamás, para no hacerlo caer en pecado” [1ª Corintios 8.13]
Principio 4: Lo que quiero hacer, ¿glorifica a Dios?
“En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” [1ª Corintios 10.31]
Sabiendo que no somos guiados por reglas sino que por el Espíritu Santo, y que el modo por el cual el Espíritu Santo nos guía es la Palabra de Dios, lee y medita en cada cosa expuesta aquí y ora para que la voluntad de Dios se cumpla en tu vida en todo lo que hagas.


Hacerse o no un tatuaje… un tema del corazón.
Pienso que si predico que no usen tatuajes (o aros o un jeans) por la imagen de la tradición, por la exaltación de la denominación, por la gloria de la imagen moral de sí mismo, dejamos a Dios en un segundo plano y la predicación en contra del tatuaje pasa a ser pecado, porque desvía la mirada hacia la gloria de Dios y la coloca en las actitudes morales.
De la misma manera, si me hago un tatuaje para reafirmar mi identidad, para ir en contra del sistema, para jactarme de  mi libertad en Cristo, para atraer las miradas de las personas, entonces el uso del tatuaje (o de un aro o de un jeans) se torna pecado, porque se coloca un placer pasajero en el centro de mi vida, colocando a Dios de lado.
Sea cual sea la opción podemos darnos cuenta que el problema de fondo es el objetivo del corazón del creyente.
Simón el Mago, relatado en Hechos 8.9-25, buscaba gozar de los dones del Espíritu (los cuales Pablo nos insta a buscar), pero Simón en Mago lo hacía con objetivos totalmente carnales y no regenerados. Si hacemos o nos abstenemos de algo guiados por nuestros propios deseos no regenerados, cometemos pecado. O sea, si nos tatuamos o no nos tatuamos basados en nuestros propios deseos, cometemos pecado.


Hacerse o no un tatuaje… un tema símbolos.
Levítico 19.28 condena el tatuaje en el Israel antiguo. Esa prohibición era parte de el denominado “Código de Santidad”, una sección amplia de Levítico dedicada a leyes que fueron dadas a Israel para distinguir al pueblo de Dios de las naciones que le rodeaban. Los gentiles usaban tatuajes, por lo tanto, Israel no debería usarlos pasa así tener una demostración visible de que Israel era un pueblo santo, separado para Dios. A partir del contexto de Levítico 19.28 podemos percibir que los tatuajes eran específicamente prohibidos eran aquellos realizados como parte de una ceremonia pagana (especifica “por tus muertos”), a pesar de que algunos piensen que es una prohibición amplia en contra de todos los tatuajes.
Este planteamiento se confronta con la venida de Cristo, quien derribó el muro divisorio entre judíos y gentiles (Efesios 2.12ss). Específicamente, esto significa que las leyes que fueron dadas para separar a Israel del resto de las naciones ahora son contraproducentes si las aplicamos de la misma forma que el Israel antiguo las observaba. Debemos adaptar nuestra aplicación de la ley para seguir y cumplir el propósito de la ley a la luz de los cambios que Cristo trajo.
Considera el ejemplo de la circuncisión. Este mandato distinguía a Israel de los cananeos en la Tierra Prometida. Pero el nuevo testamento nos enseña claramente que, para ser santo delante de Dios, ya no se requiere más de la circuncisión (Romanos 2.17-29; Gálatas 2.11-21). La circuncisión era un símbolo exterior de la dedicación a Dios. Pero ese símbolo exterior, que dividía a los pueblos racialmente, deja de ser útil. El pueblo de Dios procede ahora de toda nación (la promesa de Dios a Abraham), de quienes se humillan ante Dios para tener un corazón puro (Romanos 2.29), cosa requerida igualmente en el Antiguo Testamento, y el símbolo externo de esta pertenencia, de entrada en el nuevo pacto, es el bautismo, que erradica cualquier connotación racial y substituye la circuncisión, como dice Colosenses 2.6-23.
Hay que dejar claro que no todo lo que aparece en el “Código de Santidad” tiene este mismo objetivo. Recordemos lo que Cristo dice cuando le preguntan cuál es el mandamiento más importante y responde que amar a Dios y al prójimo. Las leyes morales ayudaron a Israel a distinguirse de las otras naciones.
Ahora, si hay alguien que piensa que el tema de los tatuajes es un asunto moral, entonces que esa persona se abstenga. Yo, personalmente, no tengo razones para pensar que los tatuajes sean una cuestión moral. Bíblicamente no encuentro argumentos que demuestren relación entre tatuaje y moral. Si pensamos que es algo moral, entonces deberíamos aplicar el mismo principio en cosas como que los hombres no se pueden cortar el cabello en redondo ni despuntarse la barba (Levítico 19.27). Estas prácticas son inocentes en sí mismas, pero eran abominación en el Israel antiguo porque estaban asociadas a rituales paganos como la adivinación, rituales de muerte, prostitución cúltica, etc., como relata Levítico 19.26-31.
Si las acciones no poseen asociaciones perversas en nuestro tiempo, entonces no existe ninguna razón para prohibirlas.

lunes, octubre 01, 2012

Pasos para encarar las misiones urbanas.

Ruego a todos los cristianos que están preocupados por hacer la voluntad de Dios y por alcanzar a las personas para Cristo a considerar el desafío de las ciudades en crecimiento que hay en todo el mundo. Un desplazamiento tan numeroso de personas debe tener detrás un propósito divino, y requiere nuestra respuesta.

La pregunta no es si preferimos vivir en las ciudades, la pregunta es si iremos allí donde se necesitan obreros y donde Dios quiere que vayamos. Es la misma pregunta que Dios le hizo a Jonás, el profeta. Las ciudades ofrecen oportunidades únicas para alcanzar a grandes números de personas con el evangelio de Jesucristo y extender su reino en la tierra.

Quisiera sugerir algunos pasos para quienes están empezando a darse cuenta de lo que las misiones urbanas pueden lograr –en términos del reino de Dios- y están dispuestos a explorar lo que Dios se propone.

Lo primero y más importante es tu propio desarrollo espiritual. El ministerio en las ciudades requiere que te pongas “toda la armadura de Dios” (Efesios 6), no sólo una vez o en forma ocasional, sino a diario. Por lo tanto, amplía tus horizontes espirituales. Procura algo más que tu desarrollo espiritual individual, involúcrate en ministerios relacionados con la iglesia, y en aquellos en los que tengas que pagar un costo personal a fin de contribuir al desarrollo de otros.

En segundo lugar, conviene que te comprometas en alguna clase de obra misionera urbana organizada. Esto te dará experiencia valiosa y pondrá a prueba tus dones para el ministerio. Ofrécete a un pastor, evangelista o misionero urbano como “aprendiz”. Observa cuidadosamente cómo usa el Señor a sus obreros. Aprende todo lo que puedas acerca de cómo presentar el Evangelio a diferentes grupos de personas y cómo responder a sus diversas necesidades.

Tercero, lee libros y periódicos que se ocupen de la labor misionera en las ciudades y aprende todo lo que puedas sobre diferentes modelos de ministerio urbano. Si puedes, toma un curso sobre ministerio en las ciudades, en alguna escuela o seminario bíblico; algunas instituciones ofrecen programas especiales sobre misión urbana.

Cuarto, investiga una ciudad en particular. Comienza estudiando un mapa de la ciudad e identificando sus diferentes secciones: áreas comerciales, zonas industriales, barrios residenciales entre otros. Observa más de cerca las áreas donde está creciendo la población y la clase de personas y de culturas que se encuentras allí. Luego elige un vecindario concreto y estudia su gente: su religión, su cultura, su idioma y su condición social. Investiga sobre sus necesidades espirituales, sociales y materiales. Averigua si hay iglesias activas orientadas hacia los grupos que hablan idiomas distintos.  Piensa en formas en que sería posible extender el Reino de Dios en este vecindario en particular.

Siguiendo estos pasos aprenderás cómo llega a ser un misionero efectivo y promover el Reino de Cristo en el sitio más estratégico en el mundo en este momento: las ciudades.

(Tomado del capítulo 14 del libro ¡Vayan y hagan discípulos! de Roger Greenway)

jueves, mayo 17, 2012

El colapso de la sociedad


El profeta Miqueas hizo un diagnóstico de la sociedad de su tiempo. Dos mil setecientos años ha pasado y los problemas identificados en aquel tiempo parecen ser los mismos. Los tiempos cambiaron, pero el corazón del Hombre es el mismo. Los mismos problemas que llevaron a la nación de Judá al colapso, todavía hoy amenazan a nuestra civilización hacia la quiebra total. ¿Cuáles eran esos problemas?

1. La explotación de los pobres por los ricos (Mq 2.1,2) – Los ricos imaginaban la maldad en sus lechos y a la luz del día llevaban a cabo aquello, porque el poder estaba en manos de ellos. Codiciaban campos y los arrebataban. Codiciaban casas y las tomaban. Violentaban a los pobres al crear leyes y sistemas de opresión para asaltar el derecho del pobre. Ellos hacían las leyes, manipulaban las leyes, escapaban de las leyes, porque se colocaron por encima de la ley. Todo el sistema económico actuaba en beneficio de los poderosos. Los pobres no tenían voz. Vivían oprimidos, amordazados, perdiendo sus bienes, sus familias e incluso su libertad.

2. La corrupción de políticos inescrupulosos (Mq. 3.1-3) – La clase política de Judá se había corrompido a tal punto que Miqueas los llama “caníbales”. Ellos se comían la carne del pueblo, arrancaban la piel y quebraban los huesos. Aborrecían el bien y amaban el mal. En vez de que el liderazgo político ejerciera justicia, actuaba de forma draconiana, oprimiendo al pueblo, cobrando impuestos abusivos para poder ostentar su lujo. Cuando el injusto gobierna, el pueblo gime. Cuando la injusticia prevalece, la nación se desespera.

3. La injusticia clamorosa del poder judicial (Mq 3.11) – No solamente la clase política había naufragado en el profundo mar de lucro inmoral, sino también el poder judicial que debía fiscalizar con justicia los actos del gobierno, también se había entregado a la seducción de la riqueza ilícita. Miqueas dice que ellos emitían sentencias por soborno. Ellos no juzgaban conforme a la justicia ni por el criterio de la verdad. Los pobres no tenían chance de defender su causa porque los jueces eran sobornados y sus sentencias eran compradas.

4. La decadencia generalizada de la familia (Mq 7.6) – La decadencia de la sociedad de Judá procedía del palacio, pasaba por el poder judicial y bajaba a la estructura familiar. Las familias ya no eran reductos de reserva moral, sino que campos de batalla. El conflicto se había instalado dentro de la propia familia. Los hijos despreciaban a los padres, las hijas se levantaban contra las madres, las nueras en contra de las suegras y los enemigos del Hombre eran los de su propia casa. La familia, en vez de ser una contracultura en una sociedad decadente, era el espejo de esa sociedad. El mal que estaba destruyendo la nación, estaba instalado en el núcleo más íntimo de la nación: la familia.

5. La apostasía galopante de la religión (Mq 3.11) – La religión judía debía ser como un faro de luz en medio de la oscuridad idolátrica pagana. Los judíos tenían la Palabra de Dios. Ellos eran el pueblo del pacto. Ellos fueron escogidos por Dios para ser luz a las naciones. Pero, en vez de que el pueblo de Dios influenciara en el mundo, el mundo influenció al pueblo de Dios. La religión de ellos se contaminó por el fermento del lucro. Sus sacerdotes enseñaban por interés, sus profetas adivinaban por dinero. El amor al dinero y la ganancia por el lucro fácil les corrompió el alma y los hizo caer en las redes insidiosas de la apostasía.

Este no es solo el diagnóstico de una sociedad antigua, sino que es el lamentable retrato de la sociedad mundial. No nos podemos callar. No podemos conformarnos. ¡Es tiempo de levantarnos y actuar!

Rev. Hernandes Dias Lopes – Pastor presbiteriano. (Traducido y editado por Jano Molina)
Las cursivas son del editor.

martes, mayo 01, 2012

Un mensaje a "esos" pastores

El Señor me dirigió la palabra: «Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y adviérteles que así dice el Señor omnipotente: “¡Ay de ustedes, *pastores de Israel, que tan sólo se cuidan a sí mismos! ¿Acaso los pastores no deben cuidar al rebaño? Ustedes se beben la leche, se visten con la lana, y matan las ovejas más gordas, pero no cuidan del rebaño. No fortalecen a la oveja débil, no cuidan de la enferma, ni curan a la herida; no van por la descarriada ni buscan a la perdida. Al contrario, tratan al rebaño con crueldad y violencia. Por eso las ovejas se han dispersado: ¡por falta de pastor! Por eso están a la merced de las fieras salvajes. Mis ovejas andan descarriadas por montes y colinas, dispersas por toda la tierra, sin que nadie se preocupe por buscarlas. 
» ”Por tanto, pastores, escuchen bien la palabra del Señor: Tan cierto como que yo vivo —afirma el Señor omnipotente—, que por falta de pastor mis ovejas han sido objeto del pillaje y han estado a merced de las fieras salvajes. Mis pastores no se ocupan de mis ovejas; cuidan de sí mismos pero no de mis ovejas. Por tanto, pastores, escuchen la palabra del Señor. Así dice el Señor omnipotente: Yo estoy en contra de mis pastores. Les pediré cuentas de mi rebaño; les quitaré la responsabilidad de apacentar a mis ovejas, y no se apacentarán más a sí mismos. Arrebataré de sus fauces a mis ovejas, para que nos les sirvan de alimento. 
» ”Así dice el Señor omnipotente: Yo mismo me encargaré de buscar y de cuidar a mi rebaño. Como un pastor que cuida de sus ovejas cuando están dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las rescataré de todos los lugares donde, en un día oscuro y de nubarrones, se hayan dispersado. Yo las sacaré de entre las naciones; las reuniré de los países, y las llevaré a su tierra. Las apacentaré en los montes de Israel, en los vados y en todos los poblados del país. Las haré pastar en los mejores pastos, y su aprisco estará en los montes altos de Israel. Allí descansarán en un buen lugar de pastoreo y se alimentarán de los mejores pastos de los montes de Israel. Yo mismo apacentaré a mi rebaño, y lo llevaré a descansar. Lo afirma el Señor omnipotente. Buscaré a las ovejas perdidas, recogeré a las extraviadas, vendaré a las que estén heridas y fortaleceré a las débiles, pero exterminaré a las ovejas gordas y robustas. Yo las pastorearé con *justicia. (Ezequiel 34:1-16 NVI)

martes, febrero 07, 2012

Saquen una hoja

“Saquen una hoja”… las palabras más terribles que mi profe podía decir. Porque sinceramente, yo no era del tipo de persona que estudia todos los días para estar preparado. Entonces para mí era terrible que me dijeran eso. Y generalmente me iba muy mal en este tipo de evaluaciones. A veces entregaba la hoja en blanco, en otras oportunidades escribía puras tonteras y en muchas otras intentaba copiar. Pero nunca estaba preparado para eso.

Nuestra vida de cristianos es una constante “saquen una hoja” de parte de Dios. Permanentemente el Padre está permitiendo pruebas en nuestras vidas para que podamos ejercer lo que hemos aprendido de él, por él y para él. Porque definitivamente se trata de eso: llevar a la práctica todo lo que hemos aprendido.

La Biblia dice en Filipenses 4.13 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, siendo un tremendo baluarte para enfrentar la prueba. Pero es justamente aquí donde comienzan nuestros problemas. Es muy común que pensemos “Ok. Si todo lo puedo en Cristo que me fortalece, entonces Señor, dame fuerzas y llévame a ser capaz de soportar todo esto, porque yo debo salir adelante, porque un hijo de Dios no puede estar derrotado ni angustiado”. Y creo que cometemos un tremendo error. ¿Por qué? Simplemente porque, a pesar de estar reconociendo que Dios nos regalas las fuerzas, queremos tomar el control de la situación nosotros, transformándonos en seres autosuficientes, creyéndonos capaces de que, con un poquito de fuerza extra, podremos nosotros mismos solucionar los problemas a los cuales estamos siendo enfrentados. Autosuficiencia en vez de dependencia absoluta. El pecado original.

Cuando leo las Escrituras veo que Dios me regala fuerzas para soportar la angustia, la tristeza, el dolor, el sufrimiento, como lo dice, por ejemplo, el mismo Jesús en el Sermón del Monte. Pero nos está diciendo una y otra vez que esas fuerzas como águilas son para pasar por el valle de sombra y de muerte y salir de la situación compleja porque “Dios está con nosotros”. Nuestro amado Señor nos dice “entrégame tu carga”… nos está diciendo “tú no podrás con esto; yo llevaré esta carga, déjame que te guíe por el camino y déjame hacer esto. Te regalo fuerzas para esperar, para no decaer, para no angustiarte, para no desesperarte, pero déjame a mí tomar el control. Si me dejas tomar el control, aunque sufras, podrás ser feliz porque estás siendo consolado por mí”.

Deja de lado tu orgullo y tus propios intereses frente a una prueba. Deja que Dios haga. Guarda silencio ante Dios y espera en él y él hará. Obedece al Dios de las Escrituras y aprende a depender plenamente de él. Dios nunca irá en contra de sus propios preceptos ni tampoco te desamparará, por lo tanto ante cualquier prueba, no tomes las decisiones que te convengan a ti, sino deja que Dios te muestre las decisiones que te convengan en él. A veces dolorosas, pero son las que te convienen en él.

Cuando te enfrentes a situaciones complejas, aprende a descansar en Dios, entrega tu carga y podrás sobrellevar cualquier cosa porque recién ahí comprenderás que “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.