Después de la tormenta, siempre viene la calma. Eso dice el dicho popular. Hoy, no fue la excepción. Después de la tensa semana pasada, hoy pudimos entrar sin mayor problema directo al módulo 3. El hermano Cristian Gutiérrez y el hermano Cristian Cornejo (pide nuestras oraciones por un tumor en el cuello) nos esperaban en la tercera reja para llevarnos hasta allá.
El módulo 3, como relataba anteriormente, es muy diferente al 6. En las escaleras de la entrada hay un contenedor de basura para recibir los residuos desde los pisos superiores. Nadie se preocupa si la basura orgánica cae o no cae dentro del contenedor. El resultado es ese olor nauseabundo del que les hablaba. El primer piso tiene muchas filtraciones, hay basura por los pasillos, las letrinas están expuestas, pero el templo de la "Iglesia del Dios Viviente" nos acoge.
Lo que ven acá (foto usada con permiso) es el púlpito del templo del módulo 3, junto con mi querido hermano Cristian Gutiérrez, un hombre de recién cumplidos 29, pero que aparenta más de 40. "La droga, la maldad y la mala vida a uno lo van envejeciendo..." nos dice con algo de tristeza. Nos invita a sentarnos y conversar un mate antes de comenzar el culto. Aprovechamos de preguntar más detalles de sus vidas a los hermanos. Todos son de Santiago: Lo Hermida en Peñalolén, Huamachuco en Renca, Sara Gajardo en Cerro Navia, Rosita Renard en Ñuñoa, son algunos de los lugares de donde vienen nuestros hermanos.
El mate corre mientas hablamos de necesidades, sueños y anhelos. Un parlante para el micrófono (de esos con los que cantan los músicos en las micros) es la necesidad más imperiosa. Mi hermano Felipe Villarroel ya está gestionando eso. Eso les anima mucho.
Comenzamos nuestro culto al Señor. Cantamos y oramos. Me dan la oportunidad de predicar nuevamente. Isaías 43.1-21 es el texto que los invito a leer. "Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice... Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy... Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve... Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará?... No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas... He aquí que yo hago cosa nueva... Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará..." Estos son los énfasis a los que llevé a mis hermanos a reflexionar. Luego, un llamado a pedir perdón a nuestro Señor. Brotan los "Gloria a Dios" en medio de algunos sollozos. La Palabra ha sido predicada.
Probablemente esto no sea relevante para algunos de ustedes, pero para ellos, a quienes siempre les dice que la salvación se pierde, fue un mensaje que les llevó al arrepentimiento y a la fe en Jesucristo. De hecho, tienen instrucciones de rechazar a cualquiera que les enseñe que la salvación no se pierde; pero hoy, sin decirles explícitamente eso, dejamos que la gloriosa Palabra de Dios se los dijera.
Terminamos nuestro culto y nos sentamos al rededor de una mesa. Nos honran con un tazón de té caliente (que se agradece mucho porque el frío en el módulo penetra hasta los huesos) y unas maravillosas tostadas con margarina. Sinceramente no merecemos tanto cariño, pero lo aceptamos con alegría en el corazón.
Antes de salir, nos comentan que elevaron una solicitud para quedarnos un día hasta las 14.00 para almorzar con ellos.
Cuando llegamos a la reja del módulo 3, no había Gendarmes. Los internos estaban reclamando con gritos e insultos. Algo tenso en medio de tanta quietud... de hecho, nos estaban llevando de vuelta al templo para nuestra seguridad. Pero en ese lugar, ocurrió un contacto maravilloso: un interno no creyente me toma del brazo y dice:
- "Esto es lo mejor que me puede pasar hoy... necesito que ore por mí"
- "¿Cómo te llamas?", le pregunto.
- "Arturo me llamo yo... mire pastor (me muestra su costado con una de esas bolsas para contener desechos directo de los riñones. También deja en evidencia una serie de cortes en su piel, producto de riñas)... no me siento bien".
- "A ver si la otra semana nos acompaña en el culto", le dice mi amigo Felipe.
- "En la cárcel es difícil seguir al Señor..." nos responde.
Simplemente lo abrazo y le digo:
- "Lea Isaías 43.1-21. Es lo que compartí a los hermanos hoy. Cristo es la seguridad de nuestra salvación".
Así es... Jesucristo es la seguridad de nuestra salvación. Nada estorbará Sus planes para con nosotros.
3 comentarios:
Te dio miedo cuando ese joven te abrazo? Ya que perfectamente el podria haberte usado como reen para algun posible motin o simplemente apuñalarte por ordenes de satanas...
La probabilidad de que eso ocurra es permanente, por lo que el miedo es algo que se debe dejar en la primera reja. Dios va delante de nosotros como gigante!
Qué alegría ver que en otras carceles de Chile se predica sana doctrina, es difícil abrirse camino, entre tantas otras doctrinas... Dios te bendiga y de fuerzas para que en un futuro seamos más los que llevemos el evangelio a la carcel para glorificar a nuestro buen Dios!
Gracia y paz!
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