viernes, septiembre 01, 2017

Un día "normal"

Como cualquier día normal, entramos a las 9.30
Luego de haber pasado la primera y la segunda reja, llegamos hasta la tercera reja, donde un grupo de unos 20 reclusos estaban sentados uno detrás de otro. Algo así como en esta foto, pero estaban todos vestidos. Me recordó la película Carandirú. El motivo: estaban en medio de un procedimiento en el módulo 7.
- "¿Dónde van?", nos pregunta un sargento.
- "Al tres", responde Felipe.
Con la cabeza nos autoriza a entrar. Cuando pasamos el portal de la tercera reja, nadie nos esperaba al otro lado. Teníamos dos opciones: o esperábamos allí, exponiéndonos a que los Gendarmes nos manden de vuelta a la segunda reja, o caminar sin "protección" hasta nuestro módulo. Optamos por lo segundo. 
Cuando llegamos a la reja del módulo 3, tampoco estaban los hermanos encargados de nosotros. Felipe nos dice que mejor vayamos al módulo 6 y de allí busquemos entrar al 3. Cuando llegamos al 6, estaba cerrado y sin un Gendarme en la puerta, como en un día normal. Claro... en el 7 hay un procedimiento de allanamiento. Desde dentro del 6, el hermano Luis Piutriñ solicita a otro de los hermanos del módulo 6, que estaba haciendo tareas de limpieza, que nos lleve hasta el templo del 3. Cuando llegamos al templo "Iglesia del Dios viviente", los hermanos estaban tomando sol. Se sorprenden cuando nos ven llegar. Debo reconocer que algo extraño había en ellos. No supe qué, pero estaban, en un comienzo, idos, distantes, ajenos.
Rápidamente el hermano Cristian nos invita a servirnos mate. 
- "Siervo, un matecito antes de comenzar", nos dice, mientras da órdenes de que seamos atendidos con celeridad.
El culto comienza con una oración de rodillas, pidiendo a Dios por nuestras faltas. Me invitan a orar para levantar la oración. "Somos indignos de ti, pero nos has limpiado para invitarnos una y otra vez a celebrar culto a Ti, oh Señor", fueron las palabras que finalizaron mi oración. Luego, cantamos, como un día normal. 
- "Vamos a dar la oportunidad a nuestro siervo Jano, quien va a adorar al Señor con una canción", dice el coordinador del culto. Me pongo de pie, me cuelgo la guitarra y un hermano me sostiene el torpedo para no olvidar la letra de la canción. La canción escogida es "Tú no eres una religión" del repertorio de canciones de Iglesia UNO.

"Tú no eres una religión.Tú no esperas que yo haga algoa cambio de tu bendición.Tú no buscas en mi corazónmis pecados y mis erroresacusándome quién soy.
Para Ti, soy tu hijo amado al ser entregado mi corazónY a mí, tú me has colocado en Tu gloria, adorando por siempre.
Tú buscaste cómo estrecharla brecha que nos separabaa causa de nuestro pecar.Con sangre fuiste pronto a pagarla deuda que nos ahogabapor toda la eternidad.
Para Ti, soy tu hijo amado al ser entregado mi corazónY a mí, tú me has colocado en Tu gloria, adorando por siempre.
Tu misericordia y tu gracia me das.Por los siglos, Cristo eres Tú.Desde siempre y para siempre me amarás,y esperamos en tu fidelidad"
Cuando me voy a sentar en uno de los asientos de los coristas, el hermano Alberto, que estaba al lado mío, me dice "Gracias por recordarme que para Dios soy su hijo amado... no sabe cuánto me cuesta comprender que alguien haya hecho algo por mí..." Nuestro hermano que coordina dice maravillosas palabras: 
- "Hermano, Dios le bendiga. Vamos a pasar a la parte más importante de este servicio al Señor, como es escuchar Su Palabra. Disponga su corazón para recibir el alimento espiritual, dando tres gloria a Dios..."
- "¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios para siempre!", repetimos todos.
La predicación, Romanos 8.28-39 y el mensaje contundente que la salvación no se pierde, porque nada podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús.
Finalizamos el culto y nos vuelven a servir tostadas con margarina. Deliciosas. Y nos vamos entre mate y té, como un día normal.
Llegadas las 12.00 tenemos que salir raudamente. En la puerta, muchos internos y,
nuevamente, no hay Gendarme. Vuelvo a romper los "protocolos de seguridad" de nuestros hermanos evangélicos para poder abrazar y orar por un "gentil". Y es que de verdad es complejo en una cárcel donde sólo hay 2 Gendarmes por cada 200 reclusos.
Nos despedimos con un abrazo de nuestros hermanos custodios.
Salimos. Como un día normal. Aunque me cuesta decir "normal" en un lugar donde las riñas violentas se repiten dos o tres veces por semana y donde el año pasado dejó 40 muertos.
Sigamos orando por ellos.

No hay comentarios.: