No pensaba escribir hoy, pero acá estoy.
Hay 43,7 kilómetros entre mi casa y el C.C.P Colina 2. Generalmente logro llegar antes de las 09.30 hrs. Hoy no fue uno de esos días. Tampoco llegué exageradamente tarde. Estaba estacionando el auto de mi amigo Alexis a las 09.36. En el registro de la primera reja, el Gendarme anota mi hora de ingreso: 09.40 hrs. Diez minutos tarde. Y se notaron...
Sin ningún problema, llegué hasta la tercera reja (a pesar que había allanamiento en el módulo 4), que es donde nuestros "guardadores" nos esperan. Hoy, no había ninguno de ellos. Como no tengo mi teléfono celular, no puedo avisar que llegué; opté por caminar solo.
- "Buenos días pastor", es lo que más escucho mientras camino hacia el módulo 3.
- "Buenos días. Dios le bendiga".
- "Pastor, ore por mi hijita que está enferma..." Cuando escucho esto, me detengo, miro al "gentil" a los ojos y le digo:
- "¿Cómo se llama?"
- "Emilita... lleva tres días en el hospital"
- "Oremos...", le digo tomando sus manos. Un tibio silencio se generó por los minutos que duró esa oración. Sus manos llenas de cicatrices me hablan de una vida dura, pero que frente a la angustia de la enfermedad de una hija, se ponen temblorosas, al igual que su voz.
- "Gracias siervo del Señor", me dice abrazándome. Le sonrío dándole unas palmadas en su cara, me doy media vuelta y sigo mi camino.
Cuando llegué al módulo 3, el Cabo Palavecino me saluda y me abre la quinta reja y camino solitariamente por los pasillos, entre literas, la basura y los escombros de los arreglos que están haciendo en los baños del primer piso del módulo. Cruzo el patio saludando a los "gentiles", hasta que mis hermanos me divisan y salen a mi encuentro.
- "Siervo Jano, ¡¿entró solo?!, me dicen con sorpresa.
- "No vi a nadie y me atreví a entrar. Disculpen si estuvo mal...", les dije.
- "No, para nada. Solamente que nos sorprende que haya llegado hasta acá"
La mayoría de nuestros hermanos tenían talleres hoy: carpintería, electricidad, albañilería. Antes de salir, se reúnen en círculo y oran los unos por los otros. Todos ellos van con gozo. El líder de alabanza, el hermano Cristian (otro distinto al líder del módulo), se me acerca y me pregunta al oído:
- "Siervo, ¿usted puede dirigir la alabanza hoy? Nuestro hermano Williams y nuestro siervo Cristian tienen taller y nadie más sabe tocar guitarra".
- "Yo puedo, pero no me sé el repertorio..."
- "No se preocupe. Lo que el Señor ponga en su corazón. Nosotros lo seguimos".
Antes de comenzar el culto, un tiempo de consejería con el hermano Williams.
Así terminé enseñando una canción y cantando un repertorio de antiguas canciones. También una que aprendí de ellos. Cuando llegó el momento de la pedicación, el coordinador me asigna también esa responsabilidad. Llevaba preparado el Salmo 19.
Una vez terminado el culto, nos sentamos en círculo para matear. Tres mates calientes acompañaron nuestra conversación sobre los últimos años de la dictadura en La Legua y en la San Gregorio. En ese tiempo, niños y adolescentes jugando a tirar cadenas al tendido eléctrico. Conversamos y planeamos que cada miércoles haremos un culto más corto e invitaremos a los "gentiles" para orar por ellos, ya que hemos visto que es una necesidad latente.
Llegó la hora de partir. Por algún motivo, nos llevan al módulo 6, pero a medio camino nos ordenan salir. Internos del módulo 4 están lanzando su comida al suelo desde el tercer piso. Protestan por el allanamiento. El hermano Luis es el comisionado para llevarnos hasta la tercera reja. Antes de cruzar la cuarta reja, uno de los hermanos del módulo 3 me abraza fuertemente y me dice:
- "Lo quiero mucho siervito Jano..."
Que te lo diga una persona que ha sido condenada por robo con intimidación y robo con violencia, hace que esas palabras valgan mucho más de lo que puedes imaginar.
- "Yo también lo quiero mucho hermano... yo también"
2 comentarios:
¡Amén! Tantas veces intentamos a bendecir a otros y salimos los mas bendecidos. Firme y adelante, hueste de la fe.
Este relato está Brígido. Gracias x compartir
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